jueves, 19 de marzo de 2009

ISAGOGE 3ª Parte DESTINO

Exordio

(Preámbulo de una obra)
Nuestra historia comienza, en la sala de relajación en desuso de un hospital sin nombre, en una ciudad cualquiera, que sería mejor olvidar por los hechos acaecidos en ella, a causa de un fatal error que, como recordaremos fue a grandes rasgos, los relatados en Isagoge EL SINO y, posteriormente en LA FATALIDAD . Parte donde un grupo de amigos vividores y drogadictos, pendencieros y asesinos, dirigidos por un joven de unos veinte años, vivían al máximo hasta que tuvieron su encuentro con el destino fatídico, en el accidente de autobús donde murieron numerosas personas.
Del grupo de amigos (o banda callejera), sólo pudo salvarse a duras penas precisamente Alberto, el cabecilla de todos ellos, con la fatalidad de quedar en coma profundo el resto de sus días. Pero era evidente que sufría sus propias consecuencias y las ocasionadas por él mismo, a una sociedad entera e incluso, a sus propios padres. Recordemos que su padre, INAKI, se suicidó al no soportar tanta amargura viendo a su hijo en ese estado, y a su mujer perder la razón por los motivo de los hechos de Alberto, quien fue ingresado en ese hospital. Recordemos también, al equipo de médicos involucrados en el fatal error; el doctor UGARTE, jefe de la planta catorce y neurocirujano. A su ayudante, el doctor UNAY Salvatierra, anestesista del quirófano nº 5 que dirigía don Francisco Javier Ugarte, y al amigo de éste, jefe de la planta 14 también, pero en el ala de maternidad, físico, químico, investigador del principio del nacimiento de la propia vida, llegó a inseminar a Leocadia Zuasti, una madre que se quedó sin su hija a los pocos meses y, que ahora tenía la suerte de traer SECTILLIZOS, pero que por desgracia padeció una infección en la sangre y al no poder administrarle la medicación adecuada, volvió a quedarse sin sus hijos. Algo que no pudo soportar y terminó enajenándose, aunque pudo recuperarse afortunadamente. Así como la madre de Alberto no se recuperará jamás, y continúa en un centro especializado en salud mental. (Doña Maite Baigorri)
Toda la trama fue descubierta por dos personas como sabemos, Alfonso Quijano, periodista de profesión y artista por devoción, además de componer versos, obras de teatro, novelas etc.. Comenzó por configurar una tesis sobre el mundo de las drogas al ver el estado de Alberto, y terminó sin hacerla, pues la madre, de su hija María que estudiaba en Nueva York, se casó poco después de nacer ella con el hermano de su mejor amigo, Jesús Idoate(Alfredo Idoate), un hombre aparentemente respetable que no sólo llevaba doble vida, sino tres tipos de vida diferentes. Fue un hombre que le gustaba vivir la noche y las mujeres, que aunque no era drogadicto (sólo bebedor y mujeriego), sí se valía de ellas para rendir a sus pies a las mujeres en general, para usarlas y tirarlas. Era un canalla en toda regla. Así fue, como consiguió quitarle la supuesta novia a Alfonso, Alfredo Idoate, que al cambiar las pastillas de las jaquecas de Eva (que así se llamaba), por alucinógenos, no tardó mucho en darse cuenta Eva, del cambio, su médico vio que aquéllas no eran las pastillas del frasco, por la que Eva viene arrastrando una tortura desde que se casó con Alfredo, pues además era un hombre violento con su mujer, y en general con todas, claro que a su hermano Jesús le ponía otra cara, al ser de otra condición. Cuando se enteró Alfonso de todo esto, fue al conocer los ataques de ansiedad que venía sufriendo Alfredo, Eva habló con Jesús, y al final no tuvo otra opción que decírselo. Alfonso cuando se entera que no es feliz, se empieza a preocupar por ella. Alfredo fue ingresado en el mismo hospital que Alberto, con el fatídico error que ya conocemos, fue confundido en la admisión por el doctor Salvatierra, Alberto, y fue a él, a quien le administraron la terapia de las ondas cerebrales electromagnéticas, sin dar más que un resultado nefasto. El doctor Ugarte se había tomado unos días de asueto, en donde trataría de poner sus papeles en orden. Él sólo tomaría las decisiones y, Salvatierra las ejecutaría. Eran unos científicos extraordinarios, pero gracias, mejor dicho; por desgracia, fue confundido Alfredo con Alberto. Éste, fue también trasladado a un centro especializado para parapléjicos, y similares por el equipo de planta del doctor Ugarte y sin él saberlo, por orden de la dirección del hospital, que resultó ser una chica joven muy despierta y vivaracha que trabajaba de auxiliar, al presumir positivamente que se practicaban en su centro acciones ilegales, o fuera de su conocimiento, como los experimentos del equipo profesional que compuso don Francisco Javier Ugarte con ánimo de inventar un sistema, que al igual que el murciélago, por ecolocación, los ciegos tuvieran una vida más fácil, cosa que consiguió implantar el minúsculo aparato en las corneas de un invidente con gran resultado. Pero lo de Alfredo ya no tenía nombre. Ugarte compadecido del sufrimiento de Maite y de Iñaki, accedió a probar las ondas para tratar de sacarlo del coma, y como último recurso le practicase la eutanasia. (Cosa prohibida en aquel país). Y así lo hizo a través de Salvatierra, que no llegó a ver al enfermo, por encontrarse de vacaciones cuando ocurrió el accidente. (De ahí el error) Pero la fatalidad del destino de Alberto, hizo que siguiera vivo en coma profundo, sin apenas poder mover los ojos. Los médicos no podían asegurar sus sentimientos (no existe máquina o invento alguno para conocerlos a fondo), lo cierto es; que, muy a menudo se le podía ver sus lágrimas resbalar por las mejillas y empapar su almohada, quizás el destino quiso que espiase sus culpas el resto de sus días. Fue Alfredo Idoate tras varios intentos y fármacos inyectados, el que murió con una dosis completa de NESDONAL a manos del doctor Unay Salvatierra, el cual sólo conocía a Alberto por el proyecto A.I.. Alberto Irigaray, pero no fue así, sino Alfredo Idoate. Por más prisa que se dan Alfonso y Ely, que había solicitado su ayuda al saber de su tesis por sus continuas visitas a Alberto, no fue posible salvar su vida. Marta y su hermano Jesús se preocupaban por él, y su estado en admisión. Recordemos que Alfonso, al ir corriendo con Ely por el pasillo los llama y les dice que los siga. Delante de ellos aparecían también corriendo desde la planta catorce pero por las escaleras, por no perder tiempo en esperar el ascensor(Que siempre se encontraba ocupado), el doctor Ugarte y su amigo Morales. Cuando llegan todos a la sala de relajación en desuso en el sótano segundo, aún tenía el doctor Unay la jeringuilla en la mano. Sólo llegaron para ver cómo en dos espasmos convulsivos, Alfredo, por fin y después de varios intentos... moría. Todos ellos quedaron de piedra. Únicamente Ugarte corrió a los pies de la cama y en efecto, como le había dicho el subdirector de planta que él mismo dejó al cargo de Alberto, lo habían trasladado a un centro especializado. ¡Habían cometido un error imperdonable!.


En nuestra segunda parte de ISAGOGE, hemos podido comprobar el amor del autor por la contemplación de la naturaleza, y como disfruta recreándose en ella, a la vez que se percibe su rotundo rechazo por lo maligno y antinatural del mundo abstracto de las drogas, entre otros. Recordemos, como en nuestra historia, el odio y la perversión de ciertas personas, hace que puedan llegar a cometer fechorías irreparables, como muestra Amaya, por ejemplo. O, como la sociedad duda sobre una cuestión tan importante como es la eutanasia, pero que al final la justicia prevalece sobre ellas, tal vez con acierto, tal vez equivocadamente, pero siempre con esas reglas que nos distingue del resto de los seres vivos. (Animales o plantas) También hemos podido comprobar después, que los doctores fueron encontrados culpables de la eutanasia en la persona de Alfredo Idoate. Cómo el rencor infundado de Amaya provoca, que uno de ellos pretenda también vengarse de sus " acusadores, " Alfonso y Ely, y convenza al otro, creyente y temeroso de Dios, para vengarse de ellos, cosa que no pudo soportar don Francisco Javier Ugarte, y llegase a suicidarse para no soportar la vergüenza que todo aquello le suponía, a él, que quiso hacer una obra de caridad con Alberto Baigorri. Recordemos también, como la hija de Alfonso lo visita y, cómo se dan cuenta que algo en ella no iba bien. Algo le pasaba. ¿Drogas quizás? La madre de María, sabemos que ha jurado no amar a ningún hombre jamás, por lo que decide ingresar en alguna orden religiosa, que era su pasión y vocación de siempre. Fatalmente, al poner el pie en Nueva York, es accidentada por un taxis cuando pretendía ver a su hija María, pues en su ciudad no llegaron a verse. Alfonso decide ir a preocuparse por María, y se encuentra, que vive con un delincuente en un sitio apestoso y denigrante. Además; comprueba que son ciertos sus temores. ¡María es toxicómana! Después de enterarse Alfonso del accidente de Eva, por boca de María al contarle su " sueño ", y comprobar que era cierto, el mundo se le caía encima. El sujeto que convive con María, pudo comprobar Alfonso que era un delincuente en toda regla, por lo que pretende separar a su hija de aquel mal nacido. Recordemos cómo en una visita que le hizo a Pancho, éste le trató de amenazar con una pistola que Alfonso le arrebató trayéndosela con él. Sabemos también, cómo María se arrepiente de su proceder, y promete dejar el mundo tan tenebroso, y ambiguo de las drogas, lo que hizo que fuera ingresada con el síndrome de abstinencia pasándolo realmente mal, pero estaba decidida, comprendió que su camino no era ése, sino aquel que conoció y le inculcó su padre, con el que tan feliz fue de pequeña. Pancho pretende llevársela del hospital y, no pudo conseguirlo al estar Ely con ella, y fue echado del centro por los agentes de seguridad, pero no cejaba en su empeño, lo que hizo que volviera lleno de rabia, pues no podía consentir su amor propio, que María lo dejase. También sabemos, cómo llegaron a conocerse el malvado Pancho con nuestras ya conocidas rameras en el hotel donde se alojaban, donde el traficante pretendía encontrar a María, y de cómo también, llegan a planear el deshacerse de nuestro periodista, uno por una razón y, ellas por otra. El truhán de Pancho, ayudado por Amaya e Idoya, consigue llevar a cabo su plan, lo que hace que Alfonso sea arrestado como sospechoso del asesinato de una camarera del mismo hotel. La trama de aquel sujeto parece que le había dado resultado, su plan había sido urdido con meticulosidad lo que no daba lugar a dudas, pues fue hallada muerta de un disparo, en la habitación, encontrándose la puerta de entrada cerrada con llave, y las huellas de Alfonso en el revólver que había sido disparado. ¿Cómo pudo ocurrir, si sólo existían dos llaves de la puerta, una la tuviera nuestro protagonista, y la otra se hallase en poder de la limpiadora dentro de la misma habitación.? Fue allí en aquel lugar, y en aquel instante donde a la mente petrificada por el impacto emocional de Ely, le venían innumerables preguntas. ¿Cómo puedo ayudarlo? ¿A quien recurro? Con María ingresada con el síndrome de abstinencia... ¿Podré conseguir que María abandone esa porquería de las drogas? ¿Qué hago, Dios mío? ¿Es posible que Alfonso haya cometido un crimen tan horrendo? ¿Cómo puede ser posible que la policía lo tenga todo tan claro? ¿Cómo pudo ser cerrada la puerta con llave cuando una la tenía Alfonso, y otra la chica asesinada dentro de la habitación?








Capítulo LXXXV

ELY, mientras meditaba, pudo percatarse de los tres truhanes parapetado en un rincón del hall, que no perdían detalle de todo lo que allí ocurría. En sus caras, pudo apreciar la malévola y cruel sonrisa de Pancho, que pudo reconocer claramente por los comentarios de Alfonso sobre aquél enjuto y diabólico ser, junto a las ya tan conocidas Amaya e Idoia. Mientras a Idoia, se le notaba el semblante preocupado y temeroso, con Amaya ocurría todo lo contrario, la malicia que reflejaba aquel cuerpo no paraba en él, se desbordaba por su exterior reflejando una cara de satisfacción y gozo tan grande, que dudosamente se podía achacar a tan trágicos sucesos, si no era por las personas que ya le conocían y sabían de su habilidad para el teatro callejero y repugnante de los antros donde alternaba. Ely, optó tras el estado de impotencia que le inundaba el alma, por subir a su habitación, y pensar la forma de ayudar, no sólo a Alfonso, aunque lo viese prácticamente imposible, sino a su hija María y a Eva. No podía abandonarlas ahora, cuando más apoyo moral necesitaban, al menos María, que no debía recaer de nuevo, se lo prometió y debía cumplirlo.
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Pancho quiso esperar la llegada del juez, encargado del levantamiento del cadáver, para regocijarse en su propia maldad. Era un hombre, que disfrutaba con eso, pues no sentía ningún remordimiento de todo aquello que hacía. Además; quería contemplar la cara de aquellas rameras cuando bajasen el cadáver de la doncella para implicarlas directamente e " insitu". Se las habían dado de listas las dos, pues el plan no les afectaba en nada todo lo haría Pancho, pero este malhechor no era un novato, y sabía que debía comprometerlas a las dos para estar seguro que no lo traicionasen. Habiendo un crimen, Pancho pensó, que hacía dos cosas al pelo para él, una era ésa, poner grilletes de cremallera en los labios de las dos pánfilas como él las llamó, y la otra, asegurarse de que Alfonso no saldría de la cárcel nunca, o al menos, durante muchos, muchos años. El delito de tráfico de drogas era bastante penado en aquel estado, pero el delito de sangre incluso podría llevar a Alfonso, a la silla eléctrica o a la inyección letal, y era perfecto para él, su camino con María, sería una balsa de aceite. No tardó mucho en aparecer el juez, que con un mínimo de examen y papeleo, dio la autorización suficiente para que el cadáver de aquella chica fuera trasladado al instituto anatómico forense del estado. En pocos minutos, pasaban la camilla con los restos mortales de la doncella y limpiadora por hall. Amaya, quedó atónita: ¿Qué has hecho desgraciado? ¿Has matado a una mujer? No he tenido más remedio, Amaya. ¡Dijiste que no habría sangre, descerebrado! ¡Silencio! ¿Quieres que nos descubran? ¿Nos descubran? ¿Querrás decir, te descubran? No, reina, no. Tú eres tan culpable como yo, del crimen. No sabía... ¡Pero lo planeaste conmigo! Además; no tuve más remedio. ¿Cómo que no tuvisteis más remedio? ¿Cómo creías que podía entrar en la habitación sin llaves mema? Pues no sé, creí que eso también lo tenías pensado. Por supuesto que lo tenía pensado, yo no dejo ningún cabo suelto. ¿No ves que puedo pisarlo o me lo puede pisar alguien, y caer? Sí, caerme con todo el equipo, y yo sé lo que digo, y eso es algo que no me gustaría que me ocurriese, y menos con una perra como tú. La cara de Amaya enrojecía de ira con las manos apretadas, denotaba el odio que sentía por aquel sujeto, pero sabía perfectamente que él tenía razón, eran cómplices de un asesinato, y debía reprimir su furia hasta que llegase el momento. ¡Maldito! (Mascullaba Amaya, entre sus dientes apretados y chirriantes.) Me las pagarás. Conmigo no juega nadie, cabrón. Pancho reía ampliamente, con su sonrisa burlona mirando los ojos enrojecidos de la mujer de la soberbia irrefrenable, a la vez que le aplaudía la cara con unas tortitas diciéndole: Se te nota la felicidad del éxito... si; me gusta tener a mis aliados alegres y felices. ¡Maldita sea, no debías haberlo hecho, bastaba con haber dejado el paquete en su sitio. Mira cariño... era la hora de la limpieza diaria, tuve que llamar para que abriera la chica, y después de verme... ¿Pretendes que le dejaría viva? Mentía como un bellaco, sus planes eran meditados a fondo, y la intención de matar por matar sin motivo alguno a aquella chica, ya la llevaba cuando entró en la habitación, que por supuesto estaba abierta mientras la limpiadora cumplía con sus obligaciones, lo que aprovechó él para buscar entre los cajones su propio revólver, aquel que le quitase Alfonso en su casa cuando lo tuvo a su merced y no lo golpeó. Sabía que debía tenerlo, y por lógica sus huellas en él, lo que hizo el plan perfecto para él, matando a la chica. Pero entre otras cosas era un cínico redomado al igual que sus ayudantes macabras. ¡Nos has engañado bastardo! ¡He, he, he! Esa lengua putita, cuídala que es la única que tienes. La tenía atrapada aquel villano, pero ya llegaría su momento cuando cobrase su "trabajo" al doctor Ugarte. (Pensaba ella)
........................................................................... Ya en su cuarto, tras dar alguna que otra vuelta a su cerebro, Ely consiguió por fin que alguna idea le aflorase a su cerebro, con el cariño que sentía por Alfonso, y su hija, al fin logró algo que podía servir, si no de solución, sí de ayuda, ella sola no podría solucionar toda aquella turbulenta y demencial fatalidad del destino que había caído sobre la familia de Quijano. Sólo se me ocurre (pensaba Ely), que me puedan ayudar Marta y Jesús, tengo que llamarlos, y hacerles partícipes de la situación que estamos viviendo todos aquí, y después, que ellos decidan lo que deban hacer. Sí... llamaré a Jesús, y le diré lo que ocurre. ... Ring...ring...ring... ¿Hola? ¡Jesús! ¿Eres tú? ¡Ely! Me teníais preocupado, ¿qué ocurre? ¿Os encontréis bien? Desgraciadamente no, Jesús. ¿Qué quieres decir Ely? ¿Ha ocurrido algún otro percance? Ya no me extrañaría nada, parece que os haya seguido la mala suerte hasta Nueva York. Así es, amigo mío. ¡Dime! ¿Qué ocurre? No sé por dónde empezarte la historia, Jesús. ¿Está Alfonso contigo? Le han tendido una trampa, a la que le veo muy mala solución. ¡Explícate Ely, por favor! Han colocado heroína en su habitación, alguien desde el hotel dio el chivatazo y, cuando la policía abrió la puerta, hallaron el cadáver de la doncella asesinada de un tiro. ¿Creen que hace todo eso Alfonso? Pues si, Jesús, así es, sus huellas estaban en el revólver con el que fue asesinada y no comprendo nada. ¡Dios bendito! ¿Pero qué me cuentas, Ely? No puedo creerlo, es imposible que puedan existir pruebas que inculpen a mi amigo de ese delito. Pues las hay Jesús, y tan convincentes, que la policía lo ha detenido. ¡Santo Dios! ¿Pero... que clase de desgracia ha caído sobre él, es que el mundo se ha vuelto loco? Comprendo tu sorpresa y tu asombro querido amigo, pero no sé qué hacer en estos momentos, me encuentro sola ante esta trama urdida, y tan bien montada para Alfonso, de tan difícil solución. Es más; si no hacemos algo al respecto y con éxito, Alfonso pasará el resto de sus días en la cárcel, como un vil delincuente. Debemos hacer algo, y pronto. ¿No crees Ely? Agradecería alguna ayuda por tu parte, Jesús, yo sola no podré sacar a María del estado de abstinencia, ni cuidar a Eva, y mucho menos hacer nada por Alfonso, te suplico que pienses algo por favor... Ely confío en tu profesionalidad como doctora. Sí... pero tengo un corazón como todos nosotros, y me preocupa lo que le pueda ocurrir a Alfonso. Tranquilízate, Ely, por favor, te ayudaremos, de una forma u otra cogeremos el primer vuelo hacia Nueva York. ¿O.K.? Te lo agradezco Jesús, no sabes cómo necesito vuestro apoyo en estos momentos. Te entiendo Ely, hablaré con Marta y volveré a llamarte. No tardes, debo de regresar con María, está en una fase en la que todo el apoyo psíquico que pueda recibir será poco, y no debo descuidarla. ¿Comprendes? Tengo que sacarle de esta mierda de las drogas. Te llamo en cinco minutos...Ely... Gracias por tu apoyo, sé el esfuerzo que estás haciendo por esa familia, y te lo agradezco. No es ningún esfuerzo Jesús, créeme, lo hago con mucho gusto, pero ahora es demasiado incluso para una persona preparada para cualquier eventualidad. Llámame por favor. Lo haré Ely, un beso muy fuerte. Dale besos a Marta también, Jesús...clik. Marta, cariño... ¿Sí? Debemos ir a Nueva York, ahora realmente nos necesitan. ¿Qué ocurre cielo? Según las palabras de Ely, le han tendido una trampa. ¿A quien, a Alfonso? Sí, se encuentra en la cárcel, y por lo que me dice Ely, si no actuamos con rapidez quizás no volvamos a verlo en libertad. ¿Tan grave es? ¿Qué ha ocurrido? Han encontrado en su habitación heroína, y un cadáver. ¡Virgen Santísima! ¿Cómo es posible? Alguien lo ha hecho bien esta vez Marta, y si no ponemos remedio... ¿Pero, bajo qué estrella está, que todas las desgracias acuden a él? Pues no lo sé, cielo. Será mejor que yo hable con ella, recuerda que mi hermano Enrique es detective, quizá él pueda ayudarlo. ¡Sí, tienes razón! ¡Enrique! Espera, la llamaré. Ring... ¿Sí, dígame? Ely, soy Marta. ¿Qué tal estás, Marta? Nuestras vidas, gracias al cielo, siguen con buen rumbo, gracias Ely, pero lo que realmente importa, es el drama que está ocurriendo. ¿Cómo ha ocurrido lo de Alfonso? No te puedo explicar muy bien, sólo sé que fue una sorpresa para los dos, una sorpresa increíble. ¿Te imaginas que sólo existan dos llaves de la habitación, una la tenga la chica asesinada dentro de la misma y la otra fuera la de Alfonso? ¿Cómo pudieron matarla, y cerrar con llave? Te lo juro que no lo entiendo, y esto está empezando a afectar mi sistema nervioso y emocional Marta. Espéranos esta noche Ely, cogeremos el primer vuelo que salga. Ya le buscaremos soluciones, y muchas gracias por tu sincera y desinteresada ayuda Ely. No habría llamado de haber podido solucionarlo yo, Marta, pero comprende que es imposible que abarque yo sola todo el problema. Te entiendo perfectamente. Nos veremos esta noche. ¿De acuerdo? Bien, Marta, gracias. Gracias a ti amiga mía. Adiós Marta, un beso. Otro para ti Ely, y cuídate. ...... Tienes mucha razón Jesús, necesitamos la ayuda de un experto como mi hermano, quizás a la policía se le haya escapado algún detalle, o tal vez den por sentado la autenticidad de las pruebas, y lo condenen el resto de sus días en prisión. Llámalo pues. ¡Venga, rápido! Ring ...ring... rimg... Agencia de detectives Campillo. ¿Dígame? Enrique, soy yo, Marta. ¡Hola hermanita! Es agradable escuchar tu voz, aunque sea tan de tarde, en tarde. Perdona Enrique, ya sabes, son cosas que se van dejando... No importa, dime, ¿te encuentras bien? Sí, yo sí me siento feliz, te lo aseguro, pero tengo un amigo muy querido para mí que tal vez pueda necesitar de tu experiencia como detective, y me harías un gran favor si aceptases ayudarle. ¿Qué le ocurre? Pues chico, de todo, aunque parezca increíble de todo un poco, pero de todo podría salir él por su cuenta, si no fuera por la última jugarreta que le han hecho. ¿Y? Te cuento, es periodista, y fue a Nueva York por problemas con su hija luego los tuvo con la madre de su hija, ya te contaré la historia completa. A lo que no se le ve solución es a la trampa que te digo, que es la siguiente: alguien llamó a la policía, y le cuenta que esconde drogas en su habitación, la policía acude, después se encuentran un cadáver perteneciente a una trabajadora del hotel. Existen dos llaves una la tiene la difunta dentro, y la otra Alfonso, y sorprendentemente la puerta se hallaba cerrada con llave. ¿Te lo puedes creer? Sí, es un caso difícil, ya lo veo. De los que me gustan a mí. ¿Pero cómo estáis tan seguros , de que en realidad no es él, el culpable? ¡Por favor Enrique, te hablo de un amigo que es incapaz de matar a nadie. Es más; con él se encuentra la directora de nuestro hospital, aquella que descubrió con la ayuda de Alfonso, a los doctores que practicaron la eutanasia al hermano de Jesús, ¿recuerdas? Sí, claro. ¡Cómo no iba a acordarme! Pues ella tampoco cree que sea culpable, por que no lo es, tienes que creerme. Ya nos daría más datos ella en Nueva York. ¿Qué decides? No acabo de entender eso de las llaves... si una estaba dentro, y otra la tenia Alfonso, me dices que no ha sido él, sólo hay dos explicaciones para el enigma Marta. ¿Qué dos explicaciones le ves tú Enrique? O estáis equivocados y lo hizo él, o había una tercera copia, porque como comprenderás la chica no iba a cerrar la puerta, y matarse después... No, según Ely, no existe otra copia de la llave, y la chica no pudo suicidarse por una razón muy sencilla, en el arma que disparó, las huellas que había eran exclusivamente las de Alfonso. ¿No te digo que es una trampa muy bien montada para deshacerse de él? El motivo no me lo preguntes, ni quién ha podido hacer tal cosa tampoco, lo que te puedo asegurar es que Alfonso Quijano, es tan inocente como tú. Me gustan los retos y los imposibles... creo que aceptaré el caso. Gracias, Enrique, muchas gracias. ¿Pero salimos esta tarde, eh? Bien, no importa, mi empresa está atendida sin mí como si yo mismo estuviera en ella. ¿Te espero pues? Sí, para el té. Pero ten pastas. ¿ O.K.? Sí... tragón. Mu ...mu... muá. ............................................................................
















Capítulo LXXXVI

Tras la tormenta vino la calma, aquellos tres malhechores se sentían satisfechos con su acción, especialmente Pancho, el ejecutor del plan con el que sabemos se quitó a Alfonso de su camino por un tiempo, quizá para siempre. Ya no tendría que preocuparse por él, ahora pensaría en el siguiente paso a sus propósitos desquiciados y malignos. Los tres se hallaban en la cafetería como si nada hubiera ocurrido, únicamente se reflejaba en sus caras esa irónica, y perversa sonrisa de la felicidad criminal, de cerebros desordenados. Amaya, se veía pensativa y, con un acto reflejo se puso en pie como sobresaltada. Perdonadme un momento, enseguida vuelvo. Aquí estaremos Amaya, no tardes. Tómate tu tiempo "panfila". (Repuso Pancho) Los ojos de Amaya, de haber sido pistolas seguro que las habría disparado contra él, pero se contuvo, tras una pequeña pausa, siguió su camino en silencio hacia el rincón donde se hallaba el teléfono, y tras marcar unos números que ya conocía bien, volvió a mirar a la mesa con ira y rabia contenida de venganza, contra aquel hombre que tanto la humillaba. (Pancho) Tras unos segundos de espera, el teléfono le respondía. ¿Sí? Prisión estatal, ¿dígame? Por favor, ¿sería tan amable de ponerme con la celda del doctor Ugarte? ¿Del doctor Ugarte? Sí, por favor. Bueno, bueno como usted quiera... Después de tapar el micro del teléfono murmuraba: ¡Bastardos! Sois todos iguales, unos mierdas, siempre con ese aire de superioridad... ¡Cómo os odio! ¿Sí, dígame? ¿Doctor Ugarte? Soy el doctor Salvatierra. ¡Dígame! Quisiera hablar con el doctor Ugarte, si es posible por favor. Me temo que posible no. Rotundamente es imposible que pueda hablar con él, señorita. ¿Pues? ¿Qué ocurre? ¿Le han trasladado? Sí, en defecto, le han trasladado al cementerio. ¿Al cementerio? ¿Quiere decir que ha muerto? Eso es, en efecto, lo que pretendo decirle señorita. Pe... pero. ¡No es posible! Pues sí, sea quien sea, le tengo que decir, que para morirse sólo hace falta perder la vida, y no creo que haga falta ser médico para comprender eso. ¿O sí? Perdone doctor Unay, soy Amaya, y le llamaba para decirle al doctor Ugarte que, la venganza en la persona de Alfonso Quijano, se acaba de consumar, y me gustaría cobrar mi parte del trato. Pues me temo señorita Amaya, que no pueda pagarle, a no ser que lo busque en el otro mundo. ¡Maldición! ¿Yo rompiéndome los cuernos y jugándome la vida por ustedes, y ahora me viene con esas? Lo siento "mona", el trato fue con él, no conmigo. ¿No es así? ¡Pues cóbrale a él! ¿Cómo pude confiar en dos rufianes? Maldita sea su estampa, Unay... y Ugarte, que se pudra en el infierno. ¿Se puede saber qué demonios ocurrió? ¿He? Sencillamente se tomó un frasco de barbitúricos, después de meditar en su vida tan religiosa y ordenada, no pudo soportar la vergüenza y la vejación social a la que estaba sometido. Así de fácil. Maldito cabrón... ¿Y ahora qué hago aquí en Nueva York, sin un duro para volver a casa? Eso, como puedes imaginar no es problema mío, ricura. Ese es tu problema. ¡Me tiene que ingresar dinero para volver, Unay! De eso nada, compóntelas como puedas. Tú tienes buenos recursos, utiliza tu "oficio". ¡Vete a la mierda, hijo de puta! Con un fuerte golpe, colgó el teléfono llena de furia. No tenía bastante con las vejaciones de Pancho, y ahora esto. ¿Qué hago? Malditos médicos, podría haber esperado a suicidarse después de pagarme. Pensativa, y con paso lento y cansado, se acercaba a la mesa donde esperaban Idoia y Pancho, que trataba de hacerse el gracioso con Idoia. ¿Sabes cariño? Creo que tú y yo, seremos buenos amigos. ¿Qué ocurre Amaya? ¿Qué cara es ésa? ¡La mía imbécil! Bueno hija, tampoco es para que te pongas así, sólo te he preguntado qué te ocurre. Pero si no quieres contestar que te den por... ¡Mierda! Todo sale mal. Tranquila putita, que tú tienes futuro. ¡Y una leche! ¿A quién has llamado, que vienes con ese humor hija? ¡Al doctor Ugarte! ¿Y? ¡Qué se ha suicidado! El muy cabrón... ¿Qué se ha suicidado? ¡Si, así es, Idoya, y no cobramos ni un duro.! Que humor quieres que traiga, cuando estamos sin blanca en Nueva York y sin poder pagar ni el hotel. ¿Qué hacemos para volver? Ya buscaremos una solución Amaya, tranquilízate. ¡Mierda, mierda, mierda!... al menos podemos sentirnos satisfechas, la venganza con Alfonso a sido perfecta. Bueno, ya ves que no todo te ha salido mal. ¿No crees? Sí... (Con cierta sonrisa diabólica dibujada en su rostro) Pancho, que hasta entonces había permanecido en silencio, y escuchando la situación desesperada de las dos rameras, urdía sus planes a la vez. Se había quitado del medio a Alfonso, y quizá para siempre, ahora era el tiempo para dedicarlo a recuperar a María, pero durante la conversación comprendió, que también a aquellas dos les podía sacar partido, por lo que le propuso lo siguiente: Yo no lo veo tan negro como lo pintáis. ¿Qué quieres decir Pancho? (Contestó Amaya) Muy sencillo, me tenéis a mí, que os puedo ayudar a ganar mucho dinero. Y mientras tanto... ¿Cómo vivimos en el hotel si no tenemos nada? Eso tampoco es problema, os ofrezco mi casa para que viváis mientras tanto. ¿Y tú que ganas con todo esto, " Panchito " ? ¿Por que tú no haces nada por nadie, si no sacas provecho de las personas? Qué mal concepto tienes de mí, " Amayita". Yo soy caritativo y bondadoso, como el que más. Solo os pido que trabajéis en el oficio que mejor conocéis, y vayáis ahorrando hasta que podáis regresar a vuestra tierra. ¿O.K.? Volver a la calle... (Decía con pesar Idoya) con todas las ilusiones que traíamos en el avión, con la satisfacción que llevaríamos en el viaje de vuelta, que íbamos a ser ricas. ¡já! ¿Quién me mandaría a mí hacerte caso Amaya? ¡Ha sido una fatalidad del destino, eso es todo.! Estaba todo bien planeado, pero ya ves que no ha sido culpa mía Idoya. ¡Sí, claro! El caso es que aquí estamos, en un país extraño, sin dinero, solas... bueno, solas parece que no, tenemos a un asesino que nos "protege". ¿Eso te da seguridad? ¡Mocosa! No me gustaría oírte hablar así otra vez. ¿Entiendes? No me vuelvas a llamar asesino, y esto de esta noche no ha ocurrido, ¿está claro? No quiero que vuelva a comentarse una palabra de lo sucedido aquí. Que quede entre nosotros, y en silencio. ¿Lo has entendido? Ydoya, temerosa al ver la cara de autoridad y rabia de Pancho, sólo se atrevió a asentir con la cabeza para dar un tímido "sí..." ¿Lo tienes claro tú también Amaya? ¡Sí, sí está claro! Amaya, de mas edad, y más escuelas de la vida en las calles, no se influencia tanto con aquella orden, pero comprendía que era la única salida que les quedaba. De acuerdo. ¡Vamos, os llevaré a mi casa! Aún me quedan cosas por hacer. El cadillac de Pancho con sus pasajeras cruzaba Nueva York, al paso que marcaba la circulación, ya sabemos que era un hombre precavido, nunca se exponía a que le detuvieran ni por una simple multa de tráfico, se jugaba mucho, y era zorro viejo, aún teniendo verdaderas ansias por localizar a María, y hacerla volver con el, refrenaba su ímpetu, ya que había consumado la venganza en la persona de su padre, le sería sumamente fácil, la tendría a su merced muy pronto, ese mismo día, ya que sabía perfectamente donde se hallaba. Amaya e Idoya, cada vez estaban más asombradas. "Su casa"; se decían. ¿Pero, sí estamos saliendo de la ciudad? Pancho no se inmutaba, al volante su mente siempre maquinaba algo, y seguía impávido su camino. El estupor fue total cuando vieron donde les dejaba Pancho. ¿Aquel cuchitril sería su casa? ¿En aquel gueto pestilente? ¿Qué has hecho? ¿Se puede saber dónde nos has traído?Ahora comprendo. ¿Dónde podría vivir una rata, sino en este lugar entre las demás? ¡Amaya, puta de mierda. ¿Es que crees que te mereces un palacio? Un palacio quizá no, aunque me gustaría, pero este sitio es apestoso. Pues esto es lo que hay, o lo tomas, o lo dejas. ¡Cabrón ...! Ya te he dicho que cuides tu lengua que puedes perderla, y aprende de tu amiga, aprende de ella. Ya ves que no se queja tanto como tú. Te tiene más miedo, pero yo no te tengo ninguno. ¡Té enteras! Todo es cuestión de tiempo, cariño, ya me lo tendrás. ¡Jamás! ¡Seguro, créeme! Grrrrr... Su furia era palpable, al igual que la resignación de Idoya, se doblegaron y cogían el único clavo que tenían a mano, aunque estuviera ardiendo. Bueno, "ricuras", ya os veré cuando vuelva, no vayáis muy lejos, podríais perderos o pasaros algo peor, creedme. ¿O.K.? Las dos callaron, sencillamente lo ignoraron mientras reconocían el lugar con la vista, llenas de estupor y asombro, viendo el sitio que les rodeaba donde vivirían en adelante. Él salió, y con un portazo que hizo temblar la chabola, montó en su cadillac, y puso rumbo al hospital Santa Mónica, donde se hallaba ingresada María. El camino se le hacía eterno, lleno de ira, y herido en su amor propio, tozudo como él mismo, conducía por inercia, su mente estaba fija en el rostro de María, en aquella figura escultural de bellas piernas, rectas como pilares de iglesia, en sus medidas, en su cara de porcelana, en aquella piel tersa y suave como piel de manzana, y en aquel rostro, hermoso rostro de muñeca de ensueño, con ojos verdes, que iluminaban la noche, sus mejillas sonrosadas, y aquellos labios carnosos y dulces como la miel, tan excitantes, tan tersos, tan ardientes... No, no era que estuviese enamorado, ya sabemos que no, pero era su juguete preferido del momento, puesto que en realidad su comportamiento, era justo el que Alfonso vaticinó. Se encaprichaba de las niñas monas, y cuando se cansaba de ellas o, encontraba otra que le gustase más, las abandonaba en el arroyo, dejándolas a su suerte, por lo que acababan todas ellas mal, muy mal, si no aparecían muertas en algún lugar de la ciudad. María era ahora su juguete, y no quería perderse ese capricho ya que la tenía iniciada a las drogas, sería mucho más fácil manejarla y exprimirla. No podía consentir que se le fuera de su lado, era cuestión de amor propio. ............................................................................











Capítulo LXXXVII

Después de hablar con Marta, sin pérdida de tiempo, Ely, tomó un taxi y se dirigió al hospital donde se hallaban Eva y María, madre e hija como sabemos. Eva, a consecuencia del accidente en su estado de coma y, María con su crisis de abstinencia. Entre tanto, el doctor Daniel de Marcos atendía a María que se hallaba en plena crisis. María gritaba de dolor solicitando ayuda. ¡Por favor doctor! ¡Ayúdame! Ayúdenme lo necesito por favor. ¡Una dosis! ¡Sólo una! Sé fuerte María, pronto acabará todo, ya verás. Duele... me duele mucho... doctor por su madre, tenga compasión de mí. ¡Sólo una, se lo suplico! No puedo María, perdóname... ¡Maldita sea! ¿No ve cómo sufro? ¿Es que no tiene corazón? ¡AAAAH! ¡Me quiero morir! ¡Ayúdeme a morir doctor! ¡Ayúdeme, se lo suplico! Por favor... duele tanto... ¡Oh! Tranquilízate María, se te pasará pronto, sé fuerte y confía en mi. No puedo confiar en alguien que, pudiendo ayudarme no lo hace. ¡Me está haciendo mucho daño.! ¡Deme una dosis! ¡Démela ! ¡Démela, maldita sea, hijo de puta! Sé que me lo agradecerás mañana María, créeme, y seguro que olvidaré lo que acabas de decirme. ¡Ahh! La necesito... La necesito... La necesito...
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Ely al llegar quiso visitar a Eva primero, para ver cómo se encontraba. Con paso seguro y rápido alcanzaba la habitación Eva, y por la deformación profesional entró sin más en la sala. ¡Ah! Ola señorita Elisa. Buenas noches enfermera. ¿Cómo se encuentra Eva? Evoluciona muy lentamente, pero gracias al cielo va mejorando, su organismo responde positivamente al tratamiento. Me alegro por ella, es un alivio escuchar algo positivo hoy. ¿Cómo dice? ¡No, nada! Perdone son cosas mías, lo siento. Si necesita más información sobre la paciente el doctor Smitz le puede dar los detalles. Sí, gracias, lo haré. Volveré más tarde, he de ver a otra enferma. Buenas noches. Buenas noches, señorita. Tan rápido como pudo, alcanzó la planta de María. Ya en el pasillo, podía oír los gritos de la joven pidiendo ayuda, y gritando, lo que hizo que su paso se acelerase aún más, entrando rápidamente a la sala donde se hallaban. ¡Doctor! ¡Qué ocurre! Ely, por favor ayúdame, me duele... ¡María! Se abrazó a ella, tratando de inculcarle el ánimo que tanto necesitaba. Ely ya sabía que tenía que pasar esa etapa tan atroz y escalofriante de la abstinencia, pero no podía imaginarse que estuviera tan "enganchada", y le diera tan fuerte. María, cariño, tranquila que ya estoy contigo, te ayudaremos, no te preocupes.. ¡Una dosis! Sólo una... (Entre gemidos) Doctor, cree que podría ayudarle... Señorita Elisa, es usted doctora, sabe lo difícil que es esto. Sí, lo comprendo... No me separo de ella, más que lo justo y necesario, le dedico todo mi tiempo, oficial y libre. Créame que hago, y haré todo lo posible por ayudarla. (Entretanto María, seguía llorando y gimiendo llena de lágrimas, con los ojos enrojecidos y tiritando de frío) Su estado es crítico, doctor. ¿No cree...? Sí, le ayudaré, cincuenta mg... no, creo que reduciré la dosis veinticinco mg de metadona creo que serán suficientes. Sí, eso creo yo también, doctor. Gracias Ely, gracias, gracias... Te queremos María, todos te queremos, y queremos lo mejor para ti. Te ayudaremos a cruzar este calvario, te lo prometo. El cuerpo de María, tiritaba espantosamente, como si dentro de ella hubiera un volcán de hielo en erupción, pero Ely la abrazaba fuertemente transmitiéndole esa fuerza de voluntad que debía poner de su parte. Sí, te queremos María, eres una gran chica y te curarás, ya lo verás. Entretanto, el doctor de Marcos, ya había preparado la dosis y se dispuso a inyectársela. Ely, abrazó con más fuerza aún a su amiga, que poco a poco, después de inyectarle la metadona, fue tranquilizándose. Ya más tranquila, la sacan del rincón donde se había cobijado, y entre los dos la meten en la cama arropándola bien con una manta, pues había perdido mucho líquido con los sudores fríos del síndrome. Don Daniel de Marcos, quedó unos instantes mirando a las dos amigas receloso de su paciente, pues tenía un especial interés en ella. Después de comprobar la amistad que les unía decidió dejarlas solas, Ely era doctora, estaría bien atendida. (Se decía) Doctora... ¿Sí? Creo que es mejor dejar a la paciente descansar. ¿No lo cree usted así? Si doctor, como usted diga. Bien, creo que será mejor que les deje solas. Que descanse. Buenas noches. Buenas noches doctor, y muchas gracias por su generosidad. La miró, sonrió tímidamente, y abandonó la sala. Ely se quedó mirando a su amiga que aún palpitaba de frío. Pero ya parecía mejor, y Ely, trataba de hacerle olvidar aquellos momentos, como buena psicóloga que era. ¿Va todo bien, María? Sí... mejor... Te contaré algo para que te sientas mejor. ¿Te apetece? Si, por favor háblame. Te contaré cómo le ganó la batalla la hormiga al elefante. "Pues verás, en una de las islas del país de los sueños, vivía una familia de hormigas, que continuamente trabajaban para el invierno frío y húmedo que se avecinaba. Un día... pasó por allí un elefante camino de una charca cercana, donde solía beber y bañarse de vez en cuando, y aún viendo a la familia de hormigas en su camino, no quiso, ni hizo por mover su pata para no pisarlas, lo que hizo que casi toda la familia de hormigas murieran aplastadas. La madre hormiga, se lamentaba y lloraba muy apenada por la muerte de sus bebés. ¡Qué triste Ely! Déjame que termine, seguro que te ha de gustar. Como decía, la madre hormiga pronto empezó a pensar cómo vengarse de aquel gigantesco enemigo, cosa que veía imposible. ¿Cómo una hormiga puede hacerle daño a un elefante? Pero mira por dónde sus lamentaciones fueron oídas por una cigarra amiga de las hormigas, a la que ésta le contó su historia. Pues no sé cómo podemos hacer. (Repuso la cigarra) Aunque... conozco una rana en la charca, que sí podría ayudarnos, o sabría cómo hacerlo. María, escuchaba muy atenta, le reconfortada el relato, y la voz de Ely. Al llegar a la orilla se lo cuentan, y tras conocer la historia de la hormiga se quedó pensando unos segundos... hasta que algo se le ocurrió. Veréis, ya tengo la solución, aunque... siempre queda el verdadero castigo merecido. Pero cuenta de una vez amiga rana. ¿Qué puede hacer una cigarra, una rana, y una hormiga como yo, contra un monstruo semejante? Las decisiones deben ser medidas y cometidas amiga hormiga, el apresurarse en la actuación sólo lleva al fracaso. Escuchadme los dos, (les dijo) conozco a un pájaro carpintero que nos puede ayudar, y con él , el plan será perfecto. ¿Y cuál es el plan ranita? (Pregunta la cigarra) El siguiente: mientras esté en su siesta el elefante, tú cigarra, harás sonar tu dulce música en sus oídos, y cuando se adormezca, el pájaro carpintero le sacará los ojos, después, cuando tenga sed buscará agua, y yo croaré al pie del precipicio donde ira pensando en que es la charca, y de este modo caerá al vacío y morirá. Así lo hicieron... María, cada vez tenía la cara más despejada y atenta al cuento que le contaba la psicóloga. La cigarra adormeció al elefante con su dulce chirriar de siesta, cuando se adormeció, el pájaro carpintero le sacó los ojos, y poco después se escuchó el croar continuo de la rana, que inequívocamente le indicaba al gigante el camino a la charca donde él podría saciar su sed, lo que hizo, que el gigante animal se precipitase al vacío muriendo. Después de agradecer la hormiga a sus amigos su valiosa ayuda, le contestó la rana... amigos en el pesar, amigos de verdad. ¿Qué tratas de decirme, Ely? Porque... estoy segura, que no has contado el cuento porque sí. ¿Cuál es la moraleja? Muy sencillo, querida María, lo que trato de hacerte comprender, es que no hay enemigo grande, que por muy grande que sea, no podamos vencer. O, sea, ¿que dudas de mí? ¿Crees que no podré superar esto? ¡No, todo lo contrario! Que hayas flaqueado ahora no quiere decir que no vayas a conseguirlo. Sé que si, y confío en ti. Déjanos ayudarte, es lo único que te pido, María, aunque flaquees tú en otros intentos, déjanos ayudarte y venceremos juntos a la fiera. ¿Qué te parece? Sí, tienes razón Ely, te lo prometo, haré todo cuanto esté en mi mano para salir de este infierno. ¡Te lo juro! En ese momento, como alma que lleva el diablo arrasando cuanto se le ponía en el camino, entró Pancho en la habitación de María. ¡María! (Pancho) Ni Ely, ni María, salían de su asombro del susto tan tremendo que se dieron viendo la expresión de loco reflejada en la cara de Pancho. ¡Vamos! ¡Sal de la cama! ¡Te vienes conmigo! ¡Tú, pécora, te quitas del medio! De un empujón, la lanzó contra la pared dejándola medio aturdida. María, se acurrucaba en la cama llena de terror. ¡He dicho que salgas, víbora! ¡Vamos! Cogiéndola por un brazo la sacó a rastras de la cama donde estaba. Como pudo Ely se incorporó, y tocó insistentemente la alarma de la mesilla de noche, por lo que rápidamente acudieron varios enfermeros pensando que algo grave le ocurría a María. Al llegar a la habitación comprendieron que no era la clase de alarma que ellos sospechaban. ¿Qué ocurre? ¿Quién es usted? ¿Es que está loco, o que? Quítate del medio, gilipollas. No sabes con quién hablas. Me importa un pepino quien sea usted amigo, pero la chica se queda. ¡Já! La "chica," se viene con “menda”. Uno de los enfermeros, trató de impedirlo sujetando a Pancho, lo que hizo que éste soltase a María como para defenderse, lo que aprovechó para correr al lado de Ely, que la abrazó fuertemente haciéndola entender dado su débil estado mental, que allí estaba ella, una amiga, y que la ayudaría. Entretanto; otro enfermero trató de sujetar a Pancho, a la vez que el enjuto y delgado personaje, lanzaba al que lo sujetaba contra él. La enfermera viendo la cosa tan mal, opto por llamar a seguridad desde admisión. En pocos minutos, mientras el forcejeo con Pancho seguía, llegaron los dos agentes. ¡Quieto amigo! ¡Se acabó el baile! Aún Pancho no cejaba en su empeño, por lo que el agente tuvo que sacar su arma reglamentaria. ¡He dicho que quieto, maldita sea! ¡Al suelo! Ya viéndose delante del cañón del arma, se lo pensó mejor. Pero aún la lengua seguía su marcha insultante y amenazadora. ¡No te librarás de mi, María! ¡Me oyes! ¡Volveré! ¡Juro que volverás conmigo! ¡Lo juro! Sí... pronto sabrás de mí. ja , ja , ja ,ja Marchó riéndose como un loco escoltado por los agentes que, por supuesto lo expulsaron del hospital prohibiéndole la entrada. Tranquila, cariño, ya pasó todo. María temblaba como una hoja, aterrorizada, pues sabía cuánto odio y maldad había en aquel hombre. No te preocupes por nada cielo, no te dejaré sola un momento, te lo prometo. Vamos, vente a la cama. Casi como un zombi, María, se dejaba llevar hacia donde Ely quería. La psicóloga comprendió enseguida el efecto que había causado la presencia, y amenazas de aquel hombre cruel en su cerebro, pero lucharía, lucharía por María, hasta conseguir salvarla de las dos bestias que la amenazaban, por un lado las drogas, por otro, aquel despiadado ser vil y cruel llamado Pancho. La arropó tiernamente como una madre hace con sus hijos, y acariciándole el pelo, pronto quedó dormida, rendida por los esfuerzos de aquel día tan largo y angustioso. Ella; esperaría velando a María, la llegada de sus amigos a la mañana siguiente.









Capítulo LXXXVIII

Mientras en Santa Mónica ocurría esto: tanto Idoya, como Amaya, quisieron probar suerte en las calles de Nueva York. Al principio, como poco conocedoras de aquellos lugares, parecían sentirse incómodas y temerosas, pero poco a poco, afloraba aquella profesión tan baja que tan bien conocían, y ejercían con tanta habilidad. Los resultados no se hicieron esperar, pronto empezaron a pulular depravados y viciosos por el lugar, aquellas callejuelas semi-en-tinieblas, alumbradas por escasas y mortecinas farolas, donde el mundo de la noche comenzaba a palpitar, y mover el mundo del vicio, la corrupción, y la droga. Ellas, ya parecían estar en su salsa, eran ellas, y a pesar de ser otro país, el idioma de su profesión era el mismo. ¿Buscas compañía "cariño"? Pues... ¿Es que no te gusta lo que ves? Pues espera, que te enseño lo que no ves... (Empezaban a tender sus redes a los incautos degenerados, que deambulaban por aquellos parajes, pues no cabía duda, que todos aquellos hombres y mujeres, buscaban lo mismo.) ¡Si es que me pones a cien! ¡Cachondo! Amaya, tenía escuela, ya se veía, pero dada su edad, los hombres preferían a Idoya, aunque permanecía callada. ¿Es que tu amiga no habla? De vez en cuando. La prefiero a ella... ¡Es que yo no te gusto mamón! ¡Has visto algo así en tu vida! ¿He? ¿Cara culo? Bueno... de todo hay. ¡Vete al carajo, estúpido! Idoia acompañó a aquel hombre. Tenía el cuerpo exuberante y juvenil, nada que ver con el carcamal de Amaya que, a pesar de su edad una mujer aún joven, daba la sensación de tener veinte años más, por la mala vida llevada hasta entonces. ¿Qué, bonito? ¿Te apetece echar una copa conmigo? ¡Déjeme en paz! ¡Mierda! (Mascullaba Amaya, mientras trataba de hacer alguna captura esa noche de cacería, su primera noche en Nueva York, aunque no lo tenía del todo fácil, lo intentaría, estaba obligada si quería regresar a su país.)
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Aquella noche, su primera noche de calabozo a Alfonso, se le podía ver sumamente deprimido por los acontecimientos tan inesperados y absurdos, que le ocurrían, pero a la vez eficaces para aquel que lo tramó todo. Pensaba en su vida, en cómo comenzó todo. Fue todo tan rápido, tan insospechado... ¿Quién me iba a decir a mí (se preguntaba), que de mi interés por hacer una tesis sobre las drogas me vería encarcelado? ¿Cómo iba yo a imaginar que mi propia hija fuera una pieza de mi propio puzzle? Yo sólo pretendía estudiar el comportamiento y los efectos de las drogas, y tratar de sacar una conclusión positiva para alguien, para que alguien aprendiera lo tenebroso y nocivo de ese mundo de degeneración y muerte. No puedo comprender qué estrella me guía. Si me guía, o me desvía de mi camino. No lo se. ¡Dios santo! ¿Pero qué está ocurriendo? Sin saber cómo, sus recuerdos se materializaron en su padre, los recuerdos que tenía de él, los consejos que le daba, las penas y alegrías que pasaron juntos... Y por fin recostado en el camastro del calabozo recordó su muerte. Lo añoraba en aquellos momentos tan tristes y dramáticos para el. Como el humor era pésimo la pluma se dirigió al papel sin apenas darse cuenta (como siempre), para leer al final lo que su subconsciente escribía casi por inercia.
Invalidez y muerte

Odio decir estas cosas,y sin embargo las sientoen el más recóndito asientodonde me nacen las prosas,donde rompen las olas al vientode mi mar, mi playa y mi costa.
Donde se inflama mi pecho,donde gimen ya maltrechosel dolor de mis mayores.De corazones ya viejosmis pensamientos les dejocon sangre escritas razones.
Allí donde la razón sangra,y la mente a olvidar tira...nunca la deis por perdidalas profundas esperanzas,sagrada y Santa añoranza,por la vida ya vivida.
¿Por qué, si la luz en la vida,aparece en amanecer clarola bruma del desamparoos niega al postre vivirla,y os quedáis desolados?
¡Qué júbilo en la nacencia!¡Qué amarga hiel la vivencia!
Que a pesar de ser vivida,de gozos y amores plena,de trabajo y sufrimiento llena,quita la muerte aguerridala vida plácida y amena.

En el abismo profundo,de la mente con sus mundosllega la muerte maldita,arranca de un sesgo en sus frenteslas agradables vivencias... sus gentes...¡Los más íntimos recuerdos se los quita!
Más que la muerte ingrata,así es lo que le arrebata,dejando sus cuerpos inertes,dejando sus mentes blancas,dejando en penumbra sus almasen sus cuerpos inocentes.
¡Que júbilo en la nacencia!¡Qué amarga hiel la vivencia!
La sombra de la guadaña,a veces hiere mortal,a veces hasta letal.Y sin embargo se ensañadejándolos en la mitad.


Fuentes que un día dieronaquel fresco manantial,se convierten en erialel amor que a todos dieron,los recuerdos que vivieron,al traspasar el umbral.
De sus aguas cristalinas,las cumbres de sus colinasse tornaron de papel,tan frágiles como los niños...¡Tan faltos de cariño...!¡Tan amargos como hiel!
¡Qué júbilo en la nacencia!¡Qué amarga hiel la vivencia!
¿Cómo los niños de ayer,se tornan en la vejezde ser hombres a ser niños,de ser niños a bebés,de bebés y en un guiñovuelven de nuevo a nacer?

El nacer de la impotencia,de sus ávidas creenciasdel mañana y del ayer.En lecho de mármol frío,sus aguas vuelven al ríode su macabra vejez.
¡Maldita muerte! ¡Maldita!¡Maldita enfermedad que quita,en la serena inocenciala media vida postrera,y la otra mitad que espera,con ansiedad y paciencia!
¿Cuál no será vuestra ansiedad,al veros en ese estadoañorando tiempos pasadosde amores y de bondadcon el corazón agotado?
¡Qué jubilo en la nacencia!¡Que amarga hiel la vivencia!
¿Qué sienten vuestras entrañas,cuando la maldita guadañapulula sobre vuestras cabezas,amenazante y temidacon el alma mal herida,y esperada con nobleza?
¿Qué sentís cuando en el lecho,heridos de muerte y maltrechos,y vuestros queridos parientesimpávidos esperan fuera;rezándole de mil manerasa ese Dios omnipotente.?
¿Cómo afrontáis inertes,ansiando y temiendo a la veza la granada vejezla llegada de la muerte?
¡Maldita muerte! ¡Maldita!¡Maldita enfermedad que quitaEn la serena inocenciaLa media vida postrera,Y la otra mitad que esperaCon ansiedad y paciencia!
¡Aléjate, muerte! ¡Alimaña!¿No ves que tienen razones,para amar los corazonesque a sus vidas acompañan?
(trombosis cerebral)
Sin apenas darse cuenta, y a altas horas de la madrugada, Alfonso cayó rendido en aquel jergón de paja apestoso y maloliente de la celda.
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Para aquellas horas, el avión donde viajaban Marta, Jesús y su futuro cuñado Enrique, sobrevolaban ya Nueva York. Desde lo alto ya podía adivinarse aquel amanecer claro, sereno y limpio. Un cielo celeste, unas nubes de algodón y un rojizo resplandor en el horizonte que dibujaban las majestuosas montañas de aquel estado. Algo tibio y tranquilizador para el alma de nuestros amigos, que contemplaban desde las ventanillas del aparato donde viajaban tan deseosos de conocer las vivencias, el sufrimiento y la salud de sus amigos. En pocos minutos el avión tomaba tierra, y sin más demora hicieron que un taxista les llevase al hotel donde supuestamente se alojaba Ely, y donde ocurrieron los hechos que llegaron al encarcelamiento de Alfonso. ¿La señorita Elisa Maldonado, por favor? El recepcionista tardó unos segundos en reaccionar, pero por fin... Lamento tener que comunicarles que en estos momentos no se encuentra en el hotel, señores. ¿Nos puede indicar dónde podríamos verla, si es usted tan amable? Lo siento, señor, no sabría... Bien, gracias, muchas gracias. ¿Deberíamos coger habitaciones, no os parece? Sí, claro Marta, por supuesto. Jesús, cariño. ¿Qué podemos hacer? Creo que no podemos hacer otra cosa que esperar a Ely, no sabemos dónde está nuestra amiga. Sí, tienes razón, Jesús. ¿Tú qué crees Enrique? Pienso igual que Jesús, hermanita, no te impacientes y tranquilízate, que todo tendrá una solución de un modo o de otro, ya lo verás. ¿De acuerdo? Rinnng ...rinnng... ¡Señor Jesús Idoate, al teléfono, por favor! ¡Quizá, sea Ely! (Marta) ¿Sí? ¿Dígame? ¡Jesús, gracias a Dios! ¿Qué ocurre Ely? Perdonadme que no os haya recibido Jesús, pero ha sido del todo imposible, anoche María, tuvo una de estas primeras crisis tan malas y después que logramos calmarla, apareció el cafre de Pancho, su pareja. Como un loco se quería llevar a María a toda costa, hasta que por fin, los de seguridad lograron expulsarlo del hospital, pero se quedó muy nerviosa María, y no he querido abandonarla, temo que pueda volver esa fiera otra vez. ¡Caray con el pájaro! No importa Ely, cuando amanezca iremos. Sí, ya os explicaré, stoy en el hospital Santa Mónica. ¡Bien! ¿Qué tal estás tú? Por mí no debes preocuparte, yo estoy bien, pero gracias de todos modos. ¿Y Eva? Sigue mejorando, aunque despacio. Nos veremos luego ¿O.K.? ¡Ah! Y gracias por todo, Ely. No hay nada que agradecer Jesús. Os veré luego, un beso para Marta. Clik...... Había pasado toda la noche en vela, cuidando de María era una mujer fuerte de voluntad y de espíritu, pero aquellas últimas horas de la madrugada (quizás ya tranquila sabiendo que sus amigos se encontraban en Nueva York), parecían rendirle muy lentamente, hasta que cayó en un profundo sueño. Más que sueño, pesadilla; su subconsciente se retorcía en sus pensamientos, y con voluntad propia, su cerebro rememoraba el accidente de su marido. (La tensión a la que estaba sometida esos días, hacia que fueran pesadillas sus sueños, que de haber estado en su orden normal quizás su cerebro habría enhebrado sus pensamientos en bellos sueños de amor. En dulces y serenos sueños de amor, dado sus sentimientos por Alfonso. Pero en esta ocasión fue todo lo contrario) Aquel coche conducido por su joven marido se le presentaba tan real, que parecía vivir el momento del accidente en aquella fatídica curva donde se salió y, tras dar varias vueltas, comenzó a arder. En aquellos momentos su cuerpo se estremecía. ¡No! ¡No! ¡Jaime no! Hasta que su mente no pudo resistir la horrible visión, e hizo que despertase sobresaltada y llena de sudor frío. ¡Dios bendito! ¡Oh! Con las dos manos en la cara por el acto reflejo, contempló a María que permanecía dormida y descansaba. Mientras tanto, en su estado oscuro y delirante donde su ser se debatía, no pudo por menos que tratar de poner sus ideas en orden y conseguir el estado mental que su profesión y preparación le exigían, pero aún y así, el shok causado por su visión, no evitó que le viniese a su memoria cierto verso de algún poeta:




SIN TITULO

Llamo a la muerte y no viene¿Dónde se encuentra enterradaque la busco desesperaday mi mano me detiene?Sangra mi frente,me hiere la espinaque mata el estigmacrédulo del penitente.¡Despierta vida latentede tu destierro postrero!Y deja mi mano aferradaa este puñal, y la muertecon el bien templado aceroquede por fin sosegada.
Sí... indudablemente su ser se debatía en incertidumbres y dudas sobre las heridas que la vida le había ocasionado. Era un ser humano y tenía sentimientos, lo que daba lugar, a que todos aquellos acontecimientos últimos, hicieran mella en su psiquis como cualquier persona, por muy bien preparada que estuviese sobre ese tema, pero era humana, y tenía los mismos defectos que el resto de los mortales. ¡Ely! (Se decía auto-convenciéndose de sus deberes) No debes permitir que nada haga mella en tu subconsciente. ¡Eres una mujer valiente! ¡Demuéstratelo! ¡Demuéstraselo a todos tus seres queridos!












Capítulo LXXXIX

Era ya media mañana cuando las rameras regresaban a la cabaña de Pancho. Habían pasado una noche espantosa, llena de vicisitudes y desengaños, pero aún y así, no fue mala la noche para ninguna de las dos. Idoia con jóvenes y viejos, mientras que Amaya, se veía obligada a recoger los más depravados y degenerados de los clientes. Pancho en aquellos momentos, y tras la noche que pasó tratando de traerse a María, decidió inyectarse una dosis de heroína, por la rabia y el despecho criminal que sentía hacia aquella chica por haberlo abandonado. En ese estado de sinrazón se hallaba cuando entraron las dos rameras jurando, y maldiciendo la que ya suponemos. ¿Dónde os habéis mentido? ¿Habéis estado "trabajando"? Si es así, a ver cómo se ha dado la noche. Y a ti que te importa "querido". Mira, "pánfila"... ¡No me llames pánfila, copón! Yo te llamo, como me dé la gana putita. Estás en mi casa y bajo mi protección, lo que me da ciertos derechos, y a ti, otras tantas obligaciones ¡Y una mierda! Bueno, Amaya, creo que será mejor hablar más claro. Voy a hacerte un favor: o, sigues mis órdenes, o veras el lado verdaderamente malo de mi personalidad, y estoy seguro que no te gustaría nada, "querida". ¡A ver la pasta, coño! Sí... aquel hombre parecía peligroso, y aunque Amaya rumiase su venganza, comprendía que las tenía en sus manos. Fue Idoya la primera, y más atemorizada la que se adelantó a darle lo que había sacado aquella noche. Ten... eso es todo. Será mejor por vuestro bien, que no queráis engañarme... ¡Está muy bien! Te has portado, cara bonita, ya lo creo que sí. ¿Y tú, Amaya? Aquí tienes. ¿Sólo esto? ¡Sí, sólo eso! Si te parece poco, sal tú a hacer la calle cara-culo. No seas mal hablada, que así no llegarás a ser una buena profesional. Para ser una buena profesional no hay que ser una bocazas como tú, so "pánfila". ¡Maldita sea! Tranquila, Amayita, sólo trato de darte alguna lección que te vendrá bien en el futuro. Tienes que ser tierna, dulce, seductora, de estilo mejor, y enamorar con los ojos, no con la lengua como tú haces, la lengua la dejas para usarla después, lo primero es lo primero, seducir al hombre, seducir, seducir, y seducir. A Idoya no le hace falta, por su poca experiencia se comporta tímida eso enamora y seduce a los hombres, pero tú ya por tu edad... no tienes que ser tan hortera, debes comportarte como una dama, "Amayita".¡Como una dama! Y no como un puntón de los bajos fondos. Yo, soy yo, y me comporto como me da la gana. ¡Te enteras! Yo sólo quiero hacerte un favor, mejor dos; voy a hacerte otro. ¿Tú favores? No me hagas reír, "Panchito". Pues sí; mira por dónde, quiero ayudaros a reunir el dinero que necesitáis cuanto antes. Pancho, ya sobre la marcha vio el negocio que se le había puesto en las manos sin tan siquiera buscarlo, pero allí estaban en sus manos, aquel puñado de dólares que multiplicaría día a día. –Además; me venderán costo en la calle (pensó), que será doble fuente de ingresos.-Os prometo, que os guardaré vuestro dinero hasta que reunáis el suficiente para vuestra vuelta a casa. ¿O.K.? Pero además, os haré otro favor. Os daré todo el hachís que podáis vender, del que os llevaréis una sustanciosa cantidad. He ahí otra fuente de ingresos. ¿Qué os parece? El odio seguía reflejándose en la cara de Amaya. (Algún día me vengaré de ti canalla, algún día sabrás quien es Amaya Sanjurjo.) (Mascullaba para sus adentro) Pero no tenía otra opción que seguir las reglas del juego de aquel cerdo, baboso y degenerado flacucho. ¿Qué contestáis? ¿EH? Volvió a ser Idoya la que habló primero. Creo que podíamos intentarlo. ¿Tú qué crees Amaya? Creo que nos engaña como a "panfilas," como él mes llama, pero será mejor que no lo intentes pocas-carnes. Ja,ja,ja, "Pocas-carnes" me han llamado de todo en este mundo, pero jamás algo así, tiene gracia. Ja ,ja ,ja... Se palpaba que para aquel hombre, no era ningún problema aquellas dos rameras. Él era un hombre acostumbrado a manejar a otra clase de malhechores, muchísimo más peligrosos que ellas, y no le suponía ningún esfuerzo mantenerlos a raya, y obligarlos a ejecutar su voluntad aunque... algunos de ellos, fuera por ciertas sumas de dinero, claro está. Bien, entonces de acuerdo, me quedo con este dinero, yo lo iré guardando, y vosotras a "trabajar", y trabajar duro si queréis regresar pronto. ¿O.K.? Las dos permanecieron en silencio mientras Pancho, desaparecía en uno de aquellos cuartuchos de la pestilente chabola, con aquella diabólica y maligna risa. Ja ,ja ,ja...
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A primera hora de ese mismo día, y antes de que esto ocurriera, en el hotel donde se alojaron nuestros amigos, el día comenzaba tan temprano como ellos llegaron, ya habían llegado los primeros clientes a la cafetería, por lo que nuestros amigos, Marta, Jesús y Enrique, decidieron instalarse, pero nada más. Será mejor que desayunemos. (Dijo Enrique) Sí, será lo mejor. ¿No crees Marta? Estoy ansiosa por conocer la situación... Hermanita, mi oficio me ha enseñado... que la paciencia es una virtud, que nos ayuda mucho. Da tiempo a reflexionar y evita que cometas errores. Yo no soy como tú Enrique, me corroe la impaciencia. Pues serénate, hazme caso. Si todo es como me habéis contado, está claro que tiene que existir una explicación lógica para todo esto. ¿O no? Si, claro, estoy segura de la inocencia de Alfonso. Tenemos que resolver el misterio, pero también estoy convencida de que mi hermano desmadejará este entramado. Haré lo que pueda, ya sabes que sí. Primero hay que relacionar a esas personas de las que sospecháis con él, luego, buscar los motivos que pudieran haberlos llevado a tenderles esta trampa, y el por qué. Finalmente, hay que demostrar que fueron ellos, y cómo lo hicieron, que será lo más difícil. Las personas a las que nos referimos están relacionadas con él, eso ya lo sabemos, al menos esa tal Amaya. ¿Cómo estás tan seguro Jesús? Pues porque el propio Alfonso, sospechaba de ella y me encargó averiguar si se había visto con el doctor Ugarte. ¿Y? Pues si, fui a la prisión, y en efecto, me dijeron que estuvo allí en un par de ocasiones viéndolo. ¿Crees que la trampa se la ha tendido esa mujer? No creo que haya sido ella sola, tiene que haber algo más. Además de los “por qués”. Sí, tienes razón, Jesús, yo tampoco lo tengo nada claro todo esto. Y sobre todo, lo que me mortifica la cabeza es el hecho: ¿Cómo se pudo cerrar la puerta por dentro o con llaves si estaban una dentro, y la otra la tenía él? Es más; he dado un repaso visual al edificio, y es imposible salir por ventanas o alguna otra salida. Las ventanas también permanecían cerradas por dentro, Enrique. Pues cada vez lo entiendo menos hermanita, pero no os preocupéis, seguro que todo esto tendrá una explicación. Te creo, y queremos creerte, pero Dios nos ayude, esperemos que se solucione. Confía en mí, Jesús. Esta era la conversación que mantuvieron mientras desayunaban, cada uno lo que les apeteció, tostadas, zumo de naranja, café etc.
Ely permanecía a los pies de la cama de María, que había pasado el resto de la noche tranquila y durmiendo. Todo lo contrario que ella, que había estado despierta e intranquila, por María y, el momento que se durmió fue para vivir... mejor dicho, para revivir o rememorar aquel trágico accidente de su marido. La fatiga ya hacía mella en su rostro, los días pasados fueron malos, pero aquella noche fue horrible, el espectáculo de Pancho, quizás pensándolo bien fue lo que menos le impresionó, tal vez su debilidad física, y psíquica, se debiera al trance vivido con su amiga María. El verla en aquel estado tan horrible, con tanto sufrimiento y dolor para ella, hizo que el sistema nervioso de Ely sufriera los latigazos de aquella agonía, que a pesar de su preparación de psicóloga, calaron en lo más hondo de su pecho donde el alma duerme. Para aquellas horas de la mañana, ya sentía la ansiedad, y el deseo de hablar con los amigos de Alfonso, y contarles todo lo ocurrido. La idea de que Alfonso, estuviera en la cárcel era otra pesadilla que le mortificaba. ¡Dios bendito! ¿Pero cómo ha podido ocurrir esto? ¿Y porque? ¿Cómo puede haber tanta gente mala? ¿Cómo pueden llevar a un inocente, tal vez a la silla eléctrica? ¿Puede haber tanto odio en algunos corazones? No quería mortificarse, pero era inevitable, amaba a aquel hombre, y su mente divagaba con mecanismos propios. Unos golpecitos en la puerta le sacaron del abismo donde estaba inmersa. ¡Adelante! ¡Buenos días, señorita Elisa! ¡Ah! Hola Dr. de Marcos, buenos días. ¿Qué tal está María? ¿Ha pasado buena noche? Sí, así es, doctor, ha estado dormida toda la noche. ¿Y usted señorita Elisa? ¿Cómo se encuentra? No le veo buena cara.Estoy bien, gracias doctor, pero por favor llámeme Ely. Está bien Ely. ¿Has desayunado? Seguro que aún no lo has hecho. Pues... Mandaré que le suban un buen desayuno, lo necesita. Usted... perdón, tú también debes cuidarte, Ely, o acabarás por ocupar otra habitación en este hotel. El doctor hizo que Ely sonriese aunque tímidamente, pero lo hizo, y eso le gustó. Enseguida le suben el desayuno, después volveré a ver cómo se despierta María. ¿De acuerdo? Gracias, doctor, es usted muy amable. Quiero decir, que eres muy amable Daniel. Ahora era el doctor el que sonreía mientras salía por la puerta.
Tras desayunar, el taxis de Marta, Jesús y Enrique, cruzaba la ciudad que a esa hora era un hervidero de coches y gentes deambulando hacia todos los lados, como si nadie llevase dirección fija hacia ninguna parte, lo que hacía, que la velocidad del coche fuera algo menor en aquella hora punta, donde todo el mundo salía a la calle para trabajar más o menos todos a la misma hora. Ellos mantenían un silencio discreto, seguro que los tres pensaban en lo mismo, pero daba la impresión que disfrutaban mirando los rascacielos, las avenidas, los comercios, y el ir y venir de las gentes. Ensimismados con el paisaje, y viendo el día tan espléndido que hacía, nadie diría que en el mundo aquel tan bello, pudiera encontrarse otro, ese otro sub-mundo de asesinos, estafadores, violadores, drogadictos, prostitución y narcotraficantes en las tinieblas de la noche.








Capítulo XC

Ya en el hospital, los tres tratan de averiguar la habitación de María, por lo que se dirigen a admisión donde le podían dar todo tipo de información. Fue Jesús, el que se adelantó unos pasos para preguntar. Señorita, por favor. ¿Sería tan amable de decirnos dónde se encuentra la señorita María Quijano? ¡Cómo no! ¡Faltaría más! Un segundo por favorSi, aquí la tengo. Se encuentra en la planta 812 octava planta. Muchas gracias. No hay por qué darlas, señor. Cuanto más se acercaban a los hechos (que temían, pues al saberlos sólo de oídas esperaban encontrarse lo peor), más se aceleraban sus pasos hacia la puerta de la habitación. El silencio en su interior era absoluto y Marta, titubeó al solicitar el permiso, pero por fin se decidió a dar unos suaves golpecitos en la puerta. ¡Adelante por favor! ¡Ely! ¡Marta! ¡Jesús! Que alegría me dais, os agradezco de todo corazón, que estéis aquí. (Mientras se abrazaban las dos mujeres) ¿Que tal Jesús? (Volvió Ely a abrazar a Jesús) Preocupados por todos vosotros, que nos tenéis en ascuas. ¿Y tú, cómo estás? Ahora que estáis aquí, más tranquila. Sí, todo se resolverá. Te presento a mi futuro cuñado, Enrique. ¿Hermano de Marta? Encantada de conocerte. Por favor Ely, seamos todos amigos, y trátame de tu. ¿Te parece? Como quieras Enrique, gracias. ¿Cómo está María, Ely? Ha pasado la peor noche de su vida hasta hoy, pero es una gran chica, con mucha fuerza de voluntad, saldrá de esta porquería, estoy convencida.¿Y Eva? Aún sigue en coma, ha sido muy grave lo suyo, pero según el doctor Smitz, va aceptando el tratamiento y mejora, aunque lentamente, pero mejora. Lo que no saben los doctores es en el estado que podrá quedar dado la gravedad del golpe en la cabeza. Esperemos que sea cuestión de tiempo, como con María. ¡Dios lo quiera así! En esos precisos instantes, María se despertaba. ¡María, cariño! ¿Cómo te encuentras? Buenos días Ely, bien, gracias... a ti. ¡Jesús! ¡Marta! ¡Qué alegría, volver a veros! ¿Cómo estáis? Y, ¿qué hacéis aquí? Es una larga historia, hija... ojalá nos habrían pedido ayuda antes. ¿Quién? ¡Vosotros, claro! Con las vicisitudes que estáis pasando aquí los cuatro, nos habría gustado que confiaseis más en nosotros, y nos hubieseis contado todo lo que os ocurría, tanto a ti como a tú madre, María. No te enfades conmigo, dame un abrazo. (Así lo hizo Marta) Te quiero cielo... ¡Cúrate pronto! ¿Me lo prometes? Dalo por hecho, Marta, tengo la mejor ayuda profesional que hay. La vista se le fue a su amiga Ely, que sonreía dulcemente. ¿Conoces a mi hermano? Pues no, no tengo el gusto... Mira, te presento a mi hermano Enrique, es detective, y viene a ayudar a esclarecer el misterio que envuelve a tu padre. Hola, Enrique, encantada de conocerte. ¿De veras crees que puedes ayudar a poner en orden la vida de mi padre, Enrique? ¿Crees tú que tendrás la suficiente fuerza de voluntad para curarte? ¡Estoy convencida! Eso mismo pienso yo del problema de tu padre, que estoy convencido, si pensase negativamente nunca haría nada bueno. ¿No crees? Sí, tienes razón, Enrique, hay que ser optimistas, ayuda mucho. Yo diría, que es el todo. Ya verás como todo tendrá una explicación lógica, los misterios sólo existen en la Biblia, pero aquí entre los mortales es más fácil ver las cosas, ya verás. ¿Tú también lo crees así Jesús? ¡Pues claro, chiquilla! Si quieres alcanzar una meta,,, sólo tienes que proponértelo, y ya está. ¡"No problem"! Como lo dijo en un tono de broma, a María le brotó la risa. Ja ...ja... ja ...ja Sigue así, que vas muy bien ,María. (La psicóloga veía que el estado de ánimo le había cambiado a su amiga María, por lo que a pesar del cansancio que sentía su cuerpo, se encontraba satisfecha.) Ahora fue Enrique, el que se interesaba por los hechos. Ely, por favor me gustaría que me pusieras al corriente de todo lo que ocurre aquí, quiero hacerme una composición de lugar. Sí, claro, sentaos por favor. Tomaron asiento en un pequeño tresillo que se encontraba en la sala, donde hablarían más cómodos. La verdad es que, no sé por dónde empezar, Enrique. Desde el principio, de todo lo que recuerdes, quizás cualquier insignificancia puede ser importante para la investigación. Pues verás, Enrique, cuando Alfonso, salió de nuestra ciudad, no podían imaginar lo que le esperaba aquí, la fatalidad del destino hizo que en realidad sus sospechas sobre María, fueran ciertas. Encontró a su hija en un gueto de mala muerte, y con un compañero que ya en principio no le gustó, y si conocieras a Alfonso comprenderías mejor, fue a ver a ese personaje para obligarlo a dejar a María que hiciera su vida en paz, pero el tal Pancho, que así se llama, trató de amenazarlo con una pistola a lo que Alfonso, se adelantó, y se hizo con ella, la empuñó, y persuadió, o trató de hacerlo, de que dejase a María, trayéndose la pistola. Después, un día, haciendo futing le asaltaron tres gorilas mandados por ese tal Pancho (toda una joya), y le propinaron una paliza. Se enteró, tres días después, del accidente de Eva. Después, aparece aquí una tal Amaya con otra chica de su misma profesión, ya sabes... diciendo que era su hija, quería que la reconociese como suya, pero luego en definitiva, lo que quería era dinero, 10 millones. Anoche sin ir mas lejos, estuvo aquí Pancho tratando de llevarse a María, comportándose como un loco, y tuvieron que echarlo del hospital. Te puedes imaginar con la crisis que sufría María... ¡Cristo!... Ella supone que no es un cualquiera, quiero decir que no es un pelagatos, sospecha que trafica con grandes cantidades de droga... así como se ve. Te digo esto, porque parece un indigente, borracho, y nada más. Hasta ahora parecen líos comunes, no veo la relación que tiene, conque Alfonso esté en la cárcel. Es que hay mucho más, Enrique. Sí, me imagino, ya me ha contado Jesús, que puede haber conexión entre esa tal Amaya, y el doctor Ugarte. ¿Tú crees que puede ser así? Pues sí, se me ha pasado por la cabeza, porque ella sola es imposible que actuase de ese modo. También le podía haber hecho el chantaje hace años, y no ahora, y aquí, ha tenido que venir a Nueva York. También la había relacionado con el hermano de Jesús, y tratase de vengarse en la persona de Alfonso, creyéndolo culpable o cómplice de su muerte. Pero eso lo hemos descartado, Jesús, asegura que su hermano no tuvo nada que ver con esa mujer. Claro que, tampoco conocía su vida, pues como sabes llevaba una doble vida que nadie de su familia conocía. Sí, algo me han contado... Cuéntanos que fue lo que ocurrió para que encerrasen a Alfonso ,Ely. Eso, ha sido ya el colmo de los colmos, Jesús, él estuvo conmigo todo el día, nos fuimos al hotel después de pasar el día aquí con Eva, y en el camino nos llamó poderosamente la atención sirenas de policía, y ambulancias, nos sorprendimos al ver que se encontraban en nuestro hotel, pensamos que pudiera haber ocurrido algún incendio, pero no fue así, al llegar al hall un policía nos cortó el paso impidiéndonos la entrada, y le pidió la documentación a Alfonso, al ver que se trataba de Alfonso Quijano, sin más lo detuvieron como sospechoso de la muerte de una camarera en su propia habitación, en la cual encontraron mil gramos de heroína. Te puedes imaginar, nos quedamos atónitos. ¡Inaudito! No puedo creer semejante atrocidad. Ni yo tampoco Marta, ni ninguno de nosotros, Alfonso, es incapaz de matar una mosca. ¡Así es, Jesús! Pero los hechos están ahí. ¿Qué hechos son esos, Ely? Todo fue tan rápido, tan asombroso, que apenas pude darme cuenta de lo que ocurría en esos momentos, pero después las conjeturas policiales fueron las siguientes: alguien llamó del propio hotel diciéndole a la policía que habían encontrado droga en la habitación de Alfonso. En este momento el ávido detective detiene la conversación de Ely. ¿Cómo dices? ¿Cómo pudo decir que habían encontrado droga en la habitación de Alfonso? ¿No decís que estaba cerrada con llave la puerta, y la única llave que había la tenía él? Si, así es, Enrique, ese es uno de los misterios. Sin embargo la persona anónima no comentó nada del asesinato. Del cuerpo que la policía encontró en su habitación. ¿Cómo murió la chica? Fue de un disparo, un único disparo que fue hecho por un arma que tenía Alfonso en su habitación. ¿La que le arrebató a ese tal Pancho? ¡Sí, esa! He ahí el motivo de que tuviera sus huellas el arma. Aparentemente es un caso sencillo, aún explicando su coarta de no existir una tercera llave. No Enrique, el hotel asegura que sólo existen dos copias de cada habitación. ¡Qué me aspen si lo entiendo! Pero tranquilos que llegaremos al fondo de todo este misterio misterioso. Bueno, creo que será mejor que nos empecemos a mover... Yo te acompaño Enrique. Como quieras, Jesús. Nosotras nos quedamos con María. Cariño, después visitaré a Eva, para ver cómo se encuentra. ¡Bien! Me parece bien. Las dos amigas quedaron con María, y ellos salían pensativos. A Enrique, era algo que en principio se le escapaba a su comprensión, pero no dudaba que había más, mucho más que estudiar en ese caso, estaba seguro que no podía ser tan sencillo como la propia policía lo había enfocado. ¿Cómo puede ser culpable, e ir plácidamente a cenar con Ely? Si sus amigos lo creen inocente, yo no puedo por menos que pensar igual. Un hombre que vino aquí a Nueva York a salvar a su hija, que no tiene más aficiones que sus libros, sus cuadros, sus poesías, sus escritos y su oficio de periodistas, sin una mancha en su vida. ¿A qué cuento, y por qué, iba a matar a alguien? ¿Y a una desconocida camarera por qué? Aquí hay gato encerrado, con estas " pájaras " y el tal Pancho. Porque... ¿A qué cuento viene también la supuesta venganza de esa fulana Amaya, o como se llame? En fin, ya iré enhebrando la madeja. ¿En qué piensas Enrique? No, nada, cosas mías. ¿Qué tal con Marta? Creo que no puedo encontrar otra mujer que la supere, estoy enamorado de ella. Si, eso está claro, no hace falta que des detalles se os nota en la cara. Si, Enrique, somos felices juntos, y queremos casarnos, pero... Es que hay algún pero, Jesús. ¡No! En absoluto, no por Dios, con Marta no. No me mal interpretes, el único pero que vemos los dos, es que no nos gustaría casarnos sin el acompañamiento de nuestros amigos. ¡Comprendo! Esperaremos a que todo este embrollo se solucione, y después nos casaremos. Quizás no sea tan sencillo Jesús. Esperaremos lo que haga falta, puesto que estamos convencido de su inocencia, que todo ha sido una trampa muy bien urdida, que además le ha salido bien al que sea. De momento, Jesús, ten confianza. Sí, la tengo Enrique, pero me gustaría tener tu seguridad. Estaré más seguro cuando encuentre la punta de la madeja. Que andará por algún lado digo yo... ¿No crees? Sí, claro, en algún lado... Esperemos que la suerte nos eche una manita también, Jesús, ya sabes que al final siempre ganan los buenos. Eso espero, compañero...
















Capitulo IXC
En los calabozos policiales, Alfonso repasaba sus gustos, sus ideas de la vida, la memoria le reculaba a su ciudad natal, a sus montes, sus valles, sus gentes, en aquellas noches maravillosas con las que se extasiaba él, hasta el amanecer, en aquel titilante lucero que ahíto se aferraba al cielo despertando la alborada. Aquel cuadro inacabado con la mujer sin rostro, convencido de que jamás lo tendría, viendo aquella pesadilla de su destino estaba seguro, que toda su existencia acabaría en alguna prisión estatal, conociendo la firmeza de las pruebas que le habían llevado allí, y la convicción de la policía en ellas. Su imaginación seguía volando, pero a pesar de ello, aquella pluma y aquellas cuartillas que le permitían tener para escribir alguna carta, volvía como por arte de magia a cobrar vida propia, donde reflejaba claramente su estado de ánimo sin pretenderlo siquiera, como evocando su alma, su espíritu de libertad allí donde menos la tenía.


Mis prisiones
Rodeado de mi carneprisionero de mis huesos,grito desde mis sueños,ahogado en mi propia sangre.Desde aquí, de mis prisiones,hay mil cosas que nunca harésin embargo soñaréque puedo hacer a millares.
Hay algo que nunca harécorrer más que mis piernasllegar antes que mi cuerpoo ser más alto que mi cabeza.No puedo abrazar más que mis brazos,ni ver más que mis ojos,ni besar más que mis labios.Pero aún dentro de mi encierro...puedo ser lo más grande,lo más inmenso,lo instantáneo, lo eterno.Tener todo el tiempovivido por mi edad,todo el tiempo pasado,y todo el tiempo por estrenar.Puedo andar por la mar,puedo volar hasta el cielosin tocar jamás el suelo,y en la tierra bucear.Puedo ver el firmamentocon ojos de libertad,puedo oír la soledad,y ser más rápido que el viento.
¡Hay! Si de este penal saliera,no habría mayor soñarque la libertad de amar.¡Hay, si tú me quisieras!--------------------------------
En realidad, ni él mismo sabía muy bien lo que en realidad escribía su mano, pues, su mente tan confusa estaba, que no podía descifrar hacia quien, o para quien iba dirigido aquel poema. Eva, le preocupaba, era cierto, pero... ¿Habré amado a Eva alguna vez? ¿Volveré a ver algún día a la chica pizpireta de los ojos verdes? Pensaba mucho en María. ¿Cómo estará mi niña? Te he fracasado cariño, cuando más me necesitabas. ¡Te he fracasado...! Sólo Ely, sabe que estoy aquí. ¿Qué estará haciendo en estos momentos? ¿Y que será de mi niña? Quizás se haya marchado ya, y mi niña se encuentre sola, sin apoyo de nadie. Lo comprendería, tendrá sus obligaciones que atender, jamás volveré a verla. ¡Maldición! ¿Qué habré hecho yo en este mundo, para merecer esto? No me importa lo que me pueda ocurrir a mí, pero... ¿Podrá María salir de las drogas? ¿O se sentía sola, y abandonada, y caerá de nuevo en ese abismo oscuro de las malditas drogas? Ahora comprendo muchas cosas, sí... el estar privado de libertad me ha hecho reflexionar en toda mi vida. He vivido tan feliz... sin problemas, que casi no me he dado cuenta de todo lo que ocurría a mí alrededor, y sus consecuencias. ¿Cómo he podido pensar durante veinte años, que seguía enamorado de Eva, sabiendo que se casó con otro hombre? Ahora lo veo más claro, quizás sólo ha sido un espejismo formado por mis deseos de ser feliz, cuando en realidad lo que me ha unido a ella ha sido una verdadera y fuerte amistad. He sido yo, el que me aferraba a la idea de tener una familia, eso ha hecho que pensase en Eva, y sólo en ella, circunvalando mi mundo en torno suyo. Ahora que me falla Ely, comprendo lo que realmente siento por ella. ¡Demasiado tarde! Porque... ¿Quién me puede ayudar a mí? Mis amigos no saben nada de mi paradero, y aunque así fuera, y Ely, les haya contado... ¿Qué pueden hacer ellos? Aquí la policía, parece que lo tiene todo muy claro, y en realidad, todas las pruebas apuntan hacia mí. Quien haya tramado esta encerrona lo ha hecho bien esta vez. ¡Malditos cabromes! ¿Quién, y por qué? ¡Oh! De todos modos... ¿Cómo puedo estar seguro, de que los sentimientos de Ely me corresponden? ¡Quizás no vuelva jamás a verla! ¡Dios bendito! ¡Esto debe de tener una explicación! No sé cuál, pero algún fallo habrá cometido, la mente retorcida que está detrás de todo esto. Estoy seguro que todo lo que me ha ocurrido hasta ahora desde que puse el pie en Nueva York, está relacionado, pero... ¿Quién? ¿Y cómo demostrar mi inocencia? ¡Acabaré loco! ¡Pueden condenarme por un delito que no he cometido! Quizás para años, o tal vez... no, no quiero ni pensarlo. La imagen de la silla eléctrica, o la inyección letal le aterraba.
En aquellos precisos instantes, estaban Jesús, y Enrique, en las dependencias policiales. Por favor. ¿El inspector? Aquel gordo y pesado policía de recepción, no se dignó ni mirarlos, con las gafas en la punta de la nariz contestó: ¿El inspector Eliott? ¿Es él, el que está al cargo de la comisaría? Sí, así es. Pues sí, con él quisiera hablar, por favor. Espere un minuto que se lo haré saber... (Levantando ya la vista, más por obligación que por educación) ¿Quién quiere hablar con él? Me llamo Enrique Campillo, haga el favor de decirle que soy detective, y me gustaría hablar con él unos segundos. Sí, claro, detectives... Recorrió el pasillo aquel montón de carne con ojos moviendo la cabeza negativamente como diciendo: ¡El listillo de turno...! En pocos minutos volvía con sus andares pesados, y lentos. ¡Síganme! Jesús, ya no pudo contener la rabia que le producía ver tan poca, y mala educación en aquel hombre. ¿Es así como les enseñan en las academias a tratar a las personas? Aquel obeso policía, sólo se limitó a mirarlo por encima de sus lentes con cierto aire de desprecio. Ese es su despacho. (Les señaló con el dedo) Con unos golpecitos en la puerta, y entornándola, Enrique, demuestra su perfecta educación, y solicita la entrada. ¿Da usted su permiso? ¡Adelante! ¡Adelante! Extendiéndole la mano con la soltura que le caracterizaba... ¿Señor inspector? ¿Que tal, como está usted? Bien, gracias. Siéntense por favor. Bueno... ustedes dirán que les trae por aquí. Me han comentado que es usted policía. No, señor inspector, sólo detective. ¡Ah! Detective, eso está bien. Pues usted dirá, señor... Llámeme por mi nombre, por favor, Enrique, me llamo Enrique Campillo, y éste, es mi amigo Jesús. Apenas le daba importancia a todas aquellas formalidades, y seguía con sus papeles revolviéndolos de aquí para allá. ¿Y bien? Pues verá señor, mi cliente ha sido detenido, y me gustaría revisar su caso. ¿Y se puede saber quién es su cliente? ¡Ah, si, perdone! Mi cliente es Alfonso Quijano. ¡Alfonso Quijano! ¡Hombre! Vaya, vaya, vaya. ¿Qué intenta decirme inspector Eliott? Pues, que es un caso clarísimo, creo que no debería perder su tiempo. Por mi tiempo no debe preocuparse, tengo mucho sin estrenar. Sí, claro, pero lo perderá. Creo que lo que haga con mi tiempo, es exclusivamente de mi incumbencia. Enrique, ya no pudo por menos que ponerse más en su sitio viendo el estado de abandono de toda la comisaría en general, incluyendo al inspector. Es su deber permitirme ver a mi cliente, necesito conocer los hechos según su versión. Su versión no cuenta, amigo, los hechos están ahí, y las pruebas son suficientemente claras y concisas, para que no haya duda alguna de su culpabilidad. A veces, las apariencias engañan... No en este caso. ¡No pueden verlo! Según la constitución todos somos iguales ante la ley, tenemos derecho a ser defendidos, y somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, y no al revés, inspector. Sí, claro, tiene usted mucha razón, pero como le digo, hay pruebas suficientes para condenarle. ¿A qué pruebas se refiere? Sus huellas en el arma, por ejemplo, un ejemplo contundente. ¿ No le parece? El paquete con un kilo de heroína en su habitación. Otra prueba contundente. Pero... ¿Me puede explicar, que motivos podía tener él, para matar a una desconocida? Eso es lo menos importante, puede ser cualquiera. ¿No cree? No, no lo veo tan claro como usted. ¿A qué nombre estaba registrada el arma? A ninguno, fue robada. ¿A quién? A un policía asesinado. ¡Caray! Lo siento. Lo que nos demuestra, que ese arma lo podía tener cualquier una vez sacado al mercado negro. ¡O.K.! Bien, dejemos el arma por el momento, si sus huellas estaban en él, está claro que lo tuvo en la mano, ¿no es así inspector? ¡En efecto! ¿Le han analizado las manos para buscar restos de pólvora? Dígame... ¿ Le han hecho la prueba de la parafina? Le repito que está claro que disparó él, si no, ¿me puede explicar cómo se cerró la puerta con llave? Le analizaron las manos, ¿o no? ¡No! No ha hecho falta, le repito que sólo existe la posibilidad de dos llaves, y es imposible que se cierre sin ellas. Sí, ya se, una la tenia la chica dentro. En efecto, veo que no ha perdido su tiempo señor Campillo. Perdone usted, soy una persona muy meticulosa, es deformación profesional. ¿Me podría enseñar el expediente? Me gustaría revisarlo. No, no es posible, las normas son las normas, debería saberlo, señor Quijano. Bien, permítame verlo, pues. Está bien, les concederé unos minutos, pero les aseguro que todo será inútil. No importa, señor inspector, se lo agradezco de todos modos. ¡Pasen por aquí! Aunque les repito, que no conozco otro caso más claro que este. Una última pregunta, inspector... ¿Por qué cree que volvió tan inconscientemente al hotel? En primer lugar no sabía que algún buen samaritano nos había avisado, o quizás fue su propia coartada montada así para parecer inocente. Sí... claro, claro. No quiso llevarle más la contraria hasta no hablar con Alfonso, y le contase su versión de los hechos.







Capítulo IIXC

Ely, a pesar del cansancio físico que soportaba, era también una chica tozuda, como María, y valiente, parecía crecerse con los problemas y adversidades que se les venían encima sin tan siquiera ser suyos, pero la amistad que hizo con aquella familia en general, y el haberse enamorado platónicamente de Alfonso, en particular, hacía que se recreciese su espíritu luchador. Marta. ¿Te apetece ver a Eva? Sí, me gustaría, estoy ansiosa por conocer su estado. Vete a visitarla, yo me quedo con María. ¿No te importa quedarte sola? No, en absoluto , ve por favor. Lo haré, gracias Ely. Tratando de abrir la puerta, ésta se abrió. Buenos días. ¿Qué tal como están? ¡Ah! Hola, buenos días doctor de Marcos. Bien, gracias. Perdone, ya me iba. Seguro que no te importa que vaya a ver a tu madre, María. ¡No, por Dios! Vete por favor, y cuéntame cómo se encuentra. Bien, hasta luego... doctor... Adiós, buenos días. ¿Cómo está la enferma? Ya parece mejor, doctor. ¿Qué tal María? Bien ... ¡Qué ánimo es ése! ¡Arriba, los corazones! Perdone doctor, no se me ha olvidado... El qué, señorita? No puedo olvidar mi falta de educación con usted anoche... Le agradezco su comprensión ... ¿Sabes cómo me harías un favor? Me gustaría resarcirle doctor. Dígame cómo, y lo haré. Olvídate del usted. ¿De acuerdo? Llámame Daniel. No sé... (Se ruborizaba María) Está bien, como quieras Daniel. A él, le habría gustado decirle más, muchas cosas más, su corazón se agitaba cada vez que se acercaba a María, pero debía esperar, no era momento idóneo, aún era una chiquilla vulnerable, y a su entender su mente debería estar lúcida, y despejada, que pudiera pensar su cerebro, que pudiera sentir su corazón, que pudiera entender sus sentimientos hacia ella. Así me gusta. A ver esos preciosos ojos que tienes. Trataba de examinar sus corneas, para ver los resultados del tratamiento. Esto está muy bien, te estás portando como toda una mujer. María, sonreía mirando a Ely, que le devolvía la sonrisa viendo el cuidado que ponía el doctor en ella, y el tacto psicológico que manejaba. Y usted, señorita Ely, que tal esta. ¡Oh! Perdón, se me había olvidado... ya sabes, la educación... ¿Qué tal estás, Ely? Eso está mejor Daniel, me siento más en familia cuando me hablan de tú. Estoy bien, un poco cansada, pero bien, gracias. Te haré subir un reconstituyente, y no me digas que no. ¿ O.K.? Está bien, como quieras Daniel. Veo que lo necesitas, hazme caso. Así lo haré, gracias. Bueno, María, sigue así y nos harás felices a todos. ¿De acuerdo? María, tímidamente asentía con la cabeza, y la vista humillada. Comprendía perfectamente dónde había estado metida, en el infierno que había vivido, y lo que en realidad era la vida, y los que le rodeaban, especialmente el doctor Daniel de Marcos, por este motivo se avergonzaba de ella misma en aquellos momentos. Gracias Daniel, no te preocupes por ella que está en buenas manos. De eso estoy convencido. En ese caso... El doctor salió por la puerta saludando a María, y a Ely con unos leves movimientos de mano, con la sonrisa en los labios. Ellas respondieron igualmente.
¡Eva, cariño! ¡Que te ha ocurrido! Eva, seguía impávida, su coma no le permitía mover un músculo. Llena de aparatos médicos, y drenajes, pero aún Marta, creyendo; mejor dicho queriendo creer que la oía, y la podía entender, continuaba hablándole. ¡Dios mío, Eva! ¡Hablarme! ¡Dime algo! ¡Oh! Enfermera... ¿Tan mal está? Me temo que sí, señorita, aunque confiamos en su recuperación. Tiene buen aspecto. ¿No cree? Marta, le sujetaba la mano, como si en realidad pudiera sentirla. Allí permaneció largo rato mientras sus labios parecían rezar, en silencio guardando el mayor respeto por el lugar, y la enferma. ¡Enfermera! ¿Qué ocurre? Me ha parecido sentir un leve movimiento de su mano. Quizás sean imaginaciones suyas, señorita, quizás el deseo de verla despierta... No, no, no, estoy segura. Déjeme ver, por favor. La mano de Eva, volvía a temblar y en esta ocasión sí pudo apreciar la enfermera aquel desperezar de la muerte. Tiene usted razón, parece que quiere salir de su letargo. Eva, cariño. ¡Contéstame! ¡Despierta! ¡Eva! En efecto, poco a poco en unos minutos Eva, permanecía ya con los ojos abiertos, pero... Eva. ¿Me reconoces? Soy Marta. Como intentando fijar la vista, Eva no reaccionaba más allá de lo que hasta entonces había evolucionado su primer paso, tratando de salir del coma que le atenazaba. Es pronto aún para que pueda reaccionar. Dele tiempo señorita. ¡No me reconoce! Aún no, y las esperanzas son mínimas, habrá que esperar el desarrollo de su organismo contra las heridas sufridas. Marta, lloraba desconsolada. (Quizás no pudiera reconocerla nunca) ¡Dios santo! Quiere decir, que no conocerá a su propia familia? Quizás sus recuerdos se borren por completo. Lo siento. De momento no hay que esforzar su recuperación. Sí, lo comprendo. (Entre sollozos)
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En esos instantes, el inspector Eliott permitía la visita de Enrique, y Jesús, a su amigo Alfonso, que no salía de su asombro al verlos entrar en aquel pequeño calabozo. ¡Jesús! ¡Amigo mío! ¡Alfonso! ¿Cómo te encuentras? La emoción le atenazaba la garganta a nuestro protagonista, lo que hizo henchir su pecho hasta tal extremo, que no pudiera evitar que dos lágrimas le resbalasen por la cara, denotando la gratitud que sentía por aquella visita tan inesperada, como deseada. Pe... pero. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te has enterado? Los dos amigos se habían fundido en un fuerte abrazo en el que, el propio Jesús, tampoco pudo evitar emocionarse, después de comprobar el estado en el que estaba Alfonso, y ver la falta de ayuda que tenía, y tanto necesitaba. ¡Qué alegría me da verte Jesús! ¿No pensarías, que iba a dejarte solo en este estado? No, claro. Pero... ¿Cómo...? Nos enteramos por Ely. ¿Ely? ¿Cómo está? ¿Está en Nueva York? ¿Se ha marchado? ¡Venga, dime! ¡Tranquilo! Todo a su tiempo, amigo mío, todo a su tiempo... Está bien, esta en Nueva York, y no sólo no se ha marchado, sino que está llevando todo el peso de tu familia. ¿Cómo está María? ¿No se habrá echado atrás de sus propósitos? No, no te intranquilices, está bien, y sigue adelante. Lo está pasando muy mal, pero es tozuda como tú, y lograra salir de las drogas, no lo dudes. Y... Eva... co... como ésta. Sigue su estado de coma, pero las perspectivas son buenas, mejora. (Aún no podían saber que acababa de romper esa primera barrera que hay entre la vida, y la muerte, ganándole la batalla a ésta.) Me alegro por ella... Bueno, amigo mío, creo que ya sabes cómo están todos, ahora a lo que nos ha traído aquí. ¿O.K.? ¡No! Aún no sé de todos. ¿Y Marta? Se encuentra con Ely en el hospital cuidando de María y de Eva. ¡Ya lo sabes todo, preguntón! Aquí lo primordial es conocer tu estado, que es el más grave. Sí... lo tengo bastante crudo, amigo mío. ¡Ya lo creo que sí! Pues para eso está aquí el hermano de Marta, que nos va a ayudar. Te presento a Enrique Campillo, hermano de Marta y detective privado, en estos momentos tuyo. Hola Enrique, encantado de conocerte... Igualmente te digo Alfonso. Y gracias por intentar ayudarme. ¿Cómo, intentar? Si hay una explicación para todo esto, seguro que la encontraré, no lo dudes. ¡Ojalá! Dios te oiga. De momento te escucharé yo, Alfonso. Cuéntame tu versión, quizás puedas aclararme algo, pues hasta ahora no tengo nada claro. ¿Es cierto todo lo que nos ha contado Ely? Todo lo que te haya dicho Ely, será cierto, Jesús, pero seguro que se ha quedado corta, pues hay cosas que ella no conoce. ¿Cómo cuáles? Pues no sabría decirte, Enrique, pequeñas cosas, y conversaciones con ese par de lagartas. ¿Es que sospechas de ellas? Que están en este desaguisado seguro, estoy convencido, al igual que ese tal Pancho, la pareja de mi hija, que puede rogar al cielo para que no salga... claro, que ya lo ha preparado él de forma que no sea así. Lo que no me cabe en la cabeza es... ¿Cómo ha podido hacerlo? ¿Es que sabes el motivo? Bueno, eso está claro, ha querido quitarme del medio para tener vía libre con mi hija. ¡Canalla! En eso tienes razón, Alfonso, ya ha tratado de sacarla a la fuerza del hospital. (Jesús) ¿Qué ha tratado...? ¡Maldito, cabrón! Sí, pero gracias a Ely que la vela continuamente no pudo culminar su objetivo, aunque es seguro que volverá a intentarlo, pero para eso estamos aquí nosotros, no debes preocuparte, no la dejaremos sola un instante Dime una cosa, Alfonso... ¿Cuando esas chantajistas entraron en tu vida....conocía Pancho, tu permanencia aquí, en Nueva York, o tuviste algún roce con él? Quiero decir, si discutiste con él, o temía que le podías arrebatar a María... Pues... déjame pensar... han pasado tantas cosas, en tan pocos días... creo que pudo ser al mismo tiempo. Quizás si. Vine para ver a María, sospechando que pudiera tomar alguna sustancia... y... No te podría decir Enrique, lo siento. Quizás fueran horas de diferencia, pero no puedo decirte, si antes o después. Lo siento. No importa Alfonso, ya encontraremos la punta del Cabo, y tiraremos de él. No te quepa duda de que saldrá toda la verdad. Si no es así, me retiro. Los retos difíciles; y este, es uno de ellos, no lo abandonaré hasta no comprender exactamente lo que ocurrió, confía en mí. ¿De acuerdo.? Dime otra cosa Alfonso. Uh... ¿Con qué intención le quitaste el arma.? Perdona mi pregunta, no es que piense que podrías haber sido capaz de hacerlo, claro que no. Pero comprende que debo preguntártelo. Sí, lo entiendo, Enrique, pregúntame cualquier cosa que te pueda parecer importante, porque ni tengo ninguna hija con esa puta, puesto que no tuve ningún tipo de relación con ella, ni he matado a esa chica, así como Jesús sabe, cómo odio el mundo de las drogas. ¿Cómo iba a tener yo, y de donde un kilo de heroína?... Tu pregunta... si, pues verás, Enrique, en principio, porque pretendía cogerla de su chaqueta para amenazarme, quizás podía haber llegado a dispararme, yo me adelante, y se la arrebate del respaldo de la silla donde la tenía. Eso sí, le amenace con ella persuadiendo para que no hiciera daño a María, y la dejase en paz vivir su vida. ¿Por qué, te la trajiste? ¿Por qué la guardabas? Me la traje como te digo para evitar que pudiera hacerle daño a mi familia, no me pareció trigo limpio, y pensé en no facilitarle su juego, y me la traje... tengo que confesarlo, Jesús me conoce bien, y sabe que soy anti-bélico, soy un hombre pacífico, pero en aquellos momentos temía que pudiese hacerle daño, y si, he de reconocer que pensé usarla contra él, de haberle hecho daño a mi hija. ¿Habrías sido capaz de dispararle? De eso ya no estoy tan seguro, pero sí, lo pensé, por ese motivo guardaba el arma en mi habitación. ¿Cómo es que no hay huellas de ese tal Pancho en ella? Pues, no sé... quizás porque tanto lo estuve meditando con el arma entre mis manos, que puede que de tanto darle vueltas sus huellas hayan desaparecido. Sí, puede ser, porque luego pudo ser disparada con guantes, algún trapo, una bolsa de plástico, cualquier cosa, sí. Una última cosa Alfonso. ¿La llave de tu habitación, la dejaste en algún momento entre los días que permaneciste en el hotel? No, en ningún momento. Bien, Alfonso, volveremos a verte, y espero traerte noticias, a poder ser buenas. Gracias Enrique, no sé cómo agradecértelo, amigo. Puedo... Sí, claro, considérame tu amigo Alfonso, y no te preocupes por los agradecimientos. Queda con Dios, y no te preocupes, ya estamos aquí, nosotros, cuidaremos de ellas. Gracias a ti también, Jesús, eres un verdadero amigo. ¡"Clarostá"! ¿Es que lo dudas? Todos rieron al ver el modo con que Jesús lo dijo. Adiós amigo, cuídate. Dales recuerdos, y besos a todas Jesús. Enrique, te repito las gracias, confío en ti. Tranquilo Alfonso, cuídate.













Capítulo IIIXC

Aquella visita de Jesús y Enrique, había reconfortado mucho a Alfonso. Estaba seguro que su amigo Jesús, haría ya cualquier cosa por él. Espero que les acompañe la suerte, la van a necesitar. Este hijo de puta de Pancho, lo ha hecho bien, me tiene bien agarrado.(Pensaba Alfonso)
Los dos, se dirigen de nuevo a las dependencias policiales. Enrique, era una persona de ideas fijas, y casi en perfecta armonía con el silencio se encontraba, cuando... ¡Enrique! ¿Ummm? Creo que me acercaré al hospital a relevar a Ely. ¿No crees? ¿Eh? ¿Es que no me escuchas? Sí, dime, dime Jesús, perdona. Decía: si te parece bien que releve a Ely en el hospital, debe de estar rendida. ¡Ah! Sí, sí, tienes razón Jesús, yo tengo que hacer unas cosas antes. Está bien, te dejo pues... ¿Nos veremos mañana.? Sí, claro, claro. ¡Adiós Jesús! Ya, comprobando que definitivamente, no le hacía el menor caso, que se hallaba con sus cábalas y conjeturas en plena ebullición, decidió sin más marcharse. Él, aún dubitativo, sin pérdida de tiempo volvió de nuevo al despacho del inspector Eliott. ¿Señor inspector? ¡Ah, es usted! Pase, pase. ¿Qué? ¿Qué impresión le produce la versión del detenido? Pues en realidad, si he de serle sincero inspector Eliott, cada vez lo veo todo más confuso. Yo le aconsejaría, que se olvidase del asunto y no se rompa la cabeza. Es como darse contra una roca, créame, las pruebas no mienten, están ahí... ya las conoce. ¡Sí, sí, ya las conozco! Pero soy persona a la que le gusta aprender, y la verdad, es que en este caso no comprendo nada. Pues ya ve lo claro que lo tiene la policía. Usted perdone inspector, pero yo debo de comprenderlo todo perfectamente. Todas las piezas del puzzle me tienen que encajar, y no es así. ¿No es así? No, no es así. Por lo que le rogaría, me dejase ver, y estudiar el lugar de los hechos. ¡Vamos, señor Campillo! ¿No pretenderá decirme, que usted podría descubrir alguna pista? ¿No cree que para eso estamos los policías precisamente? Perdone señor... no fue esa mi intención. En absoluto he pretendido ofenderle o dudar de la efectividad de la policía. Por supuesto que no. Es como le digo, cuestión de amor propio, debo convencerme por mi mismo, y comprender la realidad de los hechos. Pues no hay más realidad que la que le cuento, ni más amor propio que el mío, así que... Sr. Campillo... esta usted perdonado, pero... ¿Quiere decir, que no me permitirá ver el lugar del crimen? ¡Así es! Y ahora le rogaría me dejase solo, tengo mucho trabajo atrasado. Después de unos instantes de dudas, Enrique, queriendo darle la réplica, optó por callar e irse. Hasta entonces, había procurado hacer que Eliott no se sintiese molesto por sus preguntas, y quería que siguiese así, sería mejor para sus propósitos no tenerle enfrente en ese caso y como otro enemigo más al inspector, podría serle muy útil en el futuro, aunque; no por ello debía dejar que se saliese con las suyas. Debo encontrar la forma de llegar hasta donde quiero... no me queda más remedio que solicitar una orden judicial. Y dando media vuelta, sin despedirse salió del despacho como alma que lleva el diablo, pero con una idea grabada a fuego ya en su mente. Debo ver el lugar del crimen, es lo único que puede darme alguna pista. ............................................................................
En aquellos momentos en el hospital... Debes marcharte a descansar Ely, llevas demasiadas horas en pie, y no eres de acero. En aquellos instantes entra jubilosa Marta. ¡Ely, mejora! ¡Mejora! Está saliendo del coma. ¿Te das cuenta María? Despacio, pero está saliendo del coma. ¡Qué alegría me das Marta! ¿Oyes Ely? Sí, me alegro por ella. ¿Crees que se curará Ely? ¡Claro! ¡Estoy convencida! Amiga... ahora creo que debes de hacer caso a Jesús, e irte a descansar al hotel. ¿O.K.? Sí, tenéis razón, estoy molida. Buenas noches María, que descanses... ¿De veras crees que te encuentras bien? ¡Por supuesto, soy todo una mujer! Ya has oído al doctor... Ja ...ja... ja... sí, claro, perdona... Marta... Que descanses, amiga mía. Y no te preocupes por nosotros Ely , todo irá bien, vente cuando quieras. ¿De acuerdo? Gracias Jesús. Gracias a ti, por tu ayuda... si no habrías estado tú aquí... quizás nunca habríamos sabido de ninguno de nuestros amigos. No tiene importancia, Jesús. Sí, sí la tiene... con Eva en ese estado, y Alfonso, en la cárcel... ¿Qué habría sido de María? ¿Crees que nos hubiésemos podido enterar de lo que ocurría? Si, tenemos que agradecerte mucho, en efecto, lo que no podremos será pagártelo nunca. Ni hace falta. ¿Qué habrías hecho tú en mi lugar? Quizá no hubiese podido solucionar los problema con la psicología tuya... Pero habrías hecho igual... ¿O no? Sí, claro, habría hecho igual. ¿Ves como no es tan grave lo que he hecho yo, Jesús? Los dos sonrieron abiertamente. Que descanséis, buenas noches. Igualmente Ely, hasta mañana. ¿Cómo hacemos esta noche Jesús? No hace falta que os preocupéis por mi, Marta, prefiero que atendáis a mamá. De eso me encargaré yo María, quiero seguir un poco su evolución, estoy ansiosa porque me hable. Abra los ojos y me hable, me reconozca, asegurarme que se pondrá bien en definitiva. Jesús, se quedará contigo. ¿No es así cielo? Bien, como quieras Marta. "Clarostá", las mujeres somos las que mandamos, ¿o no? María. Las dos amigas con ojos pícaros rieron al ver la cara de sorpresa advertida, que ponía Jesús.
Para entonces, Ely ya se encontraba en la cafetería del hotel, pues, antes de irse a descansar, quiso tomar una infusión que la relajarse y permitiera su descanso con más eficacia, pues el día después también se preveía movido. En ello estaba cuando hizo su aparición Enrique. Buenas noches Ely. ¡Enrique! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás? Bien, gracias, cansado pero bien. ¿Cómo van esas investigaciones? Mal... ¿Qué quieres decir, Enrique? Pues, que en realidad no hay nada de este crucigrama en su sitio. ¿Es que no lo ves claro? Pues no; no lo veo, aunque la policía parece que tiene tejida ya la cuerda con la que quieren ahorcarlo. ¿Qué dices? Perdona, es una expresión. Me habías asustado. No me permiten investigar en el lugar del crimen. ¿Pero cómo pueden ...? No; no pueden, por eso he conseguido una orden del juez, para obligar a ese tal inspector Eliott, y me permita ver la sala. ¡Qué alivio! ¿Tú crees que verás algo que no haya visto la policía? ¿Crees que se le ha podido escapar algo? Pues no lo sé, Ely, pero todo esto está tan claro, tan claro, que para mí está oscuro. ¿De qué sospechas, Enrique? ¿No pensarás que pudo tener algo que ver con todo esto Alfonso, verdad? No... claro que... ¿Qué quieres decir? ¡Habla claro! ¿Es que tienes alguna duda? No, perdona, quizá esté dando esa impresión, perdona. El caso es que... ¿Sí, Ely? ¿En qué estás pensando? Estuvo conmigo todo el día, es imposible, y además, me niego a creer que sea capaz de una atrocidad semejante. ¿Tú crees que odiaba a ese hombre, verdad? Sí... quizás por el daño que le estaba haciendo a su hija. ¿Con qué idea crees que fue a ver a ese tal Pancho? Pienso que dice la verdad, sólo para persuadirle de que dejase en paz a María. ¿Y no crees que hubiese sido capaz de disparar el arma contra él? ¡Dios mío! No quiero ni pensarlo. ¿Pero lo habría hecho? No lo sé. ¿Qué opinas, como doctora en psicología de él? Es una persona equilibrada, racional, moderada. Es algo impetuoso, pero comedido y correcto en sus actuaciones. ¿No crees entonces, que pueda tener razón la policía? ¿En qué? En que, aparecer como víctima sea su propia coartada, para inculpar a ese tal Pancho, y librarse de él? ¿Pero qué estás diciendo, Enrique? ¿Estás bien? ¿Cómo puedes creer algo así? ¿A cuento de qué, iba a matar Alfonso a una chica de la limpieza? Sí, claro, son preguntas que me salen de rutina, y ... ¿Y qué? ¿Es que crees algo así? No, claro que no, Ely, sólo pienso, y hablo a la vez, es un problema degenerativo del oficio. Pensaba que son preguntas de rutinas, pero así como tú has reaccionado, reacciona todo el mundo. ¿Quieres decir que las propias personas te dan las claves para esclarecer los casos? En cierto modo si, así como tú has reaccionado y me has dado tu versión, en este caso correcto, en otros casos suele salir contradicciones, que me hacen pensar después. ¡Qué tonto eres ! Sonreían los dos mientras tomaban un sorbo de café, para volver Enrique al ataque de nuevo. Dime, Ely... ¿Sí? Que opinión te merece Alfonso como persona. Creo que sobre ese particular, sería mejor que no te contestase Enrique, perdóname. ¿Es que he dicho, o echo algo mal? No, si tú puedes preguntar todo lo que creas que pueda ayudarte, pero... Sobre él como persona, creo que... Le cortó Enrique. ¿Es que estás enamorada de él? Por favor Enrique, te suplico... ¡Comprendo! Perdona Ely, no debería hacer ciertas preguntas... Estas en tu derecho, pero no creo que te pueda ayudar en nada para tu investigación. Sí, tienes razón. Parezco un formulario con una redacción de preguntas ya predeterminadas. Lo siento. En realidad Enrique, no lo sentía, sabía positivamente que aquellas preguntas debía hacerlas. Quería cerciorarse de cualquier "pro" o cualquier "contra". No es que dudase de ellos, pero en realidad era su trabajo, y debía investigar hasta el más mínimo detalle, si quería llegar al fondo de todo aquel entramado. No creía que fuera culpable, pero algo había averiguado, no había duda, estaba enamorada de Alfonso, aunque no quería hurgar en esa herida, parecía... que en realidad no tenían ninguna correlación con los hechos, como dedujo Ely. Dime una cosa Ely... ¿Qué es lo que piensa María de todo esto? ¿Aún insistes en buscar, mejor dicho; encontrar la razón del crimen en esta familia? No, por favor Ely, te veo que estás muy susceptible... Perdona Enrique, tienes razón, es culpa mía, estoy muy cansada y no sé lo que digo. ¿Qué querías saber? Sólo te preguntaba por la opinión de María, en todo esto. Sí, claro, pues verás Enrique, ella está sufriendo posiblemente la que más, pues; su madre seguro que no siente ni su estado, ni lo que ocurre a su alrededor, por supuesto. Alfonso, es un hombre fuerte de cuerpo y espíritu, y esto lo superara, estoy convencida, si no tarda demasiado en aclararse el caso, que pueda causar ya otros daños en su subconsciente, claro. Y sin embargo María, se da perfecta cuenta de todo su entorno, de la situación de su madre, de la de su padre, y de la suya propia, que ya es bastante fuerte... Pero creo que podrá recuperarse de todo lo suyo. Cree que su padre es inocente como todos nosotros, si es a eso a lo que te querías referir. Me olvido por completo que hablo con una psicóloga, pero comprende, mi oficio me ha enseñado a preguntar, preguntar, preguntar... No me hagas caso, creo que será mejor que nos retiremos a descansar, ¿no crees? Buenas noches Ely. Que descanses Enrique.






Capítulo VIC

Esa misma noche, y en aquel sórdido lugar sucio y maloliente donde conocemos que pernoctaban Pancho, y las rameras Amaya e Idoia, y a esa misma hora, ya Pancho, y en claro estado de confusión (quizás causado por alguna sustancia ingerida, esnifada o inyectada, como solía hacer), daba las órdenes más convenientes para sus propósitos a las dos mujeres. Bueno, gandulas, ya va siendo hora que os valláis a ganaros el pan que os coméis. ¡Saldremos cuando mejor nos parezca! ¿Cómo dices, Amaya? ¡Ya me has oído! ¡Cuándo me dé la gana, y quiera! ¿Te atreves a levantarme la voz, inutilidad? ¡Tú trabajas cuando yo te diga! ¿Está claro? Abrió la mano, y sin mediar más preámbulo le asestó dos tortas en pleno rostro, que hizo perder el equilibrio a Amaya, e hizo que rodase por el suelo. ¡A ver si té enteras de una vez y para siempre, de quien manda aquí, pánfila de mierda! Ya Amaya, no se atrevió a replicar, y cayó mascullando para ella con todo el veneno que llevaba dentro, la forma de vengarse en aquel tipo que la humillaba tan a menudo, y odiaba con toda su alma. Idoia, era incapaz de pronunciar palabra que, perpleja y llena de asombro y terror, miraba la escena asombrada temiendo que se resolviese aquella bestia también contra ella, para descargar su furia. Ya podéis largaros. ¡Vamos! Y procurad trabajar bien. ¿O.K.? Ninguna volvió a pronunciar palabra, y trataron de salir por la puerta. ¡Un momento, palomitas! ¡Se os olvida esto! Le mostraba algunas papelinas, que obviamente obligaba a vender a las dos mujeres, aprovechando su oficio nocturno, y la variedad de gentes, depravados, viciosos, drogatas y delincuentes de la noche... Allí lo dejaron, no sin antes aceptar de mala gana las papelinas que Pancho le ofreció. Maldito hijo de la Gran Bretaña... ¿De la Gran Bretaña? ¡Maldito hijo de puta! Dilo como es, Ydoya. Ya lo has dicho tú... El caso, es que nos interesa trabajar duro, Amaya, debemos conseguir volver a nuestro país lo antes posible, ¿no crees? Sí, sí, sí, ya sé, ya lo sé. Yo soy la más interesada en perder a este sujeto de vista, lo odio con toda mi alma, y en algún arrebato de estos tan humillantes, sería capaz de cualquier cosa. ¿Capaz de que, Amaya? ¡De matarlo! Sí, no pongas esa cara, es un maldito gusano, y como tal me gustaría destriparlo. No deberías pensar así, Amaya, creo que lo mejor para nosotras es volver a nuestro país y olvidarnos de todo. ¿Olvidarnos de todo? ¿Puedes olvidarte tu? ¿Cómo puedes olvidar que estamos aquí ...? Bueno; que vinimos por dinero, y ni hemos podido conseguir un duro de Alfonso Quijano, ni de ese otro doctor Ugarte. Estamos en la ruina. ¿Es que no lo ves? Y lo que es peor; aunque consigamos el dinero para volver, será el único, seguiremos en la ruina. Sí, seguiremos igual que antes, pero algo as ganado...Sí... al menos podemos contar que Alfonso Quijano, me ha pagado todos sus desprecios, y humillaciones que he pasado por su culpa. Si... eso me hace feliz. Eres mala, y retorcida, Amaya... ¡Cómo disfrutas! Disfrutaría más si todo nos hubiese salido como pensé. Si hubiese sacado un pellizco a uno, y otro al doctor. Si claro, y para redondear como pensantes meter en la cárcel a esa tal Elisa, la culpas de la muerte de Alfredo Idoate, libran de la cárcel al doctor Unay Salvatierra, y te vuelve a recompensar por ello. Pues mira, no era mal plan, hasta eso podía haber salir bien, y todavía no lo tengo descartado, tenemos que recuperarnos de algún modo, ¿no crees? Siempre te queda el récord de polvos, Amaya. Sí... sería "alucinante" . Ja ...ja ...ja ...ja... Así recorrían la calle las dos rameras a plena carcajada, sin importarles lo mas mínimo los viandantes, su educación era obvia. Claramente no tenían ni la más mínima idea de lo que esa palabra significaba. ...........................................................................
Pancho, también salió como de costumbre, pero hacia otros lugares, otro tipo de gente donde la " movida " era distinta. Sitios, donde sin el menor pudor podía venderse o comprarse todo tipo de estupefacientes, alucinógenos, hierbas, y en general todo tipo de drogas. Eran sitios semi-ocultos para ciertos ojos, pero donde Pancho se desenvolvía con mucha habilidad, lo mismo en los lugares, que con sus gentes, aquellas personas tanto hombres como mujeres, donde podía observarse desde el pequeño e insignificante camello callejero, tratando de recoger sus dosis diarias para repartir en la calle, al "gran" hombre... a los "grandes" hombres, aquellos que suministraban las distintas zonas que se tenían repartidas por la ciudad. Entre aquellos seis hombres, estaba el mal vestido de Pancho, rodeado de corbatas, y trajes elegantes, cosa que no parecía importarle mucho, en cambio, a lo que en realidad le daba mucha importancia era al pacto de silencio entre ellos. Eso sí era sagrado, ninguno de ellos podía romperlo, la pena era la muerte. Por ese motivo Pancho, allí en su salsa entre sus compinches, y ante aquella elegante mesa con los vasos llenos sobre ella, y alguna copa de más, gustaba de fanfarronear de sus fechorías, parecía engrandecerse contándolas, y presumiendo. Su estado era claramente desordenado, entre el alcohol y las drogas, lo que hacía que su amor propio se disparase en un total desorden. ¿No os he contado la última? Ja...ja ...ja... soy el mejor y vosotros el barro a mi lado. Ja ...ja ...ja... ¿Estás borracho? Ja... ja... ja... ¿Borracho yo? No, en serio, tú eres ciego, o es que eres tonto. ¿O las dos cosas? Bueno, es igual, no me contestes. ¿Por qué crees que tenéis a toda la policía del estado detrás vuestra, y a mí no me hace caso ni Dios? Sois unos " pringaos"... con esos trajes tan elegantes, con esa ostentación que hacéis, y esos alardes de grandezas que llaman la atención a kilómetros... Con esas mansiones... esos criados, y chóferes en vuestros grandes y lujosos coches. Ja... ja... ja... Miradme a mi, un pobre desgraciado en mi chabola, con mi cadillac si; pero sin chófer. Mira cómo visto, lo poco comprometido que estoy con el negocio. ¿Quién se va a fijar en un cualquiera como yo, y relacionarlo con las mafias, drogas, prostitución y crimen organizado? ¡Nadie! Y tengo putas en la calle ganándome, los sueldos, vendiéndome costo, y algún que otro negocio. Os puedo asegurar, que hasta he conseguido una obra maestra con ese desgraciado de Alfonso Quijano. ¿Tú has sido ...? ¡Pues claro, pánfilo! ¿No creías que fuera capaz de hacer una cosa así? La verdad, no. Ni nos explicamos cómo has podido... Estabamos convencido de que el criminal era él. Pues no es así. Eso sí; pagará como si lo fuera. Ja... ja... ja... ¿Y cómo has podido ...? No pensarás que voy a revelarte todos mis secretos, ¿verdad? Je... je... sólo tengo un problema en estos momentos... Y ... ¿Se puede saber cuál es? Pues sí; eso sí se puede saber, la zorra de María. ¿Qué ocurre con ella? Pues eso; que se marchó con sus padres, y he intentado sacarla del hospital donde se encuentra, pero fracasé. Claro que esto no va a quedar así, ya lo creo que no. No puedo jugarme mi reputación por una zorra, por una cualquiera. Volverá. ¡Vamos que si volverá!
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Amaya e Ydoya, seguían soportando las inclemencias del tiempo en aquella noche cruda de vientos helados, que azotaban el cuerpo como si de látigos se tratase. Aquel frío húmedo y penetrante, que calaba los tejidos infiltrándose hasta lo más profundo de la médula... Aun así; las dos "amigas" continuaban haciendo la calle, debían de ganar el suficiente dinero para volver. Era cuestión de amor propio. Pero las dos seguían en el mismo dilema, mientras Amaya, permanecía con su peculiar vocabulario, Ydoya, sin tan siquiera abrir la boca, era la que más veces subía a aquel cuartucho tenebroso y húmedo, donde, con un poco de suerte y con algún "cliente" podrían alguna de las dos refugiarse del frío al menos. ¿Qué, majo? ¿No tienes frío? Nos podríamos calentar juntos. ¿Qué te parece? Con un leve vistazo, los "clientes" seguían su camino. ¿Es que no estoy atractiva, mamón? ¡Vete al infierno gilipollas! Grrr... ¡Que noche! ¡Maldita Ydoya! ¡Cómo la odio! Lleva "trabajando" toda la noche, y yo aquí chupando frío, y por lo que veo, es lo único que voy a chupar esta noche. Maldita sea... jamás conseguiré ahorrar suficiente, seguro que la " diño" en el intento. Cayó, y durante largo rato permaneció en silencio. ¿Maquinaría algo la maligna Amaya? Quien sabe que podía pasar por aquella cabeza desequilibrada, y tortuosa. ¿Pero dónde vas, mi "arma" con la noche que hace, y sin "caló" ? ¿Es que intenta decirme algo señora? Yo, ni intento, ni soy Sra. ¿Cómo dice? Pues eso; que yo no intento, yo lo digo. ¿Es que no te apetece un poco de calor chato? Pues... Pues claro que sí, hombre, ya verás como te sientes mejor después. Aquel hombre, que apenas si se le podía ver la silueta en la penumbra de la callejuela, por fin se dejó convencer por aquella maestra en el arte de seducir, sobre todo, cuando no tenía competencia joven haciéndole sombra. ¿Qué me va a costar esto señora? ¡Otra vez con lo de señora! ¿Tan mayor te parezco hermoso? Bueno yo... ¡Soy una señorita, que te enteres! ¡Guapito! Y del dinero ya encontraremos la forma, y el precio. Eso no debe preocuparte chato. Está bien, está bien... si tú lo dices... ¡Pues claro, culo bonito! ¡Anda, tira "palante", que te voy a enseñar como es el cielo por dentro, con todas sus estrellas, corazón . ! El lugar era el mismo, sólo que otra habitación del mismo uso, un pequeño bidé, un pequeño lavabo y un mugriento catre. La técnica de Amaya, seguía siendo la misma, excitar mientras lavaba al hombre con su verborrea callejera haciéndole creer, que él era el hombre de su vida, que no había disfrutado con nadie tanto como con él .Etc. Mientras hablaba maquinalmente, su subconsciente trabajaba... ¿Te apetece un chute "cariño " ? ¿Sabes que te puedo proporcionar la noche de tu vida? Tienes... Si, claro, ten. ¡Qué grande eres" señorita" ! A propósito; me llamo Amaya, llámame así. ¿Quieres? En todo momento, la penumbra envolvía la pequeña habitación donde permanecieron largo rato, por lo que pudo apreciar Ydoya, que esperaba en la esquina, y verificar posteriormente al verla bajar de la casa. ¿Qué tal, Amaya? Bien, muy bien. ¡¡Qué digo bien, fenómeno!! Me alegro que estés tan contenta. Sí, claro... No era la misma, Amaya, parecía más radiante que de costumbre... Normalmente, su expresión solía ser seca, agria, envidiosa, vengativa, arisca y casi siempre planeando maldades, pero en aquella ocasión su carácter era distinto, quizás la noche se le habría arreglado con aquel hombre. O quizá, dio por bien empleado el rato "perdido", pero allí estaba, feliz y contenta. En esta ocasión, era aquel hombre de mediana edad, calvo, y con gafas, el que parecía interesarse por Idoya, sin tan siquiera mirar a Amaya, que volvía a vérsele el rostro de ira, envidia y odio. (Mirando a Idoya) ¿Te apetece compañía guapa? Pues, apetecer, apetecer... ¿Y a ti? Me gustaría echar una copa contigo... Como quieras... Idoya, miraba a Amaya, que pretendía disimular sus verdaderos sentimientos con una risita burlona, y maliciosa. Hasta luego Amaya. ¡Adiós... Idoyita, cuídate mucho! A Ydoya le extrañó aquella actitud de su "amiga", pero como era tan variable, no le dio la mayor importancia, y se fue con aquel tipo perdiéndose callejuela dentro, entre la penumbra y la niebla de la noche, aquella noche más que de perros, de lobos que hacía. Los celos, la envidia y el odio que sentía Amaya, se desdibujó de su rostro, donde apareció otro muy distinto semblante de nuevo. Si... se sentía satisfecha, no se sabía muy bien por qué, pero así era. Tras la marcha de Ydoya, decidió definitivamente marcharse a casa, pues hacía un frío de mil demonios, y ya, seguro que no podría hacer otro trabajo más. ¡Maldito tiempo...!





Capítulo VC


Para esas horas de la madrugada, y con todo el sigilo posible en las dependencias policiales, podía apreciarse que algo ocurría. Alfonso, era trasladado en un furgón celular hacia la estación del ferrocarril, desde donde partiría hacia su nuevo destino, la prisión estatal del estado, en las afueras de la ciudad, y en un hostil paraje donde se hallaba situada. Cada vez parecía estrecharse más el círculo que rodeaba a Quijano. Cada vez, veía más pequeña la luz al final de aquel túnel donde lo habían metido. Pero aún así, confiaba en Enrique Campillo, era su última, quizá, y lo más probable, es que fuera su única esperanza. Más aún, cuando... ¿Alguna explicación tiene que tener todo este entramado? Digo yo. (Pensaba Alfonso al ser trasladado al vagón de aquel siniestro tren, en donde en aquella otoñal mañana, y en un desilusionado viaje, desde la ventanilla se podía divisar las gigantescas construcciones románicas por un lado, recreándose majestuosas en el paisaje, donde el viajero podía descansar su vista, y hasta imaginar aquella mítica civilización...) En ese río, que bordeaba la vía donde parecían dormir millones de secretos, de miles de civilizaciones pasadas. Con sus aguas serenas, extasiando el alma del viajero que, poco a poco, se fue perdiendo su cauce, y volver a entrar en otros distintos y muy diversos paisajes. El amanecer era claro, la luz serena, y el sol a través de los cristales acariciaba tu piel como invitándote a ese éxtasis que pueden alcanzar los seres humanos en la contemplación de la naturaleza. Allí se encontraba ante sus ojos, las milenarias encinas por un lado, igualmente por el otro aquellos olivos altivos y humildes a la vez, dando al paisaje una rara sensación de quietud, como si el tiempo y aquellos hermosos árboles milenarios, quisieran transportarte a otros tiempos pasados, donde nuestros ancestros, y en aquellos mismos parajes, quisieran atraparnos en sus historias, en sus costumbres, en sus culturas. etc. Era una sensación muy placentera, que te obligaba a pensar en tu propia vida, producto degenerativo de una forma u otra de aquellos primeros, y siguientes pueblos. Alfonso trataba de imaginar de otra forma nuestra existencia. De imaginarse otros pueblos inexistentes, con otras culturas, sin que habría habido guerras, ni odios, ni envidias, ni rencores, ni ambiciones... sino todo lo contrario, lo que en realidad sentimos que somos, cuando algún amigo o familiar muere. Entonces, es cuando en realidad nos damos cuenta de que no somos nada, de que deberíamos vivir la vida amando a nuestros semejantes, porque luego, después de ser, y comportarnos como lo hacemos... ¿En qué nos convertimos? ¿Y qué nos llevamos? Sus pensamientos se hacían cada vez más negativos y pesimistas, tal vez pensando en su hija María, y en tantos otros jóvenes, que caían en las garras de la droga, de una u otra forma, con lo bella que era la vida... Quiso dirigir su vista hacia el horizonte, donde pudo apreciar aquellos bosques con enclave en las sierras, en sus montañas, en aquel cielo celeste que bordeaban sus cumbres, y en aquel tibio sol que dibujada sus laderas, sus gargantas, sus cañadas, y aquellas gigantescas rocas que coronaban sus crestas, dándoles un grado de majestuosidad altiva y orgullosa. Era evidente, que aquellos valles, que se tendían a sus pies, les rendían en cierto modo su homenaje, ofreciéndole también aquellas praderas verdes, y frescas, rompiendo el contraste entre el valle, la montaña, y aquellas pequeñas pinceladas blancas en sus laderas, adivinándose pequeños pueblos en sus faldas. El vagón era tan lúgubre, y frío, con aquellas personas desconocidas entre sí, aquel silencio reinante, aquella sensación de soledad, aún rodeado de semejantes... Tal era su estado, que sólo aquella ventana panorámica, hacía que al igual que su mente, su espíritu volase junto a su imaginación, y se sintiera suspendido sobre toda aquella maravilla de la naturaleza. Podía observarla desde las alturas, como en su poema. ¡Era cierto! Desde aquel punto podía ver, y adivinar, las miserias del mundo, de la humanidad, de las personas en definitiva, y desde donde podría cambiar a su gusto lo que quisiera. Pero no; a pesar de su imaginación, y de su forma de ver las cosas, en realidad comprendía, que el mundo seguía, y debería seguir girando en ese sentido, como desde los comienzos del cosmos, aun queriendo cambiar tantas cosas, entre ellas, su propio destino, debía dejar girar la tierra, no podía cambiar nada en absoluto. ¡Era su destino! Era su sino, el destino de la humanidad, para bien o para mal. ¡Estaba seguro! Pero... ¿Y mi sino? ¿Y mi futuro? ¿Y mi vida? ¿Qué será de mi niña? ¿Conseguirá Enrique, deshacer la madeja y desenmascarar a esos sinvergüenzas? ¿O será este mi futuro? ¡¡La prisión !! Aun así, Alfonso, no pudo por menos que reflejar la hermosura de la vida que él entendía, en un pedazo de papel arrugado, y sucio, (envoltura de algún paquete de tabaco recogido del suelo en algún rincón de su encierro), donde vació su estado de ánimo, aquel sentimiento que le infundía la madre naturaleza, y en definitiva el amor, motor de todos los seres vivos.
La mirada amorosa
La trémula mañanaávida de querencias,de amores nuevos,de virtuosos paisajes,de besos trémulos,de claro oleajesobre Mar sereno,donde las almas duermensobre los hierros;forjados de brisas,de aires serenos,de rosas henchidasde sentimientos.Donde descansa el cuerpoantes de muerto,en ríos de placerescomo en los cuentos,sobre sábanas blancas,y bajo su velo...La mirada amorosaevoca al cielo,con el beso gozosodel pensamiento.
Y así se perdió el negro tren tras el horizonte, llevándose con él sus pensamientos.
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Alfonso, no podía conocer lo que en esos momentos ocurría, sin embargo, Enrique, no perdía su tiempo. A primera hora de la mañana, ya se encontraba en la comisaría de policía tratando de aclarar sus ideas. ¿El inspector Eliott, por favor? Aquel policía parecía que lo hubieran sembrado allí. El mismo gordo, distraído y maleducado del día anterior. Esta vez había conocido la voz que le preguntaba y se dignó levantar la cabeza. Es usted... Sí, soy yo. ¿Es que le molesta mi presencia? Je... je... je... no... no, no, claro que no. Me dice por favor donde puedo ver al inspector. Con la misma desidia de costumbre, aquel seboso, sólo indicó con el dedo la dirección a seguir. ¿Ya conoce el camino, no es cierto? Sí, pero... ¡Pues sígalo! Campillo, con cara de resignación miró al policía que permanecía enfrascado (no se sabe muy bien en qué), moviendo la cabeza como diciendo: Este hombre no tiene arreglo. ¿Señor inspector? ¡Ah, Sr. Campillo! Pase, pase, buenos días, dígame, ¿qué le trae de nuevo por aquí? Pues verá señor, necesito comprobar el lugar del crimen como le dije. ¡Es usted un tozudo! Ya le dije que es imposible, no puedo hacer eso. No quisiera ofenderle, pero es primordial para mí. La policía ya ha comprobado la investigación efectuada, y el caso está cerrado Sr. Campillo. A pesar de todo insisto, inspector Eliott, y creo yo, que esta orden judicial me da ciertos derechos. ¡Vaya! No creí que fuese usted tan lejos. ¿No comprende, que la investigación está hecha? ¿Es que nos toma por inútiles? No, de ningún modo, simplemente me gusta cerciorarme de los hechos por mí mismo, no es que ponga en duda la efectividad de su equipo, ni mucho menos, por Dios. ¿Qué espera encontrar, que crea que se nos haya podido escapar? No sé, inspector, quizás nada como me dice, pero debo de quemar toda la pólvora antes de que un posible inocente sea crucificado. Está bien, hombre de las metáforas... y perdone usted... Le enseñaré el lugar de los hechos, sólo le pido un favor-orden, no debe tocar nada en absoluto. ¿Está claro? No quiero que se alteren las pruebas de "su" cliente. ¿Me ha entendido? Sí, claro, todos queremos que esto se solucione, máxime pidiendo las cosas como lo hace inspector. "Por favor-orden"... y usted perdone... ¡Huuuu ...! ¡Acompáñeme! (Dirigiéndose a un grupo de policías inactivos, y ociosos) ¡A ver, usted, y usted! ¡Vengan conmigo! El inspector Eliott, parecía tener prisa por acabar con todo aquello cuanto antes, y sin pérdida de tiempo, su coche tomaba la dirección del hotel, donde habían ocurrido los hechos que preocupaban a Enrique. Desprendan el precinto... Veo, que en su comisaría, todo se hace por favor, inspector. ¡No tiente la suerte, " por favor " ! Perdone... debí callarme, lo siento. ¡Ejem! Póngase los guantes de látex, Sr. Campillo. ¡Sí, claro, faltaría más! ¡Adelante! Podrá comprobar, que toda nuestra teoría es cierta. El paso de Enrique, era lento, y escudriñaba cualquier rincón de aquella sala, tratando de localizar la más misma pista, un mínimo resquicio evidente de la inocencia de Alfonso. Todo parecía estar en orden, todo era normal, todo estaba en su sitio. Exceptuando... sí. ¿Qué hacía una alcayata, clavada en el marco de la puerta? Aquello le llamó poderosamente la atención, que una pequeña alcayata al parecer recientemente clavada (observó que no estaba pintada, era al parecer mueva), estuviera allí y por lo que podía observar, a la altura de la cerradura de la puerta. ¿Ocurre algo Sr. Campillo? No, no, todo parece en orden. Mientras seguía su repaso visual donde (y sin tocar nada en absoluto, para no alterar prueba alguna), seguía extrañándole pequeñas cosas sin importancia. La alcayata era una de ellas; que estuviese a la altura de la cerradura otra, pero poco a poco, y por ese olfato especial de sabueso, sus ojos buscaban algo más. Sí; aquella cerradura, al igual que las puertas, eran modelos antiguos, eran de cerrojo, donde había que presionar un trinquete si queríamos cerrar por dentro, y sin embargo, por fuera se cerraba con su llave, claro está. El inspector lo observaba incrédulo, sin percatarse de nada, sin comprender qué miraba Enrique, que cada vez se le agudizaron más los sentidos, que trataban de darle forma a todo aquello que sus ojos veían. En su repaso, pudo ver brillar algo en el trinquete del cerrojo, sin darle mayor importancia se acercó, se cercioró de lo que veía, un pequeño trocito de celofán pegado al pie del trinquete. Seguía sin entender muy bien que pretendía buscar con todo aquello, quizás nada, y tendría razón el inspector Eliott. ¿Lo ha visto todo bien, señor Campillo? Sí, creo que sí. ¿Ha encontrado lo que buscaba? Pues, para serle sincero, y muy a mi pesar no, creo que no. Se lo dije, Sr. Campillo, para eso estamos los equipos de investigación. Fue a la salida, después de la invitación a ella por el inspector, cuando Enrique pudo ver la puerta completa frente a su nariz. Allí estaba la mirilla, al parecer normal, pero al igual que el resto de la puerta, de estilo antiguo, un modelo de mirilla que se habría, una rejilla si, y otra no, para permitir ver al visitante por ellas. Sus sentidos se centraron en todo aquello sin saber por qué, pero algo no le encajaba de todo aquello. Sería mejor callar primero, y pensar después. Está bien, inspector, tiene usted razón, aparentemente no hay nada que me indique lo contrario a su versión de los hechos. ¡Hay! ¡Aprendices! Ya le digo que lo siento... Está bien, está bien. ¿Quiere que le lleve a alguna parte, Sr. Campillo, o se queda ya en el hotel? Me gustaría volver a comisaría, y hablar de nuevo con mi cliente, si no le importa, claro. ¡Pues sí, me importa... ¡Bueno... quiero decir, que no depende de mí. ¿Cómo que no depende de usted? ¿De quién depende pues? Ha sido trasladado a la prisión estatal, esta madrugada. Pero... como... Sí, así es, las 78 horas ya habían pasado, y debía trasladarlo. ¡Maldita sea! Debo darme prisa. ¿Prisa para que? Para demostrar su inocencia. ¿Aún está usted en eso? ¿Es que cree que aún puede haber algo que indique su inocencia? Tengo fe, inspector, soy un hombre con mucha fe, y eso ayuda mucho, créame. Está bien, como quiera perder su tiempo es cosa suya. Gracias de todos modos por su ayuda, inspector Eliott. Je... je... je... Buenos días Sr. Campillo. La primera idea de Enrique, fue visitar a Alfonso en prisión, y comentar con él cosas, pero aquellas ideas revueltas que le revoloteaban en su cabeza hizo, que primero pusiese; o tratase de poner las ideas en orden, y tratar de comprender(si es que había algo que comprender), qué había podido suceder allí. En su habitación, y sobre el sofá, sus ideas bullían como un cocedero de mariscos, casi podían oírse sus ideas poniéndose en orden. No había transcurrido un minuto, cuando Enrique, se puso en pie de un bote. ¡Ya lo tengo! ¡Claro! ¡Estoy seguro! Sin más preámbulo, su mano se disparó sobre el teléfono aferrándolo fuertemente, y tras marcar los números de recepción... póngame con la prisión estatal, por favor, señorita, es muy urgente... Un segundo, por favor. Penitenciaría del estado, ¿dígame? Por favor, agente, ¿sería tan amable de decirme si puedo hablar con Alfonso Quijano? ¿No le parece pronto para empezar con llamaditas ya? Acaba de pisar la prisión, y ya le llaman. ¿Quiere que le pongamos en recepción? Así podrá atenderle ya directamente él. No hace falta que se ponga sarcástico. Le estoy pidiendo por favor hablar con él, es de vital importancia que lo haga. Está bien, está bien, espere un momento, le haré venir. La clásica musiquilla relajante al teléfono, después de las mal templadas palabras de aquel agente, hacía que al menos Enrique, no pensase en ellas. ¿Sí? ¿Quién es? ¡Alfonso! ¿Eres tú? ¡Enrique! No sabes cómo me alegra oír tu voz. Gracias, amigo mío, pero llamo para darte una alegría, espero que mejor. ¿Qué quieres decir Enrique? ¿Me sacas de este infierno? Pues aún no, Alfonso, me falta comprobarlo. ¿Comprobar qué? La corazonada que tengo. Creo saber cómo pudieron cerrar desde fuera sin la llave, pero me falta demostrarlo, y demostrar quién lo hizo. Eso lo sabemos, Enrique. ¿O no? En realidad aunque sospeches de Pancho, hay que demostrarlo, no es tan fácil Alfonso. Sí, lo comprendo, pero... ¿Cómo pudieron... Es algo complicado, pero sencillo a la vez. Según mi teoría fue hecha una lazada al cerrojo de la puerta con una cuerda, y su parte fija fue pasada por una pequeña alcayata cerrada que habían clavado al marco con anterioridad, la otra parte de la lazada, la que correría, y soltaría la lazada si se tirase de esa punta, fue atada a un celofán o cinta adhesiva, que a su vez sujetaba el trinquete del cerrojo. ¿Me sigues Alfonso? Pues, creo que sí... Pues escucha; las dos puntas fueron pasadas a través de la mirilla de la puerta, que como sabes son de rejillas, y mientras tiraba de la cuerda fija, el cerrojo se desplazaba a su cierre, cuando esto fue hecho, se tiró del otro extremo, que primero arrancó la cinta adhesiva, y luego deshizo la lazada. Sólo tuvieron que tirar ya de cualquier extremo de la cuerda, y sacarla por la mirilla. ¿Cómo lo ves? ¡Increíble! No me lo puedo creer. Pues créetelo, Alfonso, creo que eso podré demostrarlo, pero... ¿De eso se trata, no es cierto Enrique? Sí, así es, Alfonso, pero aunque demuestre que fue cerrada así, después tengo que demostrar que fue él, o al menos situarlo en la escena del crimen. ¿Comprendes? Tienes razón... al menos hemos avanzado algo. Gracias, Enrique, no sabes cómo te agradezco lo que haces por mí. Para mí es un reto que debo superar, pienso que no estudié la carrera para seguir maridos de esposas engañadas, creo que este oficio es algo más, así que, amigo mío... sin agradecimientos, quizás tenga que agradecerte yo que hayas puesto en mis manos un caso así. Eres increíble, Enrique... Venga, cuídate. Estaré en contacto contigo, ¿O.K.? Bien, amigo, un abrazo...
























Capítulo IVC

A la mañana siguiente, alguien que paseaba su perro, a primera hora de la mañana, tuvo un escalofriante encuentro. Allí estaba entre unos arbustos en el parque, el cadáver de una chica joven. El ciudadano, por supuesto que lo primero que hizo, fue dar parte a la policía del macabro hallazgo Allí estaba el inspector Eliott y su equipo, tratando de averiguar la identidad de aquella chica, mientras esperaban la llegada del juez encargado del levantamiento del cuerpo, para su posterior autopsia e investigaciones. ¿Lleva alguna documentación encima, o algo que nos confirme quién es? Uno de los más ávidos agentes se atrevió a registrar el cuerpo de aquella chica. Parece que tenemos suerte, señor, lleva encima todas sus credenciales. ¡A ver, agente, déjeme ver! Ydoya Treviño... española, veintitrés años... y su visado nos confirma que no lleva en Nueva York, más de una semana... ¡Bien! Con estos datos, ya podemos comenzar la investigación, y tratar de averiguar con quienes se relacionaba, como vivía, que hacía en general, y con suerte encontrar a su asesino. ¿No cree agente? Sí, señor, es un buen inicio.
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Era la hora del vermouth, y Enrique se hallaba en la cafetería del hotel, tomando un picoeslavis, y esperando que Ely bajase de su habitación. Estaba deseoso de contarle todo aquello que creía haber averiguado, y tal vez, lograse demostrárselo a la policía (Caso de que lo creyesen, y le permitieran hacer la prueba), después, irían al hospital a relevar a Marta y a Jesús, que cuidaban de María y de su madre. Absorto en sus pensamientos, miraba la televisión por mirar hacia algún lado, sin prestarle mucha atención, cuando en las noticias de primera hora salía lo ocurrido aquella madrugada. "Ahora, le informamos de un hecho insólito de última hora: esta madrugada, ha sido hallado el cuerpo sin vida de una chica española..." La palabra española, parece que sacó a Enrique, de sus pensamientos, prestando ya más atención a lo que el noticiero televisaba. "Se cree, que ha sido asesinada, aunque la policía no nos ha confirmado nada por estar el caso bajo secreto del sumario, sí hemos podido confirmar su identidad, se trata de Ydoya Treviño, de veintitrés años, como decimos posiblemente española o portuguesa. El cadáver fue hallado por casualidad, por alguien que paseaba su perro a primeras horas. Según tengamos noticias de este caso les iremos informando." ¡Caray! ¿Es posible que pueda ser esa chica? Si es ella, si es una de las dos extorsionistas, se me complican las cosas. ¿Por qué la han matado? ¿Sí son ellas, y ese tal Pancho los culpables de lo que le ocurre a Alfonso... ¿A cuento de que la matan? ¿Y quién? ¿Tendrá algo que ver con la trampa de Alfonso, o será pura casualidad que le haya ocurrido esto? Algún accidente callejero... no, no lo creo... Buenos días, Enrique. ¿Qué tal, como éstas? ¡Ah, Hola, Ely! Pues ya ves. Bueno, no ves, pero yo te lo cuento, a ver si tú ves algo... acabo de oír en las noticias, que ha sido asesinada una tal Ydoya Treviño, de nacionalidad española o portuguesa. ¿Crees que puede tratarse de esa Idoya, esa falsa hija de Alfonso? Pues la verdad, no sabría decirte Enrique, sólo sé, que se llama Ydoya, y nada más. Sí, española o portuguesa, puede ser, pero no puedo decirte el apellido, lo siento. No importa, se complican un poco las cosas, pero nada más. ¿Es que tenías algunas cosas claras ya, Enrique? Creo que sí... ¡Seguro...! ¿A qué te refieres? El corazón de Elisa, al oír un resquicio de esperanza, se emocionó visiblemente sin poder evitarlo, cosa que para Enrique, no pasó desapercibido. Estaba en lo cierto, aquella mujer amaba a Alfonso, aunque no quisiera, por nada del mundo reconocerlo, ella tendría sus motivos, y en realidad a él, para lo que le había llevado a Nueva York, no le hacía falta detalles sobre ese particular privado e íntimo entre aquellas dos personas, sólo se alegraba por ellos, aunque no entendiese nada, de nada, de los "por qués". Quizá, algún día, el tiempo pondría todo al alcance de su comprensión. Pues sí; Ely, creo saber cómo pudieron cerrar la puerta sin llaves desde fuera. ¿Eso es posible? Sí, estoy convencido de ello, ahora sólo me falta probarlo. ¿Probar, qué? ¿Cuánto tiempo sufrirá Alfonso, ese encierro? Pues debo probar primero, que en realidad puede hacerse según sospecho, pero no vale con eso Ely, como puedes comprender, tenemos que situar al truhán de Pancho en el lugar de los hechos para inculparlo. ¿No bastaría con demostrar, que pudo cerrarse de fuera, que pudo hacerlo otra persona? No, no basta con eso amiga mía, debemos hallar algún indicio de la manipulación de toda esta trama, antes de que podamos sacar a Alfonso de la cárcel, si no, es como si no tuviéramos nada, créeme. ¿No crees que deberíamos poner al día a Jesús y a Marta? ¡Ha, sí, se me olvidaba! Perdona Ely, cuando me meto en mis investigaciones pierdo la noción del resto de los acontecimientos que me rodean. Sí, claro, vamos a relevarlos, estarán cansados, después de estar en vela toda la noche. Allí mismo, en la puerta del hotel, se hallaban los taxis aparcados en batería, en espera de sus clientes. En aquellos minutos, en donde los dos amigos habían permanecido en silencio, cada uno cavilando cosas distintas, aunque vinculadas... a Enrique no se le iba de la cabeza aquella tal Ydoya y su posible conexión con Alfonso, mejor dicho; con el caso que lo mantenía encerrado, y Ely, tratando de entender las palabras de Enrique. ¿Por qué si se demuestra que pudo hacerlo otra persona, no podía salir de la cárcel Alfonso? Al menos, hasta que se demostrase, que en realidad se encarcelaba al verdadero asesino. Así llegaron al hospital Santa Mónica. Era evidente, que a cada uno le intrigaba, o preocupaban cosas. El recorrido por el pasillo fue igual, en silencio. Tal era el silencio, que pudieron llegar a sus oídos algunos gritos... parecían provenir de la habitación de María. El paso se les aceleró a los dos, pensando lo peor. (Otra crisis de María) Como así era, en efecto, con ella se encontraba Jesús, y el doctor de Marcos, tratando de calmarla, y hacerle más llevadero el estado de abstinencia que daba sus últimos coletazos fuertes a María, que luchaba con todas sus fuerzas contra su enfermedad. ¡María! ¡Ely! ¡No! Esta vez no. Déjame, lo debo superar yo sola. ¡Déjame! María... ¡Si te pido que me ayudes, no lo hagas . ! ¡Me has oído, Ely! ¡No me hagas caso! ¡Olvídame! ¡María, cariño! No te compadezcas Ely, debo de acabar lo que empecé, y os prometí. El estado de María, era lamentable, pero el doctor de Marcos hacía, que le fuese más llevadero. Allí estaba a los pies de su cama, cogiéndole las manos, inculcándole ánimos, que era lo que necesitaba, debía de pasar ya de sustitutos... de metadona. Era a ella a la que le tocaba ganar la última batalla. La cara de Jesús, era de preocupación por el espectáculo que tenía ante sus ojos. Sin embargo, Daniel de Marcos, lo tenía más claro, y confiaba en María. Sí; lo conseguiría. De vez en cuando, el doctor, limpiaba el sudor de María con cariño. Al menos, con una delicadeza... admirable, su dedicación para con aquella enferma, era sencillamente admirable. Debo ver cómo sigue Marta. ¿Ely, te importa acompañar a María? Insisto en quedarme con ella, Jesús. Gracias, Ely. Te acompaño Jesús, quiero ver a mi hermanita, quiero ver cómo se encuentra. Como quieras, Enrique, vamos. La suerte estaba de su parte, aquel ascensor, que siempre estaba ocupado, en esos instantes se hallaba en la planta octava, allí, a su alcance... una pequeña carrera de varios pasos, por el temor a que se fuera, y lo alcanzaron. Había que subir cuatro pisos, eran demasiados. Fue Enrique, el que se adelantó y pidió el permiso con los nudillos de sus dedos. Buenos días, hermanita. ¿Qué tal estás? Me alegro de verte, Enrique. Bien, ya ves; aquí las noches son interminables, pero bien. Hola, Jesús. ¿Sabéis, que ya abre los ojos? Para eso venimos, para ver cómo se encuentra Eva. Pues ya te digo, Jesús, parece ser que está saliendo de su coma, ya abrió ayer los ojos aunque... claro, es pronto para que podamos ver si nos reconoce a alguno. Podría equivocarse el doctor. ¿No crees Marta? Sí, ojalá pudiera ser ella de nuevo, se lo merece, es tan buena chica... En ese momento, la puerta del dormitorio de Eva, se abría. ¡Buenos días, señores! ¿Alguna novedad? Desde ayer que abrió los ojos no, doctor Smitz, ha pasado la noche muy bien en apariencia, y se encuentra dormida en estos momentos. Bien, debemos dejar que sea el tiempo el que cure. ¿Usted cree...? No, Marta, estamos convencidos... que, ser ella, no será jamás. El daño que tuvo en el cerebro, y la zona donde se encontraba localizada la herida, nos hace pensar, que su memoria sufrirá algún revés, pero aún así, podrá llevar una vida normal... bueno; relativamente normal. ¿Qué quiere decir doctor? Lamento tener que darles peores noticias, que las que les gustaría oír, pero así están las cosas. Sí, pero... ¿Qué es eso de relativamente normal? Me refiero, a que su cuerpo sanará por completo, pero su mente le costara mucho más. No estoy pensando en la amnesia que le quedará, o puede quedarle, pienso, en que es una zona tan concreta del cerebro, cuya finalidad es oxigenar su riego sanguíneo, y eso puede fallarle. ¿Qué quiere decir en realidad, doctor. ? Pues, que esa sección de su cerebro, no puede permanecer sin funcionar más de tres minutos, pues daría lugar entonces a daños irreversibles para ella, incluso le podría ocasionar la muerte. ¿Pero cómo...? (Enrique) ¿Qué...? (Jesús) ¿Está seguro de lo que dice, doctor Smitz? Lamento darle este tipo de noticias Marta, pero también debo decirles, que siendo activado con unos electrodos especiales, ese cerebro vuelve a ser el mismo en cuestión de segundos. Eso sí; siempre que se le aplique antes de los tres minutos como les digo. Pero... pero eso es imposible, tres minutos... Sí, no es fácil, pero créame usted Enrique, no dejaremos que le suceda nada malo, yo me ocuparé de ella personalmente, y alguna solución se me ocurrirá para su problema, confía en mí. Bien; que descansen, y tengan un buen día señores. No duden en hacerme saber cualquier cambio que observen en Eva. ¿O.K.? Sí, doctor, por supuesto. ¡Adiós, Buenos días! Buenos días, doctor. Unos minutos de silencio total reinó en la sala, hasta que Enrique, lo rompió. (Quizá, para sacar a su amigo, y a su hermana de sus pensamientos) ¿No te he comentado Jesús, que creo saber cómo pudieron cerrar la puerta? ¿En serio? ¿Es posible? Sí, sí lo es. Al menos eso creo, y debo poner mis ideas a la práctica. ¿Es que dudas que pueda fallar? No, no es eso, Jesús, tengo que probar que pudo hacerlo Pancho, eso es lo que tengo más crudo. Pero lo harás... ¿Verdad hermanito? Lo intentaré... ¿Qué es eso de lo intentaré? ¿Este es mi hermano, o me lo han cambiado? ¿Desde cuando intentas las cosas tú, Enrique? Tienes razón, Marta, no debo dudar de mí. ¡Pues claro! Tú siempre has podido, y ahora más que nunca. No debo dudar de mí, ya lo sé, pero lo que no veo claro, es que haya dejado algún cabo suelto ese sujeto, o cuál es. Aunque confío en encontrarlo. ¡Ese es mi hermano! ¡Mmmmuá! Zalamera... El caso es que, se están torciendo las cosas un poco para mí. ¿Qué quieres decir Enrique? Que han asesinado posiblemente a esa falsa hija de Alfonso, a esa tal Ydoya. ¿Asesinada? Sí, así es, Jesús. ¿Quién ha podido hacer una cosa así? La cuestión, como la veo yo, es quien, si; pero por qué. ¿Volverá a tener repercusión de algún modo en Alfonso? ¿O simplemente ha sido una fatal casualidad? También puede que sea así, Enrique, ya sabes, el mundo de la prostitución encierra todo un mundo de delincuencia, de drogas, de chulo-putas, asesinos y drogadictos... Ojalá tengas razón, Jesús, y sea un hecho aislado, sin consecuencias, al menos negativas para nosotros. Confiemos en que así sea, Enrique.



















Capítulo IIIC

Tras las primeras angustias pasadas por María, podía observársele mejor cara. Esa era la impresión que a Ely le daba su estado de salud. ¿Qué tal te encuentras cariño? Bien, Ely, gracias, estaba pensando... ¿En qué cielo? Te imaginas Ely... ¡Podría haber sido yo, esa pobre chica! No pienses en ello, María, por favor. No me lo puedo quitar de la cabeza, yo en el mundo de esta mierda de las drogas... ¡Qué ciega estaba! Todos cometemos errores, María, pero no te tortures con esos pensamientos. Tus pensamientos tienen que mirar al futuro. ¿No crees? Sí, sí claro, eso es precisamente lo que quiero. Te juro que no recaeré jamás. Nunca me ocurriera lo que a mi madre con aquel desgraciado, o a esta pobre chica, por no haber reconocido a tiempo sus errores. Gracias a Dios, yo he podido reconocer, y comprender el infierno donde estaba metida, y nunca podré pagaros todo lo que estáis haciendo por mi, Ely... No hacemos otra cosa, que cumplir con vuestro deber de amigos, y de padre... Ely, en ese punto, se quedó pensativa, pues a su mente venía de nuevo Alfonso, y sus sentimientos hacia ese amor, que debía guardar con llave en la caja donde el corazón descansar. María, también estaba absorta en su dilema, pero fue ésta la que en unos segundos volvió a romper el silencio de la sala. Me contó mi padre, que habías venido a Nueva York para hacer unas oposiciones, Ely. ¿Qué tal te salieron? ¿Aprobaste? No, María, pero no tiene importancia. ¿Que no tiene importancia? ¿Qué sentido tiene pues, que vinieras a sacarlas? Pues cuando vine, traía unas ideas, unos proyectos, unas ilusiones... ¿Y ahora? ¿Es que ya no tienes nada de eso? Sí, tal vez, pero no es lo mismo, María. Pues no comprendo nada. Es fácil de entender, antes, sólo pensaba en mí, en mi vida y en mi futuro... Hubo un silencio, que le dio cierto escalofrío a Ely, cosa que no pasó desapercibido a María. ¿Y? Pues... conocí a tu madre, te conocí a ti, conocí a tu padre ¿Te ha cambiado eso la vida Ely? Ely, cayó humillando unos centímetros la frente. ¿Es que estás enamorada de mi padre? ¿O me equivoco? No, no te equivocas María, tengo que confesártelo. ¿Lo sabe él? ¡No! No, no, por favor, María, ni él, ni nadie, y júrame que quedara entre nosotras. Está bien, te lo prometo, pero... ¿Cómo puedes guardar un secreto tan bello? Está tu madre, María, es una buena mujer. Tienes razón Ely, y la quiero mucho, pero a ti también. ¿Me quieres? ¡Pues claro! Eres mi mejor amiga, y no te quisiera perder. Como amiga, no me perderás, María, te lo prometo. ¿Piensas que mamá salga del coma, y papá la prefiera a ella? ¿Dime Ely? Por favor, María, es un tema delicado, y no me gustaría... Quiero saberlo todo Ely, me gustaría que fueses mi mamá eres muy buena, y te tengo mucho afecto... claro que... ¿Ves como hay un pero ...? Sí, comprendo que papá siempre ha vivido enamorado de mi madre, y es probable que vuelvan de nuevo, ahora que el canalla de Alfredo no está, claro que para eso hace falta que se cure totalmente. ¿Tú crees que se curará Ely? ¡Pues claro, chiquilla! Ten fe en Dios, que todo se arreglará. ¿Recuerdas el cuento de la hormiga y el elefante? ¡Cómo no me voy a acordar! Pues si seguimos así, ayudándonos todos, seguro que ganaremos esta batalla. Esperemos que sí, pero... ¿Y mi padre Ely? ¿Qué será de él? Ya te digo que tengamos fe en Dios, y confiemos en que Enrique, consiga esclarecer este misterio. Si la policía ve las pruebas tan claras... ¿Tú crees que conseguirá desenmascarar a los culpables? Estoy convencida, María, todos los crímenes se pagan. Tarde o temprano aparecerá él, o los culpables, ya verás. Dios te oiga, pobre papá... ¡Cómo está sufriendo! Tú padre es fuerte, y soportará esta prueba, créeme ¿Quién sabe cuándo podrá solucionarse este enredo Ely? Sólo Dios lo sabe, pero te vuelvo a decir lo mismo que antes, tampoco en el conflicto de tu padre debes pensar. Tienes que centrarte en ti, y sólo en ti. ¿Comprendes? La fuerza física y mental, que tienes en este momento, tiene que revertirse en ti misma, y conseguir superar tu estado, ya nos ocuparemos nosotros de Eva y de tu padre. ¿O.K.? Dando un suspiro profundo, María cayó, quedó muda, aunque pensativa, no podía evitarlo eran sus padres, y cada uno de ellos tenía un problema difícil de solucionar. Aquel silencio fue roto por la puerta de la sala. Buenos días, señoritas. ¿Qué tal está? Hola, doctor Smitz. ¿Qué tal Eva? ¿Cómo se encuentra? Mejora positivamente su estado. Día a día, es clara su mejoría. ¿Cree que se repondrá totalmente, doctor? Pues, es ese el tema que me trae aquí precisamente. ¿Qué quiere decir, doctor? ¿Sabía usted doctora, que su estado es crítico? Sí, pero no comprendo... ¿Qué trata de decirme doctor Smitz? Cómo explicaría yo... El caso es que, recuperarse en definitiva no lo hará, no quiero que me mal interprete doctora Elisa, déjeme que le explique... su estado mental, por el daño sufrido en su cerebro, no podrá ser normal. ¡Me está asustando doctor! Tranquilícese, por favor, lo que pretendo decirle, es que su memoria posiblemente no sea la correcta, y por otra parte, es muy probable que sufra una especie de ataques cerebrales, o desmayos, que necesitarán intervención médica urgente. ¿Se podrá valer por sí sola? Sí, sí claro, por supuesto, su comportamiento será normal, su vida puede ser la misma que hasta ahora, pero... ¿Hay un pero? Sí, a pesar de todo lo que le digo, su estado puede llegar a ser grave, si no se le atiende en un periodo de tiempo de tres a cuatro minutos. María, escuchaba, y permanecía abrazada a Ely, como queriendo mitigar el dolor, que iba sintiendo, a la vez que el doctor seguía narrando su versión. Quiero decirle Elisa, que su cerebro necesitará ser estimulado por ciertos electrodos, algo muy sencillo y sin dolor alguno, pero fundamental para ella, de no ser así, podría morir. ¿Qué me dice doctor? Así es; siento decirlo así, pero no se preocupe, podría tener la solución. Ely permanecía sin aliento (entre el abrazo de María que se hacía más, y más fuerte, según las noticias del doctor), para alimentar su pecho, pero se sentiría mejor, cuando el doctor Smitz, le diera aquella esperada solución para Eva. Le estuve comentando a sus amigos, el peligro que supone para la señora Eva María Aguirre, el no ser atendida a tiempo, y les prometí una solución que quería proponerle a María. Usted dirá doctor. (Se atrevió a contestar María) Su madre tiene un título de auxiliar médico... ¿No es cierto? Así es, doctor. Había pensado, que podríamos emplearla en algún centro hospitalario, con disponibilidad de dicho aparato, donde podía ser atendida en el tiempo necesario para sus necesidades. ¿No cree? Si, me parece buena idea doctor, pero... ¿Hay muchos centros, que disponga de ese recurso? No, en realidad no hay muchos, quizás únicamente aquí en Nueva York. ¿Quiere decir que se debería quedar aquí? Sí, es muy probable que así sea. ¡No puede quedarse mamá sola en Nueva York, Ely, no quiero.! Haremos lo que sea mejor para ella, María, no te preocupes, ya pensaremos que hacer. ¿No crees? Sí, pero no quiero dejarla sola. Me habría gustado convivir con ellos dos en nuestra ciudad, Ely, no quiero quedarme sin los dos. Me tiene a mi, María. Sí... Me había hecho tantas ilusiones, para volver a casa, con mi padre y tenerlos cerca a los dos... Los pasos los damos nosotros en la vida María, pero los tropiezos los tiene ella, y es cuestión de saber dirigir nuestros pasos, con el fin de esquivar las piedras que la propia vida nos pone en el camino. Me gustaría pensar como tú, Ely, pero me es imposible. Sí, comprendo que cada uno somos irrepetibles, no podemos ser iguales, pero aún así, tengo mucha fe en ti, y se; que sabrás dirigir el barco de tu vida hacia buen puerto. ¡Venga, cariño! ¡Todo se arreglará, no te preocupes. Creo, que aquí en Nueva York, es donde mejor estaría, piénsalo María, piensa como hacerlo, pero hazlo. Sí, doctor, gracias por su ayuda, le agradezco el interés que está poniendo en mi madre. No hay por qué darlas, es mi obligación, y mi deber. Que pasen buen día. Gracias, doctor. Igualmente. Al salir el doctor, el silencio volvió a hacerse presente en la sala, las dos amigas parecían pensar en cómo hacer, si María quería volver a su ciudad. Por fin, fue la propia María quien se pronunció sobre el tema. ¡Me quedaré con mamá!
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Aquella misma tarde, la malvada Amaya, se encontraba preparándose para su "trabajo", cuando Pancho, le dio la noticia, su amiga Idoia, había sido asesinada. La cara de Amaya, no experimentó ningún síntoma de sorpresa por la noticia, pero él, sí se veía que lo sentía, el negocio era la mitad ahora, por lo que le monta el "pollo". ¿No os dije, que no os alejaseis pánfilas? ¿No os dije que podría ocurriros algo malo? ¡Le está bien empleado! ¡Maldita sea! ¡También podías haber sido tú! Amaya, miraba con ojos desorbitados, llenos de odio. ¡Sí, tú! Que no vales una mierda, y no ganas un duro. ¡¡Mierda!! ¡También podías haber sido tú el muerto, capullo! ¿Eh? Sin pensárselo Pancho, la emprendió a golpes con ella, recordándole lo que también en otra ocasión le dijo Amaya. Te voy a enseñar yo a tenerme miedo, pánfila de mierda. ¿No decías, que jamás me tendrías miedo? Yo te enseñaré quien manda aquí, "putón" callejero. No pudo responder al ataque de Pancho, que le cayó por sorpresa, por lo que todos los golpes los recibía ella, aunque trataba de defenderse protegiéndose con las manos, no pudo evitar, que la paliza fuera soberbia y brutal. En efecto, pudo comprobar que aquel hombre era peligroso, y le estaba haciendo bastante daño, ya su cara no sólo reflejaba odio, sino terror hacia aquel hombre que, aunque fuese un "pocas carnes" como ella lo llamó, podía comprobar, que estaba acostumbrado a pegar. (Suponía que a las mujeres, claro)











Capítulo IIC

Sí; pudo comprobar que no era tan difícil tenerle miedo a aquel personaje, se vio obligada a emperifollarse como todas las noches, y salir por los mismos guetos de siempre, sólo tenía algo a su favor, según pensaba ella (estaría sola), las ganancias de los depravados de la noche, no se los quitaría aquella chica tan mona, joven y que tanto atraía a los clientes. No por eso, dejaba de tomar algún tipo de venganza contra aquél que le maltrataba, le humillaba y obligaba a hacer su santa voluntad, le robaba, le explotaba, y tal vez; no permitiese que regresase a su país. (Recordemos, que se quedaba con todo su dinero, el de la prostitución, y el que la obligaba a ganar con la venta de las drogas.) Tengo que deshacerme de este canalla, no puedo permitir que me trate así. (Pensaba Amaya) Debo acabar con este cabrón de algún modo. ¡De un tiro quizás! No... sería demasiado evidente, tengo que pensar algo mejor, algo parecido a su trampa con Alfonso, no puedo permitirme el lujo de fallar, o estaré perdida. Envenenado tal vez, sí... algo que no me comprometa, eso haré. Este cabrón no me puede tratar así, a mí, a Amaya Sanjurjo. La noche era densa, espesa, escalofriante. Aquellos garitos... aquellas gentes... aquellas callejuelas en penumbra, donde se podría encontrar en cualquier rincón o esquina de todo tipo de problemas, con aquel tipo de gentes tan distintas a las personas del día, la claridad de las virtudes tan gratificantes que nos ofrece la vida. Eran totalmente distintos, allí se podía respirar, se podía palpar la muerte, incluso... por una "papelina", por alguna copa de más, discusiones, por cuestiones de dinero con algún "chulo putas", y sobre todo, con aquellos, que bajo la influencia de las drogas, en ese estado delirante, irreal y abstracto, que viviendo en un mundo aparte, sus actos podían ser impensables. Pero allí estaba Amaya en su salsa, en lo que había mamado desde niña y, donde parecía dominar cualquier situación. ¿Qué, cachondo, te animas? ¿Qué haces tan sólo, necesitas compañía? ¡Qué carita tan seria, chico! ¿Te ha comido la lengua el gato? Aquel hombre, como tantos otros al ver a la pécora, sólo su imagen lo echaba para atrás. ¿Hace un polvo? El hombre pasaba de largo, y a nuestra putita le volvían a llevar los demonios viendo que se le despreciaba. Que despreciaban aquel cuerpo, con el que ella estaba tan orgullosa. ¿Es que eres maricón, o qué? Mira que piernas, mira qué cuerpo... mira que labios chato... lo que yo no te haría con ellos. Ella, le seguía sus pasos insistiendo, quizás podría convencerlo, pero no fue así, lo perdió en la penumbra de aquellos lugares tenebrosos, y oscuros. ¡Bah! Vete a la mierda, capullo. ¡Los tengo así! ¡Té enteras! ¡¡Así !! Grrrr... Ya estamos como todos los días, malditos... ¿Pero qué querrán éstos, si no valen un duro? ¿Querrán a la princesa de Saba? ¡Anda, que te la casquen! ¡¡Capullo !! No era su noche, estaba claro que no era Idoia la que le hacía sombra, sino su propio cuerpo, su forma de hablar, y tal vez su forma de vestir o, tantas y tantas cosas que tenía en contra de una persona virtuosa, correcta y con educación. Pero, no sería esa toda su mala suerte aquella noche, pronto se daría cuenta de ello, pues en aquellos momentos, empezaron a oírse sirenas policiales, luces intermitentes, y movimiento de agentes por todos, y cada uno de aquellos rincones de perdición. La policía, hacía una redada de rutina en las que, solía dar ciertos escarmientos a determinados sujetos, y donde casi siempre, solían detener algún pez medianamente grande, aunque... los peces gordos en ventas de estupefacientes, eran muy difíciles de cazar, casi siempre por falta de pruebas, aunque supieran quiénes eran algunos de ellos. El terror volvía a apoderarse de la magullada Amaya. ¡Malditos cabrones! ¿Quién coño os manda venir por aquí? Podíais quedaros en vuestro puto agujero. Ni qué decir tiene, que fue detenida con el resto de aquella chusma para su pesar, y en aquel momento comprendió, que la suerte la tenía de culo. ¿Será posible la suerte que tengo? ¡Soltadme ! No he hecho nada, no podéis... Os digo, que no podéis detenerme. ¡Soltadme! Los agentes, sin mediar palabra, y con el alboroto que había, querían acabar el trabajo cuanto antes. Le introdujeron en el furgón tratando de detener a la mayor cantidad de aquellos sujetos, luego vendría la investigación y ya se vería quién era culpable, y de qué, y quien inocente, y por qué. ¡Maldita sea mi suerte! ¡Me han tenido que cazar así! Sí; serán unos días, pero... me pueden relacionar con Idoya, por la nacionalidad tal vez. ¡Lo negaré todo! ¡No sé nada! ¡No la conozco! No pueden... ¿O sí? ¿Llevaría algo, que me relacionase con ella? Quizás llevase algún objeto, algún papel, algo que me relacione con ella. Aún así, lo negaré todo.
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Enrique Campillo, aquella misma noche, no pudo conciliar el sueño, dándole vueltas al problema de Alfonso, pero al amanecer lo tenía claro. Pensó, que lo mejor sería hablar con la policía, y contarle su versión de los hechos ocurridos en aquella habitación. Aunque, su teoría no demostraba quien lo pudo hacer, si era un primer paso, pues en efecto podía demostrar que se pudo cerrar desde fuera, sin llaves. Tras una refrescante ducha, y un reconstituyente desayuno, sus pasos se dirigieron hacia la comisaría, pues estaba decidido a demostrar su teoría. También debía conseguir, que la propia policía, después de tomar huellas, y con un registro más minucioso, pudieran convencerse de que, en realidad, pudo hacerse desde fuera, así conseguiría probar quizás (de haber huellas), que fue imposible que lo hiciese Alfonso, al menos con la llave. Y si fue hecho así... ¿qué sentido tenía que lo hiciese Alfonso, llevando en su poder la llave de la habitación? ¿El inspector Eliott, está por favor? Sí, esta. (El mismo policía gordo, sin levantar la vista del periódico, que leía) Ya sabe el camino. Está bien, gracias. Es usted "muy, amable". Inspector... ¡Ah, Sr. Campillo! Pase, pase por favor. ¿En qué puedo servirle ahora? Pues vera usted, inspector, me gustaría explicarle una curiosa teoría que tengo, derivada de mi estudio cuando me enseñó la habitación donde ocurrió el crimen. ¿Teoría? ¿Es que hay una teoría? ¿Hay alguna otra explicación para el caso? Pues sí, señor, así es, al menos me gustaría comprobarla poniéndola en práctica, para demostrar que fue posible cerrar la puerta desde fuera, sin llaves. ¿Qué me dice? ¿Usted cree? Sí, lo creo. ¿Se da cuenta Sr. Campillo, que está poniendo en entredicho todas nuestras investigaciones? Perdone inspector, pero... No admito “peros”. ¡Comprende! No puede cerrarse de ese modo inspector. No puede cerrarse a la verdad. ¿Qué verdad? ¿Es que, no cree que mis hombres, hayan podido hacer una investigación juiciosa, Sr. Campillo? No quiero poner en duda nada, y le vuelvo a pedir perdón, pero estoy obligado a demostrar la inocencia de mi cliente. ¿Querrá decir, si lo es? Estoy convencido, inspector. Pues nosotros pensamos todo lo contrario, ya ve usted. Sólo le pido, que por favor, me permita llevar a cabo mi teoría en la práctica. Sr. Campillo, no comprendo, como ayer no vio nada, o al menos no hizo ningún comentario... y hoy lo tenga tan claro. ¿Qué ha ocurrido que yo no sepa? En realidad nada, sencillamente he atado cabos, y he llegado a esa conjetura. Y no crea que es una decisión precipitada, le puedo asegurar, que he pasado la noche en vela, montando y desmontando la trama, antes de dirigirme a usted. ¡Vaya! Veo que sí, que está muy convencido de lo que dice. ¿Pretende decirme Sr. Campillo, que es posible que él; o los autores del crimen son otros, y que tal vez, el mismo que hizo la llamada a comisaría? ¿Eso fue lo que me insinuó, no es cierto? En efecto, es posible. ¿Y cómo cree, que fue presuntamente cerrara la puerta sin llave, desde el exterior, Sr. Campillo? Aquel policía, ya parecía dudar, viendo al detective tan seguro de lo que decía, quiso saber al menos su teoría. Porque la verdad, es que me cuesta creerlo, aunque usted lo tenga tan claro. Aunque... ¿Quiere decirme algo inspector? Sí, estaba pensando en la grabación. ¿Qué ocurre con la grabación? La grabación de la llamada anónima, que recibimos. En ella, el hombre; porque era un hombre el que llamó, trataba de hacer tiempo precisamente para que localizásemos la llamada. ¿Es que no dijo el lugar? No, no lo dijo, sólo dijo que, "habían encontrado un paquete sospechoso en su habitación", y pensándolo bien hay una contradicción, pues dijo que, "lo había visto entrar con él bajo el brazo". Al principio no le he dado importancia, pues podía haber entrado después, pero me choca eso de "hemos encontrado". Se supone que él cerró con llave, o con el pestillo simplemente al salir. Claro; que también pudo abrir la chica de la limpieza, y llamar un hombre, pero... ¿Por qué hacer tiempo, y no dar el nombre del hotel? ¿No cree? Sí, estoy de acuerdo con usted, es sospechoso. Lo lógico habría sido, dar rápidamente el nombre del hotel donde ocurrían los hechos. Bien, dígame Sr. Campillo. ¿Qué cree que ocurrió en realidad? En la primera inspección, no le quise decir nada hasta no estar seguro de lo que ocurrió, pero pude observar, una pequeña alcayata clavada a la altura del cerrojo de la puerta... Le cortó el inspector. ¿Qué significa una alcayata? Déjeme acabar, por favor. También vi, que el visor o mirilla de la puerta, es de modelo antiguo, al igual que la propia cerradura, antigua, de pestillo y cerrojo. ¿Y? Pues, que en efecto, he llegado a la conclusión, que pudo realizarse la maniobra de cerrarla desde el exterior. Pues usted me dirá, porque no comprendo nada. Es muy sencillo, aunque parezca complicado, mire usted, si vamos a hacer una inspección más detallada del cierre, podrá observar, que en el botón del pestillo, se encuentra pegado un pedacito de celofán. Sigo sin comprender nada, es más; cada vez lo entiendo menos. La maniobra fue la siguiente: tras hacer una lazada en la manilla del cerrojo, la parte de la cuerda... ¿O sea, que se logró con una cuerda? Sí, sí una cuerda, que fue atada como le digo, y la parte que deshace la lazada, fue pasada, por el botón o trinquete de la cerradura, sujetándola con un celofán, o cello, manteniendo apretado el trinquete, que permite cerrar el cerrojo, y la parte fija de la cuerda, pasada por la alcayata. La famosa alcayata. Sí, la famosa alcayata... ¿Y bien? Pues, los dos cabos fueron pasados por la mirilla como le digo, y tras tirar del cabo fijo, y cerrar el cerrojo, se tiró del cabo que deshacía la lazada, hasta conseguir sacar todo el cabo por la mirilla. ¡Increíble! ¿Es posible que eso ocurriese así? Estoy seguro, señor. Permítame que se lo demuestre, tal vez, mi teoría no sea la correcta, pero debemos llevarla a cabo, no podemos condenar a un inocente. ¿No cree? Hasta ahí estoy con usted, señor Campillo. Le prometo, que se hará como usted dice, ¿de acuerdo? Gracias inspector, se lo agradezco. No, no me agradezca nada, quiero ver por mis propios ojos algo tan increíble. Increíble y sencillo a la vez... Sí, tiene razón, señor Campillo.


















Capítulo IC

Marta, cariño, será mejor que des una vuelta por la ciudad con Ely y os relajéis, debéis estar rendidas. No creo que sea buena idea Jesús, yo prefiero quedarme. Ya cuidaré yo de Eva y de María, no debéis preocuparos, lo haré bien, lo prometo. Sí, de eso estoy segura cariño, creo que serías el mejor enfermero que pudiese haber, pero insisto; creo que sería mejor que te fueras tú. ¿Es que me echas? ¡Ya sabes que no, tonto! Yo estaré contigo tooooooda una vidaaaa. Eso me tranquiliza. Ya me siento mejor. ¿Crees que podría estar con tu hermano... y ver cómo lleva la investigación, Marta? Pues mira, eso es una buena idea, creo que podíais hablar un poco del caso, así te despejabas un poco de este ambiente, y quién sabe; quizá, resuelvas tú solo el problema de Alfonso. ¿Tan listo me crees? Es una broma Jesús, bueno... tampoco, quiero decir... Sí, ya sé, no hace falta que te disculpes, ya sé lo que quieres decir. ¿Ah, sí? ¿Y qué quiero decir? Pues, que ni soy tonto, ni listo, sino todo lo contrario. Los dos estallaron en carcajadas, con miradas pícaras de cómplices enamorados. ¿Tú qué opinas, Ely? Que debes hacer caso a Marta, ya sabes, las mujeres sabemos lo que os conviene. ¿Lo que nos conviene? ¿Querrás decir, lo que os parece mejor que hagamos? Llámalo como quieras Jesús, pero hazle caso, vete y descansa, lo necesitas. Está bien, está bien, os haré caso. ¡Mujeres! ¿Tú también estarás de acuerdo, no es cierto María? ¡Pues claro! ¿Es que lo dudabas? ¿No soy mujer acaso? Pues... ¡Pues claro! ¿Creías que iba a estar en desacuerdo con ellas acaso? ¡Para que habré dicho nada! Tres contra uno, me rindo. Adiós cielo, vendré en cuanto pueda. No tengas prisa, Jesús, ya ves a María, cómo se encuentra de animada. Con un leve roce de labios los dos amantes se despidieron. Adiós Ely, y gracias. Ely, asintió con un leve movimiento de cabeza. Procura enterarte como se encuentra mi padre, por favor, Jesús. No te preocupes, lo haré, y tú prométeme, que seguirás portándote bien. ¿O.K.? (A Maria)No te preocupes Jesús, estoy bien, gracias. Sí; todo eso está muy bien, pero aún no me lo has prometido. ¡Está bien, te lo prometo, "pesao" ! Eso está mejor. Hasta pronto, cuidaros., Cerró la puerta tras de sí suavemente. Mientras abandonaba el hospital Santa Mónica, pensaba...¿Se encontrará Enrique, en la comisaría aún?Convencido de ello, cogió un taxi, y se dirigió hacia las dependencias policiales donde esperaba con toda seguridad encontrar a Enrique. ...........................................................................Todas las prostitutas, drogadictos y depravados de la noche que la policía consiguió arrestar, fueron entrando en fila desorganizada, y con el bullicio clásico de aquel tipo de gente, con sus lenguajes malsonantes, insultos a la policía, recriminaciones entre ellos, etc. Aún con el desorden del momento, y mientras la policía trataba a duras penas de ordenar aquel caos, Amaya, pudo percatarse de aquel gordo, seboso, maleducado y desidioso, que se encontraba en recepción, como si lo hubiesen sembrado allí. Claro que para Amaya, aquella comisaría era nueva, era la primera vez que fue arrestada en Nueva York, pero conoció a aquel hombre. Sí... lo conocía bien, tan bien, que fue escondiéndose entre los demás para que no la vería (aún no se sabía muy bien, por qué motivo rehuía aquel encuentro), tratando en pasar desapercibida, para aquel hombre gordo, calvo y con gafas, en el que reconoció a aquél cliente suyo, en la noche que asesinaron a Ydoya Treviño. Poco a poco, fueron ocupando aquellos largos bancos corridos en el pasillo, dispuestos para esas ocasiones especialmente. Fue en esos precisos instantes, cuando Jesús, hizo su entrada en comisaría dirigiéndose a información, y a aquel hombre, gordo, calvo y con gafas que tan mal le caía, por su falta de educación que ya le había demostrado con anterioridad, en otras ocasiones. Por favor. ¿Me podría indicar si se encuentra en las dependencias aún, don Enrique Campillo? ¿Don, quien? Enrique Campillo. Ah, Enrique Campillo... Guardó un silencio intencionado. ¿Y bien? ¿Conoce el despacho del inspector? Sí, claro, ya sabe que sí. Pues eso. ¿Pues eso, qué? ¿Es que tengo que escribírselo, amigo? No hace falta que me escriba nada "amigo", sólo que hable claro, y muestre un minimo de educación. Um ...um ...um... ¿Ese bramido quiere decir, que se encuentra con el inspector Eliott? ¡Sí! ¡Qué amabilidad! ¡Qué educación! ¡Qué cinismo! Gracias, por nada "amigo"... Mientras recorría Jesús, el pasillo que le separaba del despacho del inspector, pudo percatarse de alguien, entre aquélla escoria que se apelotonaba en él, trataba de esconder su cara, al principio no le dio mayor importancia, pero a medida que fue acercándose a la puerta, y al observar la insistencia de aquella mujer en esconderse, su instinto curioso, hizo que su vista se clavase en ella en particular, olvidando al resto de personas que se encontraban en la estancia. Amaya había visto a Jesús, y bajo ningún concepto podía permitir que la viera en aquel lugar, pues podía traerle muchos problemas. ¡Amaya! ( Exclamó para sus adentro) ¿Qué hará esta pécora aquí? ¡Qué pregunta me hago! ¿Dónde va a estar? ¡ Dónde le corresponde! Ni más, ni menos, que donde debe estar este engendro de mujer. Entreabrió un poco más la puerta del despacho... ¿Da su permiso, señor inspector? ¡Adelante, pase! ¡Ah, es usted! Buenos días inspector Eliott. Enrique... Hola Jesús. ¿Qué tal? Interrumpo... ¡No, por Dios, Jesús! Hablamos de la posible trama, del presunto asesino, de la chica de la limpieza, de cómo pudo ser, mejor dicho; como imagino, que pudo ser cerrada la puerta desde fuera y de los posibles interrogantes del crimen... A propósito de posibles integrantes del crimen, Enrique. ¿Sabías que se encuentra en el pasillo, nuestra " amiga" Amaya? ¿Qué? Sí, así es, ha sido detenida en la redada de esta madrugada. ¿Se refiere a la tan traída y llevada Amaya, la extorsionista, perdón; la presunta extorsionista... Señor... Idoate? En efecto, la misma, inspector. No quisiera ser impertinente, inspector Eliott, ni siquiera que mis palabras le ofendiesen, pero debo rogarle que se le interrogue. ¿Usted cree, señor Campillo? Creo que podría sacarnos de muchas dudas. ¿No le parece? Um... es posible que tenga usted razón, pero le aconsejo, que me permita hacer mi trabajo a mi manera, ¿de acuerdo? Sí, claro, como usted diga. ¡Sígame, señor Idoate! Usted espéreme aquí. Tras salir al pasillo, el inspector trataba de que Jesús, identificase a la tal Amaya. Dígame, quién es esa señorita. Pues... ¿Es que no la conoce? Sí, claro, pero ya no se encuentra en su sitio. Desconcertado miraba para un lado y el otro del pasillo, Amaya no aparecía. ¿Me quiere decir, que se ha esfumado? Es imposible que tan rápido haya podido salir de la comisaría. Quizá esté prestando declaración. ¿No cree inspector? Es posible, veamos. Tras abrir varios despachos, y comprobar que allí no se encontraba, por fin en el último... Sí, es ella. ¿Está seguro, señor Idoate? Por favor, inspector... Perdone, comprenda que debemos estar seguros, antes de inculpar a alguien en algún delito. ¿No es cierto? Sí, sí, le comprendo perfectamente, pero le conozco muy bien, créame. ¡Bien! Déjeme a esta chica agente. Amaya, cambiaba de color como los semáforos, las piernas le temblaban, las taquicardias eran evidentes, se le podía apreciar a simple vista sobre el escote exuberante que lucía su arrugado pecho, al reconocer interiormente, que estaba perdida, o al menos se le estaban complicando mucho las cosas en aquella comisaría, su cerebro vertiginosamente, trataba de buscar respuestas a las posibles preguntas que le llovería a continuación, y de cómo poder salir de todas ellas con éxito. Ya, en el despacho del inspector... Siéntese, señorita. El corazón volvía a acelerársele al ver sentado y escudriñante a Enrique, que intentaría también complicarle la vida un poco más. ¿Señorita Amaya... Sanjurjo? Sí..., sí, señor. Mire, señorita, se le van a formular algunas preguntas, que deberá contestar con la mayor claridad y veracidad posible. ¿O.K.? ¿Conoce usted a estos señores? Pues... Le reitero, que no quiero evasivas, no se considere detenida, pero le aconsejo que sería mejor para usted, que colaborase por las buenas, y no me haga detenerla, aunque puede solicitar la presencia de un abogado, se le pondría de oficio. Sí... sí señor. ¿Me da la razón, o asegura que los conoce? Los conozco... ¿De qué los conoce? Del hotel donde me hospedaba. ¿Nada más? ¿No es cierto, que ha tratado de chantajear a Alfonso Quijano, con una falsa hija? ¡Señor Campillo, las preguntas las formulo yo! ¿De acuerdo? Enrique, simplemente cayó, Conteste a la pregunta. ¿Le ha tratado de hacer chantaje, a las personas o persona que le insinúa el Sr. Campillo? Amaya enmudeció, comprendía que, si hablaba estaba perdida, no podía confesar tal cosa, podían tirar del hilo y sacar la madeja completa. ¡Conteste! No, no sé de qué me habla... ¿Tampoco conoció usted, a Idoya Treviño? No, no sé quién es, se lo aseguro. ¡Maldición! No ha caído en el engaño, ha hablado en presente, no en pasado, como pretendía el inspector. (Pensaba Jesús) ¿Por qué dejó el hotel, señorita Treviño? No podía permitirme ese lujo durante más tiempo. ¿Cómo explica, que estuviera registrada durante los mismos días, y en la misma habitación con Idoya Treviño, sí dice que no la conocía? Sr. Campillo, le ruego, que me deje la investigación a mí. Amaya, enmudeció, no podía seguir mintiendo, el acoso al que estaba siendo sometida era brutal y, Enrique sabía lo que se traía entre manos, seguro que la haría hablar. ¡Le ha hecho una pregunta el Sr. Campillo, contéstela, por favor, y que conste, que no pido las cosas por favor, le aconsejo que hable antes de enfadarme de veras.! La mente de Amaya, estaba a punto de explotar, eran demasiadas cosas las que le harían confesar, era mucho el peligro que corría con sus declaraciones, y sólo ella sabía hasta qué punto. Estaba claro, que le harían confesar, pero debería llevarse a alguien por delante, no caería sola. Al odio que sentía por el dichoso Pancho, podía darle rienda suelta y vengarse en su persona, no estaba dispuesta a ir a la cárcel sola, confesaría, sí, pero se llevaría con ella a aquel canalla de Pancho, que tanto la humillaba, y maltrataba. Quizá podría esconder alguna responsabilidad suya, o tal vez, al confesar el crimen de Pancho, podría esconder, o que pasase desapercibido sus culpas en otras acciones. ¡Señorita Amaya! ¿Sí? Se le ha hecho una pregunta. ¡Conteste! ¿Pregunta? Vamos a ver, mujer de Dios, quiero que se concentre en nuestras preguntas, y las conteste lo más pronto posible. ¿Es mucho pedir eso? Tratamos de esclarecer unos hechos, en los que es básica su colaboración... ¡Comprende! Dígame, ¿conoce a Alfonso Quijano, sí, o no? Sí, sí señor. Bien, vamos bien. ¿Sabe que está preso por un delito de homicidio? Sí... sí. ¡Bien! ¿Sabe algo sobre el caso? Pues... yo... ¡Maldición! ¿Quiere contestar sin ambigüedades de una puta vez? ¿Lo sabe, o no? ¡Sí, sí, sí, sí ...! No pudo resistir la presión policial, y pensando en el maldito Pancho... ¡Conteste! ¡Sí, asesinaron a una chica, ya lo sé! ¿Qué quiere decir con asesinaron? ¡Fue Alfonso Quijano, y quien más! ¡No, no fue él! Enrique y Jesús, suspiraron a la vez, al escuchar aquellas palabras. ¿No fue él? ¿Quién fue pues? ¿Lo sabe? ¡Fue Pancho! ¡Pancho! ¡Pancho! Volvemos a encontrarnos con ese tal Pancho. ¿Dónde podríamos encontrar a Pancho, si quisiéramos localizarlo? En el gueto del este de la ciudad. Si es el Pancho, que yo me imagino, es un traficante del tres al cuarto... sí, ya sé donde vive. ¿Cómo estás tan segura de que fue él Amaya? (Enrique) Lo hizo para vengarse de Alfonso, quitárselo del medio, y tener vía libre para utilizar a su hija a su antojo. No es esa mi pregunta. Le he preguntado, que como estás tan segura de que fue él. Guardo un pequeño silencio antes de contestar a algo que la comprometería, pero tuvo que hacerlo. Yo estaba allí. ¿Tú, y quién más? Sr. Campillo, le vuelvo a repetir, que es mi investigación. Lo siento inspector, es deformación profesional, perdone. Deformación, deformación... Sigamos, lo hizo Pancho, estaba usted allí, pero... ¿Me quiere decir, que pintaba usted allí? ¡Quería vengarme de Alfonso. ! ¡Maldita sea! ¿Qué motivos tenía para vengarse de él?




















Capítulo C
¡Quería que pagase todo el desprecio que me ha hecho durante toda mi vida, eso es! Quiso ser novia de Alfonso, y él no la aceptó, señor inspector. (Jesús) Estoy seguro que no es ese el motivo. ¿Verdad señorita Amaya Sanjurjo? ¿Por qué lo hizo? ¿Y por qué, la ayuda de Pancho? ¿Cómo se conocieron ustedes? ¿Fue por dinero acaso? ¿Le pagó alguien, para que le hiciera algún mal a Alfonso? ¿Por qué nos dice, que no conocía a Ydoya Treviño, cuando sabemos positivamente que si.? ¿Por qué trata de ocultar, que no sabe nada de ella, cuando sabe que está muerta? ¿Es que no lee los periódicos? ¿No ve la televisión? ¿No oye la radio? ¡Es que me toma por imbécil! ¿Qué sabe del crimen del hotel? ¿He...? ¡Silencio! No quiero una evasiva más, ni mentira, sólo la verdad. ¿Está claro? ¡Empiece desde el principio! ¡Lo haré, lo haré! Lo mismo Enrique, que Jesús, aparte de la perplejidad que tenían, se les veía cara de felicidad, pues las cosas parecían salir a favor de Alfonso, cosa que les congratulaba enormemente, sólo esperaban conseguir la versión completa y después las pruebas que lo corroborasen todo a su favor. Sí... empezaré por el principio como me pide. Pues bien, la idea mía, era hacerle daño a Alfonso, por sus desprecios como le digo... ¡Mientes! ¡No empecemos, Sr. Campillo! ¡Siga! En nuestra ciudad, le practicaron la eutanasia a un hombre equivocado... También, pensaba inculpar a esa maldita zorra, que tan santa se cree. ¿A qué zorra se refiere? ¡Doña Elisa, la Santa! ¡Sí, pensaba inculparla, como inductora a la eutanasia de aquel hombre. ¡Al grano, señorita Amaya! Condenaron a los tres médicos que la practicaron, y quise sacar partido de todo ello, además de conseguir mi venganza, podía sacar un buen pico, no sólo de uno, sino de los dos... ¡Quiere explicarse mejor, cuño! Del doctor Ugarte, encargado de la eutanasia de aquel hombre, y descubierta la trama por Alfonso, y de éste, haciéndole chantaje con una falsa hija, pues de una forma u otra dejaría a su "dama," esa "milinguis" de doctora Elisa y sacaría un buen pico de los dos. Cayó unos instantes, los suficientes como para que el inspector volviese a impacientarse, tratando de sacar la versión completa de la declaración, y solucionar aquel entramado, que le traía por la calle de la amargura, muy a su pesar, pues él, había dado el caso por cerrado, y en realidad se daba cuenta, que no sabía absolutamente nada de él. ¡Siga, cajones! Pues... vine a Nueva York con el dinero de Ugarte, y con la idea de sacarle partido, a la vez que le hacía daño a Quijano... conocí por casualidad a Pancho, mientras buscaba en el hotel que nos alojamos a María, la hija de Alfonso, que a su vez odiaba a éste, y me propuso ayudarlo, así lo hice. ¡Pero le juro, que yo no tuve nada que ver con esa muerte! ¡Explíquese! No sé cómo pudo hacerlo, sólo nos pidió a Idoya y a mí, que vigilásemos por si volvía Alfonso del hospital, donde estaba visitando a su hija. ¿O sea; que reconoce haber conocido a Idoya Treviño? Amaya, se mordió la lengua, pues tratando de salir de un lío, se metió ella sola en el que precisamente quería evitar. Se vio obligada por la presión a la que estaba siendo sometida, por lo que tuvo que seguir confesando la verdad. Sí... sí, la conocí. Bien, ya vamos aclarando algo, que no es poco. Siga. Reconoce que fue Pancho, quien mató a la limpiadora, aunque no sabe cómo lo logró, bien. ¿Cuándo fue la última vez, que vio a Idoya Treviño? Llegando ese punto, a Amaya le costó más empezar su confesión, lo que hizo que la cólera del inspector volviera a resurgir de nuevo. ¡Maldita sea mi estampa! ¡Hable de una puñetera vez! Me esta haciendo perder los nervios, y eso no es bueno ni para mí; ni para usted, se lo aseguro. Se lo volveré a repetir. ¿Conoce algo de la muerte de la señorita Idoya Treviño, sí, o no? Amaya, aterrorizada ya, por el largo y penoso interrogatorio, sólo pudo asentir con la cabeza. ´ ¿Sí? ¿Y se puede saber qué sabe? ¿Sabe quién la mató, fue usted? ¡No! No, no. ¡No, que! ¡Yo no fui, lo juro! ¿Pero... sabe quién lo hizo, no es así? Fue el policía de la entrada, el gordo con gafas de información. ¿Qué? ¿Un policía? ¿Uno de mis policías? ¿Está loca? No, señor inspector, no estoy loca, es cierto lo que le estoy diciendo. ¡Un policía! Enrique y Jesús, se miraron asombrados también, no salían de su asombro, cuanta maldad junta en una sola persona... y ahora esto. ¿Qué iría a decir después? ¡Sí, un policía, un policía! ¿Es que un policía no es un hombre, una persona? ¿Es que, no puede ser tan malo un policía como otro cualquiera? ¿Es que todo los policías son buenos, y los demás somos la escoria? ¡Pues no! ¡Un policía, sí! Explíquese mejor, y no se me altere, que para eso estoy yo, ¿comprende? Aquí el único que puede cabrearse lo que quiera, soy yo. ¡Yo! Así que tranquila y continúe, qué pasó, como fue, que pintas tú... perdón, usted en todo esto, y que pinta un policía asesinando a una amiga, o supuesta amiga suya, conteste. Volvía a guardar silencio Amaya. ¡Conteste, coño! ¡Me hacía sombra! ¡La odiaba! ¿Sombra? Sí, era guapa, joven, atractiva, todos los clientes eran para ella, temía no poder reunir el dinero para regresar a mi país, y le propuse a "su" policía, que me la quitase del medio, a cambio de sexo, y droga que nos proporcionaba Pancho para la venta a las dos. ¿Pancho os daba droga, para vender? Sí, no es un angelito como usted cree inspector. Está bien, está bien, ya me ocuparé de ese detalle... ¿Sexo y droga? Sí, le ofrecí unos momentos de sexo, y la droga que tenía, ofreciéndole también la que llevaba Ydoya, pero sólo para que me la quitarse de encima, no para que la matara. ¡Lo juro, lo juro! Bien, creo que ya hemos escuchado bastante, he tenido la precaución de grabar su declaración para posterior estudio. ¿Qué opina usted, señor Campillo? La verdad es que no me salen las palabras, inspector. Eso sí; le puedo asegurar, que estoy muy satisfecho con su interrogación y con la declaración de Amaya, creo que sólo nos falta comprobar mi teoría, si usted me lo autoriza, y con la ayuda de sus hombres, saber si en efecto pudo realizarse la maniobra que le comenté con la puerta, y tener la suerte de encontrar alguna huella, que nos induzca pensar quién fue, en realidad, el autor de ese crimen. Sí, así es, Sr. Campillo. ¿Ve, como no somos tan malos algunos polis? (Pulsando el interfono...) ¡Haga venir a Manson a mi despacho! En unos minutos, Manson entró en el despacho del inspector, y por la posición, no pudo ver más que a Enrique y a Jesús. Pase, pase Manson, quiero presentarle a una persona. Al dar los primeros pasos, cansos y pesados que tenía, pudo ver el rostro de Amaya, su primera reacción fue huir, pues comprendió enseguida que lo había delatado, pero Enrique se puso en medio de la puerta impidiéndole el paso, pudo ver su rostro enrojecido con los ojos vidriosos de odio, y quizá por alguna otra sustancia tóxica, pero comprendió pronto, que sería inútil su intento de fuga, pues Enrique era un hombre vigoroso, joven, y él no tendría muchas oportunidades de salir de allí, lo que hizo, que se humillase su rostro a pesar de todo. El propio inspector Eliott, fue el que puso las esposas y leyó sus derechos tanto a Manson, como ha Amaya, que quedaron detenidos en las dependencias policiales hasta nueva orden judicial. Una cosa más, señorita Amaya, hay algo que no comprendo. ¿Por qué no volvió a su país después que encerramos a Quijano, si podía hacerlo? ¿Por qué se quedó ejerciendo la prostitución aquí en Nueva York? Al ver que de Alfonso no pude sacar tajada alguna, llamé al doctor Ugarte, y se había suicidado el muy cabrón... él tiene la culpa de muchas de las cosas que me han pasado, si no hubiera sido por su suicidio, Idoya no habría muerto, ni habrían ocurrido muchas cosas aquí en Nueva York. ¡Comprendo!














Capítulo CI

Entretanto, las dos amigas cuidaban de María que reflejaba su mejoría por momentos, a pesar de ir superando su calvario con pequeñas dosis de metadona, ya eran prácticamente ínfimas, más por la parte psicológica, que por la física, pues así como se lo propuso su perseverancia en abandonar el oscuro y maligno mundo de las sustancias tóxicas, estaba dando los resultados esperados, tanto para ella, como para todo aquel que le rodeaba, y le quería, pues no podía ser menos, lo deseaban con todo el alma. ¿María, te encuentras con fuerzas para hacerle una visita a tu madre? ¡Claro, Ely! ¡Me encantaría! Por favor... ¿Nos acompañas Marta? Por supuesto María, faltaría más, aunque... ¿Qué quieres decir Marta? No, nada, pensaba en Eva, creo que no podrá reconocernos, pero aún así, es conveniente que comprobemos su estado. Sí, deseo verla Marta, hace días que no he salido de esta habitación, sólo sé de ella por vosotras, me gustaría acariciarla aunque no pueda reconocerme. Sí, lo comprendo, vamos. En pocos minutos, y tras recorrer algún que otro pasillo, y alcanzar el ascensor, pudieron subir al piso doce donde se hallaba Eva. La enfermera cuidaba celosamente de ella, cuando se abrió la puerta... ¡Mamá! Mamá... Las dos amigas quedaron algún paso detrás de ella, que corrió a la cabecera de su madre con lágrimas en los ojos, y haciendo un gran esfuerzo por mantener su cuerpo en pie, pues las piernas le flojeaban por la emoción. ¿Es que no me conoces mamá? Contéstame, por favor... mamá...Lo siento, perdóname, perdona que no pudiera ver la realidad en aquel momento cuando me comunicaron tu estado, perdóname. Eva, impasible e inerte le miraba, como si tuviera la mirada fija en el vacío, en un universo de nada, con sus pupilas puestas en el infinito, por lo que María, aún se sentía más triste al ver que su madre, no podía reaccionar a sus palabras, lo que hizo, que su pecho no pudiera soportar esa situación y rompiera en sollozos desgarradores, que hicieron estremecer de emoción también a Marta y a una profesional de la psicología como era Ely. ¿Qué tal se encuentra, enfermera? Mejora notablemente señorita, ya parece que comienza a pronunciar algunas palabras mientras va saliendo del estado comatoso en el que estaba inmersa, pero aún es pronto para formular un diagnóstico preciso sobre su estado. Sí, lo comprendo, el destino y la fatalidad se han cebado con ella, pero al menos sabemos que vivirá. Así es, señorita Elisa, pero quizá si no supiera... Sé lo que quiere decirme, comprendo que si no supiera nada de su vida pasada quizá, psicológicamente se recuperaría con mayor rapidez, ¿no es eso? En efecto, eso pensamos, tal vez si comienza una nueva vida sin torturarse con su pasado, o tratando de ponerlo en orden, su estado tanto físico como mental, evolucionarían con mayor rapidez. Sí... sería más beneficioso confeccionarle un porvenir, que reconstruirle un pasado.
En esos instantes, el teléfono sonaba en la habitación de María, Jesús trataba de ponerse en contacto con alguna de ellas, para ponerles al corriente de los hechos ocurridos en comisaría, y darle las noticias, que le prometió a María sobre su padre, pero la llamada fue infructuosa al estar vacía, lo que hizo pensar a nuestro amigo que se encontrarían en la habitación de Eva. Tras llamar a recepción, y pedir el número de la habitación y planta donde se hallaba Eva, reiteró su llamada, que en esta ocasión sí dio su fruto. Sí... ¿Dígame? Marta, cariño. ¿Cómo estáis? ¡Ah, Jesús, eres tú! Bien, va todo muy bien, gracias. Hemos traído a María a visitar a su madre, lo deseaba tanto... Sí, lo comprendo. ¿Cómo ha reaccionado? Pues te puedes imaginar, se auto inculpa, por no haber estado lucida cuando le dieron la noticia del accidente de Eva, pero bien, es una chica fuerte y valiente, lo superará todo. Sí, es como su padre, estoy seguro que será así. Hubo unos instantes de silencio en los que, a cada lado del teléfono podían oírse los latidos, los fuertes latidos de dos corazones enamorados en los que, cada uno de ellos pensaba en el otro con esa fuerza que sólo el verdadero amor da. ¿Es que no vas a decirme ni un simple te quiero? ¡No! ¿No? No podría decirte algo tan simple, te diría, que te adoro, que te amo, que eres la estrella que ilumina mi vida, que sin tu luz me perdería en la inmensidad de las tinieblas, que no podría vivir sin ti, porque eres el aire que respiro, la sangre de mis venas, el motor que mueve este pobre corazón, pero decir que te quiero, creo que no, creo que eso quizá no lo haría. Eres un adulador... ¿Todo eso es cierto? ¿O lo has leído en algún libro? Es lo que siento por ti, cielo... Yo también, tesoro... ¿Has llamado, para decirme todas estas cosas? No, yo... ¿No? Bueno, eso te lo diría en cualquier momento, y todos los segundos de todos los días, pero lo que quiero decir, es que he llamado para daros una buena noticia. ¿En serio? ¿Ha salido ...? Aún no, cariño, pero hemos tenido la suerte de conseguir la declaración de Amaya. ¿Y? ¡Pues, que lo ha confesado todo! ¿Qué ha confesado que? Todo, todo, todo. Desde el chantaje de la falsa hija de Alfonso, hasta el crimen de la limpiadora, pasando por su participación en el asesinato de Ydoya Treviño. ¿En serio? ¿Y cómo lo ve mi hermano? Está convencido que una vez conseguida alguna huella que lo corrobore en el lugar de los hechos, Pancho podrá ser detenido, y caso cerrado. No sabes la alegría que me das Jesús, tengo tantas ganas de que todo esto termine... Así estamos todos, cielo, pero creo que tenemos el caso resuelto definitivamente, tú hermano está convencido de su teoría sobre la puerta. Pues si él lo dice, tú créetelo, él no suele equivocarse nunca. Se escucharon unos suaves golpecitos en la puerta, y alguien dio un firme: ¡Adelante! Estás aquí, me tenías preocupado. ¡Doctor de Marcos! (María) Te buscaba por toda la clínica, me tenías preocupado María. ¿Ocurre algo doctor? No, no es nada, sólo quería saber si te encontrabas bien, eso es todo. ¿Cómo te encuentras María? Se sentía tímida y avergonzada delante de aquel hombre, algo en su interior le decía que la respetaba, y que quizá, por su profesión, guardase aquel silencio pero, por sus atenciones, sus reiteradas atenciones con ella, el doctor Daniel de Marcos sentía algo más que afecto hacia ella. Tampoco estos detalles pasaban desapercibidos para Marta y Ely, que veían en él a todo un caballero por sus gestos, sus mimos y el cariño con el que la miraba y se preocupaba por su recuperación. ¡Cómo la miraba y llevaba su enfermedad! ¡Era admirable! ¡Todo un señor! He venido a visitar a mi madre. ¿He hecho mal doctor? No, en absoluto, has hecho muy bien, aunque tu madre no pueda reconocerte, quizá te tenga grabada en su subconsciente y pueda darle cierta alegría verte. ¿Cómo podemos saber su estado psíquico? Gracias doctor, es usted muy amable. Hago mi trabajo lo mejor que sé, creo que eso no tiene ningún mérito. Sí claro... (Respondió María, con los ojos llenos de lágrimas aún, a la cabecera de su madre y con las mejillas sonrojadas de rubor por aquel extraño sentimiento que le producía la presencia del doctor Daniel de Marcos.)
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¿Y usted, Manson ? ¿Tiene alguna cosa que añadir a su acusación? ¡Esta zorra me utilizó, me ordenó, me obligó a matar a Idoya Treviño! ¿Cómo que le obligó? ¿Qué quiere decir con eso? Yo estaba bajo la influencia del hachís que esta perra me administró. ¿Es que, no toma drogas habitualmente? Pues... ¡Hable claro y alto, Manson! Sí, sí, sí... pero yo no quería hacerlo, ella se aprovechó de mi estado, engatusándome con sus artes sexuales... Amaya miraba hacia otro lado, tratando de evitar la mirada de Manson que definitivamente la estaba poniendo en la punta de lanza, acusándola de algo firme, algo real, algo, que ya sabía que era cierto y llegaría a descubrirse en las investigaciones, y que la crucificaría definitivamente y sin remisión a muchos años de cárcel. Podía sentir, cómo el mundo la aplastaba poco a poco... su carrera había acabado, por lo que no quiso ya, ni repeler la acusación de Manson, para defenderse de nada, pues la propia policía se encargaría de atar todos los cabos, y llegar a la conclusión final para ella. ¡Culpable!
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¡María, sécate esos ojos, tu padre es inocente! (Marta) Lo sabía, lo sabía, estaba segura. Amaya ha confesado sus delitos ¿podéis creerlo? Sólo faltan unos pequeños detalles, y tu padre estará libre. ¡Libre! ¡Gracias, Dios mío! (Musitó Ely) Todos sonrieron jubilosos, entre risas y lágrimas, por la emoción que aquella noticia les produjo. Hasta el doctor de Marcos, podía vérsele sonriente y satisfecho por aquella noticia tan beneficiosa para la recuperación de María. Te volveré a llamar Marta, un beso.

















Capítulo CII

El inspector Elyott, tras unos instantes de reflexión decide en primer lugar, comprobar la teoría de Enrique, después de sopesar todos los pros, y los contras de la declaración de Amaya, comprendió que aquel hombre podía estar en lo cierto sobre la teoría de la puerta y, como buen policía, sabía positivamente que de ser cierta sería concluyente para el caso. Dirigiéndose de nuevo al interfono... ¡Necesito inmediatamente un equipo! Al otro lado del aparato, y sin entender muy bien qué quería decir el inspector... ¿Un equipo? ¿De fútbol? ¡De leches! ¡Expertos en huellas! ¿Se puede saber para qué podría yo querer un equipo de fútbol? Perdone inspector... no había entendido .... ¡Pues entienda! Y entiéndalo bien, esto es una comisaría, no un estadio. ¡Que se dirijan inmediatamente hacia el hotel! ¿Estamos hablando del asesinato de la limpiadora? ¡Pues claro, imbécil! ¡Ese; ese es el caso que nos ocupa en estos momentos! Lo siento señor inspector, pero con todo este lío... Sí, sí, lo entiendo... Cumpla mi orden, pero los necesito ya, yo estaré allí en unos minutos. Para cuando el inspector, Enrique y Jesús, llegaron, el equipo de expertos ya se encontraba esperando. ¡Vaya, me agrada comprobar que no todos mis hombres son malos! (Aún podía reflejar su rostro, la cólera que sentía al haber tenido que encerrar a uno de sus propios agentes como asesino, o mejor dicho como presunto asesino de Idoya Treviño) ¡Sígame Sr. Campillo! Usted también Idoate, por favor... La habitación de los hechos se encontraba precintada, se rompió el precinto que impedía la manipulación de cualquier detalle que pudiera considerarse prueba. Dígame, señor Campillo... aquí "insitu"... ¿Quiere decirme exactamente cuál es su teoría? Pues verá, señor... ¡No toque nada! En primer lugar, les quiero a todos con guantes de látex, no me gustaría, que por una torpeza nuestra no pudiéramos culminar con éxito la investigación. ¿Está claro? ¡Bien! Dígame. Todos obedecieron, quizá nunca habían visto al inspector tan cabreado, tal vez, porque ningún caso le había sacado de quicio tanto como éste, con todos los agravantes probatorios, que para colmo tuvo que aceptar que fueran ciertos, por boca de un detective privado. Pues vera señor, en principio fueron pequeños detalles que no decían nada, por lo que decidí guardar silencio... ¡Al grano, Sr. Campillo! Sí, claro. ¿Ve esa pequeña alcayata clavada en el bastidor de la puerta? Sí, claro. ¿Y qué? Pues como podrá observar es nueva, no está revestida de ninguna capa de barniz de la puerta, para haber sido barnizada ya muchas veces. Sí, en efecto, eso parece. Pues bien, creo, que si cogiésemos una cuerda, hiciéramos una lazada alrededor del pequeño mango del cerrojo, y pasásemos la parte fija de la lanzada por la alcayata, y la parte que haría que la lazada se soltase, la uniríamos, en primer lugar con un cello al botón, o gatillo de la cerradura como podrá comprobar, y las dos puntas de la cuerda las pasemos por la mirilla, que como también se aprecia es de rejillas... Siga, siga, le escucho atentamente. Pues creo, que una vez cerrada la puerta si tirásemos de la parte fija, el cerrojo se correría a su cierre sin ningún problema, y una vez hecha esta operación, sólo habría que volver a tirar del cabo que suelta la lazada. Soltaría en primer lugar el cello, a continuación la lazada, y dejaría la cuerda libre para poder extraerla por la mirilla sin ningún tipo de problemas. ¡Increíble! El caso es que parece verosímil Estoy convencido, señor inspector. Bien, lo haremos como usted dice, pero permítanos hacer algunas tomas de huellas en la puerta. ¿Cree que podremos encontrar las huellas de Pancho en la puerta? Yo estaría por asegurarle que sí. ¿Quiere explicarme eso? ¿El qué? ¿Cómo puede también estar seguro de algo así, Sr. Campillo? No creo haber dicho que esté seguro, señor inspector, he dicho, que estaría por asegurarle que sí. ¿En qué se basa para asegurarme tal cosa? Según mi reconstrucción mental de los hechos, y aún a riesgo de equivocarme, aseguraría, que la pistola fue disparada contra la chica empuñada en alguna bolsa de plástico, supongo que no utilizó guantes para el crimen. Pero no me ha contestado a mi pregunta Sr. Campillo. ¿Quiere ser más claro? Sospecho que jamás pensó que pudiéramos dar con una trampa así, y la bolsa le impedía además el manejo de la cuerda y la lazada, etcétera, por lo que se tendría que desprender de ella para manejar la cuerda. Sí, es una posibilidad. En fin, mis hombres corroboraran su teoría, o por el contrario se la negaran rotundamente. Pido a Dios estar en lo cierto, hay un inocente por medio y no podemos permitir que siga en prisión ni un día más, ¿no cree señor inspector? Estoy de acuerdo con usted, pero los hechos, son los hechos, y las pruebas son las que mandan. El equipo técnico se les veía atareados en su cometido, escudriñando cada rincón de los puntos que Enrique había señalado con anterioridad. ¡La tenemos señor! Lo que no sabemos, es a quién pertenecen. ¿No es así sargento? ¡Por supuesto señor! Pues mándelas al laboratorio, que nos verifiquen la identidad del sujeto. No quisiera alarmarle Sr. Campillo, pero también podrían tratarse de las propias huellas de Alfonso Quijano. ¿No cree? Confío en que no, aunque no dudaría que hubiera alguna de él. Procedan pues a la siguiente prueba, intenten cerrar la puerta como hemos comentado. El sargento había comprendido muy bien cómo debía hacerlo, por lo que no titubea en su manejo con el cordel. Tras unos minutos de preparación, y bajo la mirada expectante, tanto del inspector como de Enrique, la prueba fuese llevada a cabo. No fue necesario repetir ningún movimiento, la puerta al primer intento se cerró como Campillo suponía, lo que provocó en él, un fuerte suspiro de gozo y satisfacción, más por Alfonso, que por su propio éxito en el caso.
Mientras tanto, Amaya seguía confinada en las dependencias policiales, como sospechosa de asesinato en la persona de Ydoya Treviño, extorsión, tráfico de drogas, prostitución etc. A Pancho, ya en aquellos momentos le faltaba su sueldo, Amaya no regresaba tampoco, por lo que le empezó a dar vueltas su calenturienta mente. ¿La habrán matado también? No me extrañaría, que esta zorra se haya metido en algún lío, con esa verborrea que tiene la muy pécora. O tal vez... ¡No, no quiero ni pensarlo! ¿Habrá sido capaz de abandonarme? ¿Se habrá fugado también como María? No puedo consentir que se me revelen así, además; me quedo sin otro sueldo. Aunque para lo que me traía... pero sabe demasiado, debo encontrarla. Sin pensarlo dos veces, montó en su cadillac y tomó camino hacia los suburbios del vicio y la prostitución donde él se movía como pez en el agua. ¡Maldita sea mi suerte! Primero María, y ahora ésta. ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza? Su mente retorcida no podía enhebrar las ideas, no podía imaginar lo que en realidad había ocurrido. En pocos minutos se encontraba donde pretendía, le bastó una mirada a su alrededor para sospechar que algo no iba bien en aquel ambiente. Pocas mujeres, pocos camellos, pocos clientes. Sí, la hora era temprana aún, primera hora de la noche, pero aún así, no pudo por menos que con su experiencia pensar en alguna redada, era lógico. Sus pasos se dirigieron al primer antro que vino a su paso. El ambiente era frío, aunque los clientes hablaban entre sí, no se respiraba ese clima alegre, ese jolgorio que habitualmente reinaba en el lugar. Sus pasos se dirigieron hacia una de aquellas chicas de alterne. ¡Oye, tú! ¿Se puede saber que me he perdido? No sé, "rico". Tú sabrás lo que te has perdido. ¡Sin coñas, Rocío! ¿Ha ocurrido algo que yo no sepa? Si te refieres a la redada de esta madrugada... ¡Lo sabía! ¿Y si lo sabías, por qué me lo preguntas? Quiero decir, que me lo imaginaba "bonita". ¿Sabes algo de Amaya, de mi chica? ¿Esa es tu chica? Ya sabes que no "cariño", mi chica es María, pero busco a Amaya, y sabes lo que quiero decir... Pues tendrás que buscarla en comisaría, "cariño". ¿Está detenida? Así es, detenida. ¿Sabes por qué? ¿Por hacer la calle? No, creo que esta vez se rumorea que es por algo más gordo, pero no puedo decirte más. ¿Algo más gordo? Los sentidos de Pancho, se agudizaron al oír aquellas palabras. (Algo más gordo) Está bien, déjalo, ya me encargaré yo de este asunto. No hubo más palabras ni despido entre aquellas dos personas, sin más, Pancho dio media vuelta en dirección a la puerta del local mientras pensaba... ¿Habrá "cantado" ? ¿Habrá sido capaz de hablar más de la cuenta, o será algún problema suyo? ¿Pero cómo me arriesgo? Esta ha sido capaz de traicionarme. Tengo que asegurarme, ésta "panfila" se ha dejado cazar, y no puedo permitirme el lujo de que me traicione.



















Capítulo CIII

Mientras todo esto ocurría, Alfonso en la cárcel sufría inmensamente, pues en realidad, el resquicio de esperanza que le hubiera dado Enrique, era ínfimo. Confiaba en él si, pero aún así, dudaba que aquello que supusiera pudiese demostrarlo. Tan abatido se sentía, que así como al principio aún podía convertir sus pensamientos (aunque tristes), en versos, ahora no podía, le era imposible poner en orden sus ideas correctamente. Habían pasado dos días y no había vuelto a tener noticias de sus amigos, eso le producía una terrible depresión, que lo hundía en lo más profundo de una pena, que veía irremisible. Las personas que amaba estaban cerca de él, pero a la vez tan lejos como el confín del mundo, por eso, su mente se retorcía de rabia al verse incapaz de demostrarle al mundo su inocencia, y lograr estar al lado de los suyos, de sus seres queridos. Lloraba amargamente, se sentía morir pensando en María, en Ely, en Eva... su corazón lo sentía repartido entre dos amores, uno estaba seguro, su querida hija, aquella hija que había amado siempre tanto, y por lo que lucharía hasta agotar la última gota de su sangre por salvarla del monstruo que la había estado amenazando durante algunos años, aquel malvado de Pancho, que aunque de buena gana le había dado dos tiros en aquel momento que lo conoció, e intimidó para que abandonara a su hija, sabía positivamente que él no tenía corazón para eso, él no era un criminal, y no lo haría posiblemente nunca. Y el otro... ¡Ah, el otro amor! Tanto como había amado a Eva, y ahora allí en aquel agujero con tanto tiempo para pensar cómo tenía, se daba cuenta que en realidad por Eva, lo que sentía era un profundo cariño sí; pero cariño de amistad, el verdadero amor era otra cosa, era... sentir alas en tus espaldas, y en tu mente, era volar hasta los más recónditos rincones del paraíso, era vivir en un continuo edén de paz, armonía, quietud y felicidad, eso que tanto anhelaba él allí donde se encontraba metido. Las dudas no dejaban de pulular por su cerebro pero, cada vez estaba más convencido de que su verdadero amor, aquel que le producía esos sentimientos tan dulces y placenteros, no era Eva, sino Ely, esa chica angelical, pizpireta y risueña, que le hacía rebosar su pecho de gozo cada vez que había estado cerca de ella. Sí... esa era su ángel benefactor, aquella que en las últimas semanas no se había apartado de su lado, sufriendo con él todas las penurias de su familia, tanto se preocupaba de Eva, de María, como de él mismo, altruistamente, con esa alegría que le caracterizaba, con aquella sonrisa tan dulce y aquellos ojos verdes, como un mar en calma, como un cielo inmaculado, limpio de nubes, en una tarde de primavera, y transparentes como el agua de las fuentes cristalinas, donde tan sólo las flores de sus orillas son las privilegiadas al reflejarse en el cristal de sus pupilas. Sí... La amo. Decía Alfonso suspirando profundamente, a la vez que miraba un pedacito de cielo que afloraba, cubriendo el patio de la cárcel a través de aquel ventanuco del que disponía en su celda, esa celda fría y húmeda, no era el sitio adecuado para un corazón ardiente como el suyo. Con estos pensamientos, no pudo por menos que esconder la cara entre sus manos, tal vez para esconder la vergüenza que toda aquella situación le producía, y que además, estaba convencido de no poder evitar: el que su destino estuviera condenado. Fue un fuerte golpe de cerrojo, el que hizo que volviese su cabeza hacia la puerta de la celda con un reflejo nervioso, como temiendo algo peor, pero... ¡Jesús! ¡Enrique! ¡Dios mío, cuánta falta me hacíais en este momento! ¿Qué tal te encuentras, amigo mío? (Jesús) Te encuentro abatido Alfonso. ¿Estás bien? Perdonadme amigos, aquí en este lugar no encaja un hombre como yo. Sí, estamos seguros, Alfonso, pero debes ser fuerte. (Enrique) Ya lo intento, pero no puedo evitar que mis pensamientos me castiguen con las dudas... Alfonso se abraza a Jesús, como un náufrago a una tabla en medio de aquel mar de dudas, donde según él, se sumergía cada vez más sin remisión, sin ver la salida, viendo cómo palidecía cada vez más la luz de su esperanza. Vuelve a hacerlo con Enrique. Gracias Enrique, amigo mío, ya sé que te esfuerzas en buscar mi libertad. No, no es ningún esfuerzo, créeme, para mí es un reto que debo superar. Y no me rindo tan fácilmente. ¿Habéis conseguido alguna prueba? Algo mejor que una simple prueba Alfonso. No... no comprendo, Enrique. ¡Pero dime por favor, me tienes en ascuas! Perdona Alfonso, mis metáforas las tendría que guardar para mí. Díselo ya, Enrique. (Jesús) Está bien, está bien, tranquilizaos los dos. Hemos podido conseguir casi por casualidad... La casualidad sólo hizo que estuviera allí Amaya, que la detuvieran en aquella redada, lo demás ha sido conseguido con un pulso... ¿Queréis dejaros ...? Por favor Enrique. Tenemos la declaración de Amaya. ¿Ha confesado que me extorsionaba? ¿Y eso de que me sirve? No hemos terminado Alfonso, queremos decir, que ha confesado muchas cosas, y todas buenas para ti, y no tanto para ella. ¿Qué ha ocurrido Jesús? La detuvieron en la calle, y por suerte estaba Enrique allí tratando de ayudarte, yo pude reconocer a Amaya, y lo ha confesado todo. Explicaros mejor, por favor. Pues, sencillamente tenemos el caso en las manos. ¡Es nuestro! ¿Qué tiene que ver Amaya con Pancho en el crimen de la limpiadora? Ahí, creo que no más que cómplices, pero ha confesado que fue él, el que la mató con tu arma; quiero decir, con el arma que le arrebataste a él. ¿Es cierto eso? Créetelo Alfonso, es cierto, es más; ha confesado hasta su participación en el asesinato de Ydoya Treviño. ¿También ha matado a esa pobre chica? Perdona, no me he explicado bien, la que ha confesado, participado, o inducido al asesinato de Ydoya Treviño, ha sido esa "señora" tan "educada", y "refinada". A sido esa; Amaya. ¿Ella, ha matado a su supuesta hija? Bueno, ya sabes que no era hija suya, pero así es, ha participado en su muerte. ¡Caramba! ¿Cómo habrá podido degenerar tanto esa mujer? ¿Qué clase de venenos llevará dentro? ¡Santo Dios, cuánta maldad en un solo corazón. ! No sabéis la alegría que me produce oíros decir esto. Estaba perdiendo todas las esperanzas de salir de este lugar. Si yo hubiese estado en tu lugar, no sé cómo estaría en estos momentos, Alfonso, seguro que no estaría tan entero como tú, créeme. Las apariencias engañan amigo Jesús, todos tenemos nuestros sentimientos, y yo te puedo asegurar, que los míos no son tan fuertes como puedes suponer viéndome desde fuera, soy un sentimental, y el más mínimo problema me afecta mucho, ya te puedes imaginar esta aberración tan absurda. Conseguiremos los últimos detalles, te lo aseguro, Alfonso. Confío en ti Enrique, y sé que así será, ya me encuentro mejor. Sabemos que fue Pancho el autor del disparo en la persona de la limpiadora, tenemos la concesión de su cómplice, aunque a la otra la mataron, pero tenemos algo más, amigo mío. ¿Qué quieres decir? Pues, que he podido poner en práctica mi teoría de la puerta, la que te conté... ¿Aquí? ¡Ha sido un éxito total! ¿Has conseguido cerrarla desde fuera? Algo mejor Alfonso, tenemos huellas del manejo de la trampa. ¿También pueden ser mías? Yo he cerrado y abierto la puerta desde el interior, como puedes suponer Sí, eso también lo he pensado, pero confío en que entre las tuyas encontremos alguna de ese tal Pancho. ¿Y si las ha borrado? ¿Y si usó guantes? ¿En la pistola no había huellas suyas, no es así Enrique? Sí, pero teniendo en cuenta la rapidez con la que tuvieron que realizar la operación, yo diría... que no usaron guantes, es más; un guante habría borrado tus huellas en parte del arma, al menos de la empuñadura. ¿Cómo crees que fue posible ...? Con una bolsa de plástico, lo que según mi entender le impedía realizar la trampa en la puerta, por lo que se la tuvo que quitar. ¿Pero borraría las huellas después? No seas pesimista, Alfonso, confía en la justicia, si no en la de los hombres al menos confía en la de Dios. No hay crimen sin castigo, créeme. Sí... eso espero... gracias amigos, no sabéis cómo os agradezco todo lo que haces por mí. ¿Cómo se encuentra María? Dime, Jesús. Te aseguro que no puede ser más parecida a ti, ya casi ha salido de ese infierno, puedes estar tranquilo por ella, se encuentra muy bien, y pregunta mucho por tu situación y por ti. ¿Y... Eva también mejora, ya va saliendo del coma, Ely? Es una gran chica, ayuda mucho a María, y se preocupa por Eva. Pensé que se podía haber ido. No, no lo hará hasta que tu hija no esté totalmente recuperada, y tal vez... ¿Tal vez? ¿Tal vez, qué? Tal vez, hasta que tu caso no se solucione por completo. Dale recuerdos míos, diles que no las olvido, y dile a E ... No, no, no...no les digas nada, gracias de todo corazón, Enrique. Te lo agradezco, Jesús, dale un beso a Marta. Así lo haré amigo, cuídate. Ya sólo en su celda, sus pensamientos eran distintos, sus amigos habían apaciguado la tormenta que se desataba en su pecho, cosa que hizo, que su alma se serenarse al pensar que pronto saldría de aquel lugar pestilente y siniestro, y podría abrazar a aquellas personas a las que amaba, a María como su hija, y tal vez fuera correspondido por Ely. Su lápiz parecía escribir de nuevo por su cuenta, en un pedazo de papel del bocadillo que le daban...

"Caricias"
Caricias de brisa frescaque envuelve mi cuerpo ardiente...sangra mi sien y mi frentepor el fluir de mis venas.
Que riegan mis pensamientos,rodeado de amor que floreceun amor que me enloquece,con el mundo envuelto en versos.
¿Con caricias y con besosno logras por fin alcanzarla gloria de tus recuerdos?
¡Prueba a olvidar los celosenvolverte en esperanzasy pronto alcanzaras el cielo!













Capítulo CIV

Pancho no tardó en regresar a lo que llamaba su casa, aquella zahúrda, tratando de recoger o transportar el cargamento que almacenaba, en aquel cuarto secreto donde sólo él entraba, y por supuesto sólo él conocía. Era un hombre tan precavido, que ni incluso María, después de varios años de convivencia con él pudo ni siquiera sospechar lo que aquel hombre escondía en su propia casa, ni tan siquiera el alcance de sus fechorías en general, y especialmente con las drogas. En aquel lugar escondía, desde los analgésicos como el opio, la morfina, la codeína, la heroína, y opiáceos en general, hasta los alucinógenos como el L.S.D., pasando por los depresores del sistema nervioso, como los tranquilizantes o hipnóticos, benzodiacepinas, incluso estimulantes como la cocaína, anfetaminas, pscoestimulantes como la efedrina, pemolina,metilenedioximetilanfetamina, ó éxtasis, disolventes, derivados del cannabis, marihuana, maschish, o aceite de maschish, en fin; desde una simple pastilla de inofensivo efecto, a la droga más dura ya fuese ingerida, esnifada, inyectada o fumada, en definitiva un verdadero angelito en lo que a las drogas se refiere. Sus pensamientos eran ésos, hacer desaparecer de la circulación, o al menos de un posible registro policial, aquel arsenal diabólico que almacenaba en su sótano. Quizá eran imaginaciones sin fundamentos, pero no podía arriesgarse lo más mínimo.
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En la comisaría del inspector Eliott, las investigaciones seguían su curso... ¿Inspector? Sí, sargento. Me temo que el detective tenía razón señor... ¿Qué quiere decir muchacho? Acabamos de recibir el informe de las huellas de la habitación de Alfonso Quijano, y en efecto, hay huellas suyas, y debo decirle, que me he permitido la libertad de investigarle con profundidad su pasado. ¿Y? Está limpio señor, en cambio... ¿A qué espera? ¡Vomite lo que sea, que me tiene impaciente! Ese tal Campillo estaba en lo cierto, se han recogido otras huellas en la manipulación de la puerta. ¿Las de Pancho, supongo? Supone bien y mal. ¿Esto es un juego, o un acertijo sargento? ¡Quiere ir al grano de una puñetera vez! El registro de las huellas no corresponden con ese tal Pancho, en la investigación que he llevado acabo con él, al igual que con Quijano, no puedo decir que sea de ningún Pancho, sino del capo más buscado por nuestros agentes. ¿John Barrimor? En efecto Señor, el mismo. ¿Estás seguro? ¿Tan ciegos hemos estado, que lo hemos tenido delante de nuestras narices, y lo teníamos por un camello sin futuro? Creo que así es señor, es un tipo muy listo al parecer. Nosotros buscando a John Barrimor bajo las piedras y lo teníamos al alcance de nuestra mano. ¡Qué ironía! Nadie es perfecto señor, además; estamos hablando de alguien muy inteligente. Pues creo que su inteligencia ha acabado, sargento. ¡Dé orden de busca y captura de ese sujeto! ¡Veremos ahora si le acompaña la suerte.! ¡Maldito cabrón! El capo más buscado por el F.B.I., por nosotros y otros tantos, y tantos estados. ¡Cómo ha jugado con nosotros! ¿Quién podía imaginar que un indigente como él ...? Ese ha sido su disfraz y su ardid inspector, eso ha sido lo que nos ha confundido a todos. Esa sabandija debe gustarle vivir entre mierda y además, le ha dado su resultado. También podía haber vivido a cuerpo de rey, en una gran casa con criados... Eso le habría puesto en nuestro punto de mira, inspector. ¡Claro! Por eso ha jugado la partida desde abajo, desde la sombra, manejando toda las ventas de la parte este de la ciudad, por eso era el único que no conocíamos. A los otros tres les conocemos señor, pero aún no han cometido un error que nos permita detenerlos. Lo harán, un día u otro lo harán. Sin embargo, este pollo aún desconocido, ya ve que se ha caído con todo el equipo, y éste ya ha cometido su error, el error de mezclar en sus delitos a una puta; en este caso una puta española, y eso hará que su reino diabólico se derrumbe encima de sus pelotas. ¡Necesito una patrulla sargento! Sabemos dónde vive, ¿no es así? Sí, claro... En marcha, hay que darle caza a ese mal nacido antes de que pueda sospechar algo a través de su red de delincuentes. Las patrullas se movieron rápido, y disciplinados con aquel caso como sabemos, Eliott, se encontraba furioso, insensible a cualquier contratiempo, y sus hombres lo sabían. Y para más "INRI" acababa de enterarse de algo inaudito, y todo por la tozudez de un detective privado cuando él ya daba por cerrado un caso que estaba trayendo tanta cola. Las sirenas policiales rompían el silencio de la noche, abriéndose paso por aquellas avenidas de Nueva York, en dirección este. El supuesto Pancho mientras tanto, se afanaba por cargar aquélla camioneta con el alijo que guardaba. El nerviosismo que sentía se podía reflejar en su rostro, pues sudaba como un cerdo (flaco, pero cerdo), en agosto. Con el trajín que tenía, no pudo darse cuenta del sonar de las sirenas hasta que prácticamente los tuvo encima, lo que hizo reaccionar a Pancho como si de un gato montés se tratara. Al darse cuenta que tenía la policía en su propia casa, como una rata, y conociendo el lugar, trató de escabullirse mientras los coches rodeaban su casa, cosa que pudo lograr por escasos segundos. Fueron décimas de segundos, que en este caso jugaron a su favor y pudo alcanzar el coche y huir de aquel lugar, cosa que no pasó desapercibido para un agente de la patrulla. ¡Atención, el sospechoso huye en un cadillac gris en dirección norte, matrícula... ¡Sargento, quiero dos coches aquí, registren el lugar e informen! ¡Los demás seguidme! El propio inspector decidió dar caza a aquel que tanto deseaba. Poniéndose al volante de uno de los coches, siguió la comitiva policial tras el perseguido por aquellas carreteras secundarias donde solía moverse y conocía tan bien, John Barrimor. La idea al parecer del capo, era precisamente esa, despistar a la policía en aquel entramado de carreteras. Sin embargo, el inspector tenía más medios técnicos para moverse en su persecución pues, disponía de radio, radar de carreteras, etcétera, sería una persecución difícil, pero el inspector no podía permitir que aquel sujeto se escapase esta vez de entre sus dedos.
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En el hospital Santa Mónica, la estancia era mucho más tranquila, Marta cuidaba de María, que reían entre las bromas y anécdotas que se contaban. En la planta doce, Eva seguía su evolución, lenta, pero mejoraba notablemente, cosa que la doctora Elisa podía apreciar, aunque no reconociese su entorno, sí hablaba algunas palabras sueltas e incoherentes. Aún así, Ely se sentía muy triste, pues tenía tiempo para pensar en todo lo ocurrido hasta el momento, desde que conoció a Alfonso, hasta ese momento. Al pensar que estaba en la cárcel amándolo como lo amaba, todos los últimos meses se paseaban por su memoria, lo que hacía, que se acercase aún más a Dios, a ese Dios que siempre tenía presente, pero en los momentos difíciles le era imprescindible apoyarse en él. Las campanas de la torre cercana le inducía a llevar su espíritu hacia la oración. "El silencio me orienta a escuchar el viento como sopla, las campanas de la torre no paran de sonar, el cielo se refleja en mi rostro, y cada vez lo va oscureciendo poco, a poco. Todo esto me hace pensar que la vida sólo tiene dos salidas, o estar muerta o estar viva. Unos nacen, y otros mueren. Los que mueren tienen el alma tranquila, sin preocupaciones ni lamentaciones, los que viven, tienen algunos momentos de amargura, pena y odio, y sufren. En otras ocasiones presentan alegrías, felicidad, ternura y amor. Amor... ¡Qué palabra tan espiritual! Reconoces tus sentimientos y Dios te escucha, porque... te ha enviado a que des esos pasos tan importantes en tu vida. ¡Dios mío! Cuánto valor he tenido para enfrentar mis sentimientos gracias a Ti, porque pusiste tus manos en lo más humilde de mi corazón, y siempre tendré tus valiosas huellas aquí, enmarcadas para siempre. Mi alma te ruega que no me abandones nunca, ni en lo bueno, ni en lo malo, porque no podría vivir sin tu bondad. Ayúdame a seguir con alegría mi camino y el Tuyo . (*)
( * Pensamiento de mi sobrinaJIrene Silva, Grajera)










Capítulo CV

Aquella noche estaba resultando ser, una de esas noches cargadas de emociones... tan fuertes, que en todos y cada uno de ellos, estaban produciendo satisfacciones distintas. Por un lado, Ely, Marta, Jesús, María y el propio Enrique, se congratulaban sabiendo positivamente, que el caso de Alfonso había sido todo un éxito a su favor. Por el otro, el inspector Eliott, tendría posiblemente lo que tanto ansiaba y ahora tenía al alcance de su mano, el tan buscado John Barrimor. Sí... era una noche de satisfacciones... Eva, mejoraba claramente y todos en apariencias estaban felices, hasta que Enrique rompió el encanto del placer, y el encontrarse a gusto con uno mismo, y con toda aquella maravilla de mundo que les envolvía. No le faltaba razón, la felicidad no era completa pues... ¡Un momento! ¿No creéis que se nos olvida algo? Así es Enrique, la armonía y la felicidad serían completas si estuviese entre nosotros Alfonso. ¿No es así? ¡En efecto Ely! No puedo permitir que permanezca ni un minuto más de lo debido en aquel agujero. ¿No estáis de acuerdo conmigo? ¿Y qué puedes hacer tú, Enrique? Pues... se me está ocurriendo, que sea la hora que sea, debo intentar algo, no sé el qué, pero algo, María. ¿Crees que estará el inspector Eliott muy ocupado con la persecución de John Barrimor? O Pancho, ¡Cómo se llame! ¿Dime Enrique? Pues no importa si está ocupado o no lo está Jesús, de lo que estoy seguro es de que intentaré... ¡Qué digo intentaré, yo no intento nada! ¡Me aseguraré que lo suelte! ¿O.K.? ¡Así se habla, hermanito! "Festivamente", ese es el Enrique que yo conozco como hermano mío. ¡Bien! ¡Manos a la obra!
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La patrulla policial recorría velozmente, aquellas carreteras secundarias tras el famoso John Barrimor. Fue en plena persecución cuando la emisora del comisario, daba su señal de alerta. ¡Atención, atención! Inspector Eliott, por favor, conteste. ¡Inspector al habla! ¡Dígame central! Enrique Campillo solicita hablar con usted, da usted su permiso... ¿Qué tripa se le ha roto a ese ahora? ¿Tiene alguna nueva teoría fantástica, o qué? No sé Señor, sólo me pide con urgencia hablar con usted. ¿No comprende, que estoy en plena persecución de un sospechoso? Si Señor, pero... ha insistido tanto... Está bien, está bien, pásemelo por línea telefónica... ¡Maldita sea, este hombre va a acabar conmigo ...! Y el caso es que es bueno, el jodido de él. ¿Haló? Inspector, perdone mi insistencia, pero estaba obligado a rogarle un favor. ¿Un favor con ruego? Tiene que ser primordial para ti Enrique. ¿Me permite que le tutee, no es así? ¡Por supuesto, inspector! ¡No faltaría más! Dime Enrique, sé que a pesar de mi carácter, debo reconocer que el mérito de esta operación ha sido todo tuyo, y te lo agradezco. No tiene ningún mérito inspector... ¡Eliott! Llámame Eliott, por favor Enrique. Bien, Eliott, para mí es muy importante que mi cliente no permanezca ni esta noche en prisión, es esencial y vital para su familia tenerlo aquí, yo te rogaría... que hicieras lo que pudieses porque así fuera. ¡Pues claro! Mira amigo Enrique, no te prometo su libertad inmediata, pero lo que sí te prometo, es que mi parte la cumpliré. Llamaré al juez de guardia y solicitaré su inmediata puesta en libertad. ¿O.K.? No te puedes imaginar el favor que nos haces Eliott, gracias en nombre de su familia. No es nada, más tengo que agradecerte yo a ti, en este caso en el que estábamos obcecados... Son gajes del oficio Eliott, no le demos más vueltas. De acuerdo Enrique, tendrás noticias de tu amigo, te lo prometo. ¡Aunque sigo cabreado! Ja ...ja ...ja... Suerte en la captura Eliott. Eso espero, amigo mío. ¿..........................? ¡Juez Patherson! ¿Cómo dice inspector? ¡Que me ponga inmediatamente con el juez Patherson, del juzgado número 42! ¡Y lo quiero ya! ¡A sus órdenes inspector! El oficial encargado de la orden no dudó unos segundos, y acto seguido marcaba con el juzgado número 42. Juzgado de instrucción, ¿dígame? Le llamo de la jefatura de policía, el inspector Eliott ruega poder hablar con el juez de guardia, por favor. Un segundo, le paso con él. ¿Jefatura? Sí, dígame. Le paso con el inspector, señor juez. Al habla el juez Patherson Señor inspector, por la dos. Señor juez, es un placer saludarle. ¿Cómo está usted? Pues muy bien, gracias, pero supongo que no serán estas urgencias para preguntarme por mi salud. ¿O, sí? No, claro que no, señor juez. Pues usted dirá, señor Eliott. Vera señor, tengo un caso un tanto peculiar entre manos... ¿Le puedo ayudar yo en algo? Pues sí, en efecto. Hemos cometido un grave error con don Alfonso Quijano. ¿El caso de la limpiadora? Pues sí, señor. ¿A qué se refiere inspector? Pues que, tenemos en prisión a un inocente. ¿Cómo está tan seguro Eliott? Tenemos la declaración completa, de la persona que apretó el gatillo, bueno... en este caso de la cómplice señor. ¿Estás seguro? ¡Completamente! He verificado las huellas en el lugar del crimen, y he supervisado paso a paso la declaración de esa mujer, es más; es cómplice por partida doble. ¿Quiere explicarse mejor? Se encuentra detenida por complicidad con el asesinato de Ydoya Treviño también. ¡Qué joya! Así es, Sr., amén de tráfico de estupefacientes y otras menudencias, como prostitución y otros. ¡Vaya, vaya! ¡Vaya con la señora! Por ese motivo quisiera rogarle que curse la orden oportuna y Alfonso Quijano sea puesto en libertad esta misma noche si es posible Sr. . ¿Qué ocurre con los criminales Eliott? Siento tener que decirle, que el de Ydoya Treviño es uno de nuestros agentes. Lo lamento Eliott. Sí... yo también lo siento, siento que haya sido justo un agente de la ley. ¿Y el otro? En este momento me encuentro en su persecución, Sr. juez, le aseguro, que esta noche lo cogeré, lo tengo en mis manos. Veo que está usted muy seguro de lo que dice Eliott. Le prometo que le cursaré su petición en este preciso instante. Es lamentable que puedan suceder cosas así Eliott, pero desgraciadamente suele ser frecuente, créame. Se lo agradezco mucho juez Patherson, pero sé que su familia se lo agradecerá más, más que incluso él mismo. Lo comprendo, adiós inspector. Un saludo señor, y gracias de nuevo.
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Alfonso vio la luz, nació de nuevo al salir a la calle, al menos sus esperanzas y sus ganas de vivir. Abrió los brazos, y dio una fuerte bocanada de aire, que hizo que sus pulmones hiciese rebosar de paz su espíritu, y sin otro respiro, corrió directamente al hospital donde sabía que le esperaban con ansiedad los seres que amaba. En el regreso en tren, su mente volvía a lo que tantas, y tantas vueltas le dio en su cerebro, en los días que estuvo encerrado. A su hija la amaba sí; era su ojito derecho, pero... su corazón ya no le dejaba opción a ninguna duda, amaba a Ely por encima de todas las cosas, lo de Eva, quizás había sido una añoranza de veinte años, y ahora, no podía pensar en la lástima, no podía permanecer al lado de Eva sólo por el estado en el que se encontraba, sí la quería, cuidaría de la madre de María, pero como eso, como una amiga, pues su verdadero amor era otra cosa, era... verlo todo color de rosa, era respirar néctar del paraíso, era otro universo, un edén de paz y tranquilidad, era llegar a, incluso sólo, poder alcanzar la dicha de iluminar el camino en la vida de la persona amada, aún sin ser correspondido. Sus pensamientos le traían tan abstraído, que sin darse cuenta ya se encontraba en Nueva York. ¡Al hospital Santa Mónica, por favor! El taxi cumplió su orden, y en pocos minutos paraba su taxímetro en la puerta de Santa Mónica. Sus pasos se dirigían con toda seguridad, hacia admisión, como ya bien conocía. La habitación de María Quijano... Perdone, perdone... buenas noches. ¿Sería tan amable de indicarme la habitación de María Quijano, por favor? Le pregunto por si la han cambiado. ¿Ve como a cualquiera le ocurre? ¿Ocurrir el qué? Tampoco le he dado las buenas noches, lo siento. Los dos, Alfonso y la auxiliar, sonrieron a la vez. Gracias. ¿La octava verdad? Así es, Sr. Buenas noches.



Capítulo CVI

Alfonso quedó mirando la puerta del ascensor que permanecía cerrada, conociendo su tardanza, impaciente por ver a su hija y sus amigos, apresuró sus pasos hacia las escaleras que de dos en dos iba dejando atrás, sin que su rostro reflejase cansancio alguno. Fueron ocho plantas que, aparentemente no hicieron mella en su organismo dada la preparación física de sus deportes. El permiso en la puerta fue solicitado, sí; pero no esperó contestación alguna, sus nervios y deseos no le permitieron unos instantes de espera. ¡María! ¡Hija! ¡Papá! ¡Papaito! ¡Qué alegría papá! ¿Te encuentras bien? Tú; cómo estás tú, eso es lo importante. ¿Estás bien cariño? Sí, papá, no te preocupes, Jesús y Marta me cuidan muy bien. Marta y Jesús, estaban al igual que María, asombrados y quedaron unos segundos sin poder articular palabra al ver allí a su amigo. Era una verdadera sorpresa, deseada y esperada, pero sorpresa al fin y al cabo. ¡Jesús, amigo mío! No sabes qué descanso nos da el verte de nuevo aquí, Alfonso. Gracias por vuestra ayuda, gracias de todo corazón, amigo Jesús. Su vista no tardó en descansar en Marta, que permanecía con semblante de satisfacción viendo aquellas escenas tan tiernas. Marta... Alfonso, "corasón" "comostás" . Veo que vuelves a ser la de siempre, Marta. ¡"Pos claro" ! Hasta ahora nos has tenido con el corazón en una nuez, pero ahora es distinto, ya estás aquí. Te quiero Marta. (Le dijo mientras le abrazaba) Como amiga claro, como amiga. (Mirando a Jesús, y sonreían los dos) Estábamos seguros de tu inocencia Alfonso, ninguno de nosotros ha dudado ni un solo momento de ti. Sí... lo sé Jesús, y os agradezco que depositaseis tanta confianza en mí. ¿Cómo podías haber hecho tú algo tan horrible, eh? ¿Cómo podemos saber, lo que un ser humano puede hacer en un momento de locura, o de tensión Jesús, eh? Tienes razón Alfonso, pero aún así, Barrimor lo preparó bien. ¿Barrimor? Ese tal Pancho querrás decir. Sí, el mismo, menuda pieza, en estos momentos están tratando de darle caza, no se rinde el condenado de él, aun sabiendo que no tiene nada que hacer con el arsenal que le han incautado en el sótano de su casa, y parecía un desgraciado. ¿También se dedicaba a las armas? No, quiero decir, de drogas, que no carecía de ningún tipo de las que existen, el condenado. Así, así lo quiero ver, condenado, se lo merece, personas así no deben de andar sueltas, es mucho el daño que causan a la sociedad en general. Tienes razón Alfonso. A propósito, Jesús... (Sus ojos buscaban en la habitación a alguien más que no veía) y ... Ely. Está con Eva, Alfonso. ¿Qué tal se encuentra Eva? Ha mejorado mucho, ya puede hablar, aunque no puede reconocer a nadie de su pasado, de su vida anterior. ¡Cómo lo siento! Las voy a visitar, y ahora vuelvo. ¿Te parece cariño? ¡Claro, papá! Por favor... pero no tardes, que tengo tantas cosas que contarte... y que quiero que me cuentes, eh! ¿O.K.? Lo prometo cielo, vuelvo enseguida. Muá... (Lanzándole un beso) Las escaleras volvían a desaparecer bajo sus pasos de dos en dos, hasta la planta 12 habitación 51 donde se hallaba Eva, como si el cansancio no hiciera mella en él. El amor además de ciego, está claro que es incansable, y el verdadero, infinito; pues ni la muerte puede llevarse el amor que se sienta por una persona al otro mundo, ese amor se queda siempre en el alma de la persona que lo siente para toda la eternidad. Sólo pensaba en Ely, aunque en prisión se torturaba con la idea de que Eva podía morir, ahora sabiéndola en mejor estado la compasión no podía tener un lugar entre Eva, Ely y él. Su corazón latía sólo para una persona, pero... si, tenía la duda de rechazo por parte de su amada Elisa la "campanera" y pizpireta Ely. Su frenesí, casi que no dejaba sitio para esa cuestión, pues eran impulsos incontrolados los que sentía. Por fin alcanzó la puerta número 51 y... No, esta vez no pudo ni tan siquiera pedir permiso para pasar al interior, que lo hizo como un torbellino, como una exhalación abrazándose a Ely sin darle tiempo a reaccionar, tan fuerte, con tanta pasión, y fue tan grande la sorpresa de Ely, que no salía de su asombro, en primer lugar al ver su amor platónico según sus pensamientos. Pero fueron pocos segundos, después, su estado comenzó a ser pétreo, como una estatua de mármol, cuando sin darle tiempo a reaccionar, Alfonso, le susurraba al oído... ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! Ella, al escuchar aquellas palabras, sintió que se estremecía su cuerpo, su alma se ensanchó tanto, que le impedía respirar, era tanta su emoción, había deseado oír aquellas palabras tanto... El no paraba de repetir abrazado a ella: Te amo Ely, te amo con todo mi ser, no sé cómo he podido estar tan ciego, como he podido tener la miel en los labios y no he notado su sabor... Ella, tímidamente lo abrazaba también mientras se miran con ternura a los ojos, y tras un breve silencio, se besan dulcemente en los labios. Donde el mundo enmudeció, y sólo sus corazones movían el universo. Fue tan bella aquella estampa, tan llena de amor... Te adoro, Ely, y no puedo esperar más para decírtelo . ¿Me das tu consentimiento para pintar la cara del cuadro? ¿A qué cuadro te refieres Alfonso? ¿Recuerdas el cuadro de mi estudio, el de la mujer sin rostro? ¡Ah, sí, claro! ¿Crees que pueda negarte algo así? Sí, lo temo, aunque lo desee tanto Ely. No puedo evitar que pintes el rostro que desees, Alfonso. (Decía tímidamente) Pero... ¿De veras aceptarías...? ¿Te casarías conmigo Ely? ¡Oh, Alfonso! No sé... no sé si debo... (Sus ojos se posaban en aquella cama donde se hallaba postrada Eva) No podemos dejar que la compasión se interponga en nuestro amor, cielo. Lo he pensado mucho en estos días de encierro, y he comprendido que sí; que le tengo mucho cariño a Eva, la madre de mi hija María, pero es sólo eso; un cariño de amistad, y le doy gracias al cielo de haber podido llegar a comprender el amor que me une a ti, de no haber sido así; de no haberlo hecho a tiempo, quizás te habría perdido para siempre, y posiblemente me habría matado mi propio error, te amo Ely, y quiero que seas mi mujer... Lo deseo tanto, Alfonso... Cogiéndole la cara con sus manos, se lo dijo mirándola a los ojos. Eva es una buena amiga, y siempre lo será para los dos, lo que importa es si tú sientes... Sí, te amo, te amo desde siempre, pero no podía interponerme en tus deseos, en tu familia, en tu vida en general. ¿Lo has guardado en silencio todo este tiempo? ¡Oh, que ciego he estado! ¡¡Me quieres!!Con toda el alma, Alfonso, desde la muerte de Jaime jamás se me había pasado por la cabeza que podía ocurrirme algo así, y sin embargo me ha ocurrido, he vuelto a enamorarme de nuevo, y es mi gozo tan grande , que sí; me casaré contigo. Aquella noche, parecía iluminarse sólo con la pasión de aquellos dos corazones, que bajo los rayos de luna que se filtraban en la habitación, a través de la ventana, volvían a unirse de nuevo en un dulce y tierno beso de amor. Muy lentamente, y cogidos de las manos se acercan los dos a la cama de Eva. Debía de hacer algo Alfonso, sin falta, y lo haría. Eva... No te reconocerá Alfonso. Eva, dime algo por favor. ¿No me conoces? No tengo ese placer. Te encuentro muy bien, Eva. ¿Qué tal te sientes? Pues, estoy mejorando gracias, pero... ¿Quién es usted? A esta señorita ya la conozco, viene mucho por aquí, pero usted... ¿Es su novio? Sí, yo... aunque no me reconozcas quisiera pedirte perdón. No tengo nada que perdonarle señor... Quijano; me llamo Alfonso Quijano. Alfonso, creo que no deberías... es mejor construir algo desde el principio, que remover viejas cenizas, y reconstruir sobre ellas... Alfonso, al principio no comprendía muy bien que quería decirle Ely, pero por fin comprendió. ¿Quieres decir que no debería ...? No; no deberías. ¡Comprendo! Perdóname Eva, cuidaremos de ti, te lo aseguro. Gracias por su interés Sr. Quijano, se lo agradezco. Me alegro por tu mejoría Eva. Cuide de su novia Sr. Quijano, es una gran chica y me cuida muy bien, se merece que la hagan feliz todos los días de su vida. ¿De acuerdo? Sí, lo haré, lo prometo. Allí permanecían los dos enamorados cogidos de las manos en la cabecera de Eva, a la que miraban con ternura, y aunque no le reconociese, también había cierta pena y compasión en su rostro, por lo que ninguno de los dos pudo evitar que sus ojos se humedecieran tanto, que hicieran rodar dos lágrimas, y les fueran abrasando el rostro mientras descendían hacia las comisuras de sus labios.




Capítulo CVII


La persecución policial, tras el delincuente John Barrimor, continuaba frenéticamente por aquel laberinto de carreteras que tan bien conocía el criminal. Patrulla número uno ¡Atención! Tome la desviación este, creemos que el delincuente se dirige al puente colgante, dirección autopista cinco. Recibido, inspector Eliott. Patrulla numero dos, tome la siguiente bifurcación a la derecha, debemos cortarle cualquier posible salida anterior. ¡Patrulla número dos me han recibido! ¡Recibido Señor! ¡En qué están pensando! ¡Quiero atención, es una orden! ¡Localizada salida, Señor! ¡Perfecto! Patrulla número tres , dé media vuelta conmigo y sígame. ¡Rápido! ¡Recibido Señor! Los coches dirigidos por el inspector Eliott, aunque con algún fallo como humanos, estaban dando el resultado esperado para él, pero aún quedaban por atar otros cabos, si quería que aquella alimaña no se esfumase en la oscuridad de la noche. No es necesaria la intervención de helicópteros (pensaba Eliott), pero debo impedir que cruce el puente colgante. ¡A ver, central! ¿Tenemos alguna patrulla en la A 5, a la altura del puente colgante, o en las inmediaciones? Tenemos dos coches patrullando esa zona, señor... ¡Que se dirija inmediatamente hacia el lugar que le indico! ¡Rápido! Y cuando digo rápido, quiero decir, ¡ya! ¡A sus órdenes inspector! Sí... claro que Barrimor trató de escapar por otra salida, también él comprendía que aquel puente era una trampa para él, pero no se paró a pensar, que lo que piensa el delincuente también es posible y muy probable, que lo piense la policía. En varias ocasiones trató de hacerlo, pero allí estaba algún coche que le impedía el paso y lo obligaba a hacer el trompo en mitad de la calzada para volver sobre sus pasos. El cerco se le estrechaba cada vez más, y más, por lo que era obligado a tomar aquel camino en dirección al puente. Por fuerza tuvo que meterse en él, sólo le quedaba la esperanza de poder salir por el otro extremo y ganar, sino la batalla, al menos aquella partida con sus más temidos enemigos.Cuán equivocado estaba, y que pronto salió de su ilusión. Frente a él, al otro extremo, cuatro faros en medio del puente. A pesar de ser un cobarde, Barrimor, sabía muy bien lo que se jugaba, por lo que no cejaba en su empeño de huir a toda costa. Era un traidor consumado trabajando desde las sombras, pero allí, en aquel trance estaba aterrorizado, lo que hizo que su propio instinto volviese de nuevo a hacer otro trompo buscando una vía de escape, pero todo era inútil. Allí, al principio del puente se reunían a gran velocidad cuatro coches policiales que volvían a cerrarle el paso. ¡Estoy perdido! ¡Malditos cabrones...! No obstante, prefería quemar toda la pólvora antes que rendirse, por lo que paró el coche, y pistola en mano trataba de lanzarse al agua. Disparaba su arma contra los agentes que le acosaban tratando de ganar tiempo, a lo que los agentes por orden del inspector Eliott, tuvieron que repeler el ataque. ¡Es necesario hacer que se rinda! ¡Disparen! ¡Que no se lance! Los disparos fueron hechos con ese fin; y Pancho, el capo John Barrimor, se vio obligado a trepar por las altas torretas del puente para evitar ser alcanzado por las ráfagas de la policía. ¡Maldita sea, Barrimor! ¡Baje de ahí! ¡Y una mierda, hijos de puta! El propio inspector Eliott, fue el que se vio encañonado por Barrimor, por lo que se vio obligado a hacer uso de su arma reglamentaria en defensa propia. Tuvo que ser rápido, muy rápido, con el fin de evitar el disparo, y muy a su pesar tubo que hacerlo, tuvo que dispararle a matar, era él, o Barrimor. El disparo se oyó como un trueno en el silencio de la noche, y Barrimor, caía desde lo más alto de la torreta hacia el río, estrellándose su delgado cuerpo contra las mansas y gélidas aguas del río. ¡Por fin! ¡Maldito imbécil! ¡Tú lo has querido así! La corriente del río arrastraba el cuerpo inerte de aquel delincuente tan poco conocido, y sin embargo tan hábil en sus fechorías, en sus múltiples fechorías criminales. Bueno, muchachos, todo a terminado. Es imposible que siga vivo. Sólo la caída lo ha debido matar. ¿Está seguro inspector? Lleva un disparo mío en el cuerpo. No olvide eso. Sí, claro, pero... Tranquilo agente, más tarde buscarán los buzos del cuerpo el cadáver de este pájaro, ahora desplumado. Nos hemos quitado uno de los mayores traficantes, por no decir el mayor; nos lo hemos quitado de encima como digo. Sí... Él lo ha querido así, aunque habría preferido cogerlo vivo. Seguro que habría tenido tantas cosas que contarnos... Ya todo está claro inspector, era él, el asesino de la chica. ¿No es así? Así es, agente, lo que hace que venga a mi mente la grabación de la cinta, su comprobación ya será imposible de verificar, pero tampoco hace falta, ha muerto siendo culpable. Ya puede archivar la cinta con el informe del caso. Mañana por la tarde lo tendrá inspector. ¡Bien! Detalle el suceso como ha ocurrido. ¿O.K.? ¡Así lo haré, señor!
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Ely y Alfonso, salían los dos cabizbajos de la habitación número 51 donde dejaron a Eva, aparentemente feliz y contenta. ¿Qué te parece Ely? ¿Qué quieres decir? Necesito que me des tu opinión de doctora sobre el estado de salud de la madre de María. ¿Lo comprendes verdad? ¡Claro, cariño! Comprendo que una huella como María, y la relación que hubo entre los dos no es fácil de olvidar. Mi situación con ella, te aseguro que la tengo superada. Eres tú mi único y verdadero amor, créeme. Sólo que... Te adoro y creo en ti Alfonso. Es una gran amiga para mí, pero si te rechazase sólo por la lástima, por la compasión que pueda sentir, o deba sentir por ella, me costaría la vida, te amo demasiado para olvidar que existes. No te preocupes por ella Alfonso, creo que será feliz en su nuevo destino. ¿Su nuevo destino? Sí, el doctor nos aconseja que debe quedarse cerca de un centro que disponga de rayos estimulantes... ¿Qué quieres decir Ely ? ¿No comprendo? Sí; hay un centro que dispone de esos rayos, dirigido por monjas... y el doctor, creo que tiene razón, ella es auxiliar médico, prefiere (al menos esa era su intención), la vida religiosa, y necesitará estimular su cerebro con esos rayos o electrodos antes de tres o cuatro minutos cuando le sobrevenga el ataque, así que, comprendo que el mejor sitio para ella, es ese, ¿no crees? Según me dices si, pero... ¿A qué ataques te refieres? A las secuelas que le van a quedar después del terrible accidente, por desgracia. ¡Válgame el cielo! Si es atendida en ese tiempo, el tratamiento es indoloro, y en unos minutos se le pasara el ataque. Alfonso suspiró profundamente para decir: ¡Gracias a Dios!

















Capítulo CVIII

Las dos vuelven a la habitación de María cogidos por la cintura, como lo que eran; dos tiernos y dulces enamorados. Al tiempo de entrar en la habitación, Ely prefiere soltarse de él, aunque conoce a la perfección el pensamiento de María con respecto a ella y su padre, en principio, como psicóloga debía observar la reacción de ésta en el preciso instante que Alfonso le comunicase la buena nueva, porque estaba segura que lo haría allí, y ahora. María, hija... ¡Ah, hola papá! Tengo que hablar contigo... Tú dirás papá. ¿Ocurre algo? ¿Cómo está mamá? Está bien hija, está muy bien, he podido hablar con ella, aunque sigue sin reconocer a nadie. Tú dirás entonces, papá, de qué quieres hablarme. Pues la verdad, es que no sé cómo comenzar. Pues, no sé... El tema es complicado, y la verdad es que, no sé que puedes pensar tú al respecto. Si no me cuentas de que se trata, difícilmente podré darte mi opinión papá. Sí, tienes razón. Ely se mantuvo al margen estudiando la reacción que tomaría la hija de Alfonso, reuniéndose con los demás, Jesús y Marta, que permanecían sentados en esos clásicos sillones de hospital. ¿Es que no piensas decirlo? Vamos papá, tú nunca has sido un cobarde, y sabes que soy una chica comprensiva y razonable, a pesar de mi metedura de pata de este tiempo pasado. Olvida eso hija, olvida eso ahora, eres mi hija, y te tengo a mi lado. ¿Qué más quiero? Tras unos segundos de pausa mientras suspiraba, por fin Alfonso comprendía que debía decírselo, y cuanto antes mejor. Estoy enamorado de Ely, cariño. ¿Qué? ¿Es que te parece mal? En absoluto papá, siento por un lado que tú y mamá no... pero Ely es una gran chica, me alegro por ti, de verdad. ¿En serio que no te importa cielo? ¡Acércate Ely! Dime, María... ¡Mi padre te ama! ¡Te ama! ¿Y tú qué piensas María? Que me encanta veros juntos, ya era hora que se lo dirías Ely. ¿Era nuestro secreto recuerdas? O sea, que las dos sabíais ...? Sé que Ely te ha amado desde hace mucho tiempo, pero la decisión debía venir de ti. Comprende que mamá seguía ahí... Me gustaría que pudiera comprender su entorno, que nos conociera, que pudiera dar su opinión, poder oírla decir lo que piensa. Papá, tú me has enseñado que hay cosas en la vida, que no pueden tener marcha atrás. Sí, pero aún así le tengo mucho cariño, y me gustaría saber si comprende mi situación y mi decisión. Ella, ya sabes que juró no mirar a ningún otro hombre jamás, incluso a ti mismo te rechazó. ¿Recuerdas? Tienes razón cariño, esperemos que al menos sea feliz el resto de sus días. Espero que si papá, sólo hay un problema. ¿Qué quieres decir, María? Mamá debe permanecer en Nueva York, y yo no quiero abandonarla. ¿Porqué en Nueva York? Es donde únicamente existe el remedio para estimular su cerebro. ¿Ese hospital que me has comentado está en Nueva York, Ely? Así es, Alfonso, lo siento. Yo no quiero abandonar a mamá en el estado que se encuentra. Yo tampoco quiero abandonarte a ti de nuevo, ahora que te he recuperado. Ely, volvía a temer lo peor, e hizo que su cabeza se inclinase hacia el suelo. En ese preciso instante, se escucharon unos golpecitos en la puerta de entrada a la sala. Alguien dio un: ¡Adelante! Buenas noches, que tal; cómo están ustedes. Hola, doctor de Marcos, bien gracias, y... ¿Usted? (Se dirigía a Alfonso) Se va soportando la vida. ¿Qué tal María? Ella se ruborizaba, tomando su rostro un tono carmesí, digno de la mejor rosa, lo que no pasó desapercibido para Alfonso. Te veo triste María. ¿Ocurre algo? Hablamos de volver a nuestro país doctor, pero María no quiere abandonar a su madre, cree que yo estaré bien con Ely, pero su madre... Alfonso... Sr. Quijano... debo decirle, que estoy enamorado de su hija. La cara de Alfonso reflejaba cierto asombro, aunque a un padre hay pocas cosas sobre los hijos que se les escape, y ya había notado en su hija ese rubor, que ya antes viese en el rostro de Marta, y posteriormente en el de Ely. Si usted da su permiso... Sr. Quijano, yo podría cortejarla, creo que María me podría corresponder algún día. O, al menos eso espero, creo que puedo hacerla feliz. Me alegra oírle, doctor de Marcos, y creo que sería beneficioso para ella tenerle a su lado. ¿Quiere decir que da usted su permiso para que la corteje? Os doy mi bendición, y espero que podáis alcanzar la dicha que yo siento al lado de Ely. Perdona cariño, tan emocionado estoy con todo lo bueno que empieza a ocurrirme, que no había reparado en pedir tu opinión. ¿Crees que podrás quedarte en Nueva York, cuidando de mamá? ¿Qué te parece la proposición del doctor? María se mordía los labios tímidamente, sonriendo y aceptando con la cabeza. Era suficiente, Alfonso la conocía bien y sabía que su hija así sería feliz. Por cuidar de Eva, no debe preocuparse señor, yo cuidaré de las dos, no se preocupe. Es usted un hombre honrado y respetable doctor, tengo confianza en que así será, y le doy las gracias de antemano por sus intenciones. ¿Qué opináis vosotros? (Dirigiéndose a sus amigos, que continuaban sentados) Es lo mejor que se puede hacer, y me alegro un montón por María, se merece ser feliz, ya bastante a sufrido la pobre. Gracias, Marta, no esperaba menos de ti. "Festivamente", yo soy así. Los dos sonrieron a la forma que Marta daba su opinión. Y tú, Jesús. ¿Te veo muy callado? No Alfonso, sólo estaba pensando. ¿Pensando en qué? En todo lo que ha ocurrido hasta ahora, todas las desgracias que han caído sobre vosotros en los últimos meses... lo mal que has tenido que pasarlo con el cafre ese de Barrimor, y todo el mal que te ha causado. El que le ha ocasionado a María. En la desgracia de Eva... ¡Ya es hora que se pongan las cosas en su sitio! ¿O, no? Tienes razón amigo mío, ya es hora. Tú tuviste también tú trance trágico. ¿Recuerdas? ¿El trágico accidente, confusión, negligencia o como quieras llamarlo de tu hermano Alfredo? Sí, lo recuerdo, pero ya sabes cómo era, un canalla también. Quizás si yo hubiese estado más cerca de él todo hubiese sido como cuando éramos niños, y nada de aquello había ocurrido, pero como decís y tenéis toda la razón: "en la vida hay cosas que son inevitables e irreversibles", pongo por ejemplo a Alberto Irigaray, él también se labró su propio destino. ¡Pobre! A ese le ocurre todo lo contrario que a Eva. Mientras que Eva a perdido la memoria, Alberto aún con el cuerpo inerte, su mente posiblemente esté lúcida y esté sufriendo las consecuencias de su pasado. Tienes razón Alfonso, al menos Eva tiene la suerte de no recordar su calvario con Alfredo. Volvió a sonar la puerta. ¡Pase! ¡Hola amigos! ¡Enrique! ¡Hermanito! ¿"Comostás"? "Toy perfesto". Sólo venía a despedirme amigos, todo se ha solucionado satisfactoriamente. ¿No crees Alfonso? Te estoy muy agradecido Enrique, la verdad es que no se cómo puedo pagarte todo lo que has hecho por mí. De eso sería mejor no hablar amigo mío, es un trabajo que he hecho por amor propio. No comprendo, Enrique. Sí, amigo Alfonso, para mí tu caso ha sido un reto para mi profesión, y debía aceptarlo, yo soy un hombre de acción y no un detective sigue-maridos. De todas formas... te lo agradezco de todo corazón, y aprovecho para decirte en nombre de los cuatro (apuntando a Jesús, Marta y Ely), que por supuesto estás invitado a nuestras bodas cuando volvamos a nuestro país. ¿No es así amigos? ¡"Clarostá" ! ¿Tú, y Ely ...? Sí, amigo Enrique, la amo, y nos casaremos el mismo día los cuatro. ¡Enhorabuena! Os felicito a los cuatro. Debes de felicitar a los seis Enrique. ¿Es que me habéis buscado una novia? No, no es eso, el doctor de Marcos y María, han decidido salir juntos. Me alegro, me alegro, me alegro por todos. Ahora soy yo el que tiene que despabilar. Todos sonrieron en una carcajada de satisfacción y felicidad. Sus vidas por fin parecían encauzarse en el buen camino, en el camino del amor y la amistad, sin embargo...










Capítulo CIX

Aquella felicidad fue cortada por la estruendosa y brutal entrada en la sala, de alguien que no esperaban, es más; ya daban por olvidadas todas las penurias pasadas, esa era la intención que estaba en la mente de todos, olvidar y empezar de nuevo, empezar de cero, pero allí, en el quicio de la puerta y esgrimiendo una pistola aparecía Barrimor, con el sadismo de la venganza y la obsesión reflejada en sus enrojecidos ojos inyectados en sangre, como una fiera salvaje. El propósito; llevarse a María, por las buenas, o por las malas. Se diría a juzgar por su entrada, y el arma que empuñaba, que venía a por todas. Lo que no esperaba Barrimor, era encontrar tanta gente en la habitación, por lo que quedó algo sorprendido, aunque no tanto como los presentes, que no salían de su asombro, no podían creer lo que veían. ¡Maldición! (Exclamó Enrique) La mirada de Barrimor hacía un barrido por la habitación atónito y desencajado. Cuál no sería su sorpresa al ver allí al padre de María. ¿Pero cómo...? La sorpresa de Barrimor al ver a Alfonso allí, hizo que su rabia se hiciera más virulenta y cruel, e hizo que su arma se dirigiera hacia él. Le temía, ya había comprobado la furia de aquel hombre, y no podía arriesgarse, motivo por el cual, Enrique tratase de desenfundar su arma reglamentaria para repeler aquella acción, lo que llamó la atención de Barrimor y volviese su arma contra Enrique, el peligro del arma era evidente, y Alfonso estaba desarmado. Alfonso aprovechó esos instantes para, con el mismo salto desviar a Enrique de la trayectoria del proyectil, y derribar a Barrimor, lo que hizo que los tres rodasen por los suelos, y Enrique perdiese su arma al caer y rodase por el piso de la sala. En el forcejeo con Barrimor, aun siendo golpeado varias veces por Alfonso, en ningún momento perdió su arma, y con ella pudo asestar un terrible golpe en la cara de Quijano que hizo que cayera sin control. Fueron unos instantes los que tardó Barrimor en encañonarlo, pero suficientes para que Alfonso pudiese coger el arma caída, y con un medio giro en el mismo suelo acertase de lleno en el pecho de aquel canalla, que por décimas de segundos no pudo descargar ni su furia, ni su arma contra Quijano. Las mujeres estaban aterrorizadas, Ely abrazada a María, a los pies de la cama tratando de transmitirle fuerzas, pues lloraba temiendo lo peor. Jesús y Marta, se encontraban en un rincón de la sala donde se habían refugiado de los disparos, y el doctor Daniel de Marcos no tuvo tiempo ni de reaccionar, al sorprendente y brutal ataque de aquella fiera de Barrimor. ¿Estás bien Alfonso? La pregunta de Enrique no tuvo respuesta, en esos primeros momentos, pues Alfonso permanecía asombrado por lo que había hecho, no podía creerse lo que había ocurrido, quizá, pensase que fuese otro mal sueño, una pesadilla horrible como las que había sufrido anteriormente, pero no; al fin pudo reaccionar. ¿Pero qué he hecho Dios mío? Tranquilízate Alfonso, lo has hecho en defensa propia. Jamás imaginé que yo pudiese llegar a cometer una atrocidad así. No pienses más, era él, o tú, compréndelo Alfonso. Aún así. ¡He matado a un hombre! ¡Has matado un bicho! Y un bicho muy malo, Alfonso. Recuerda que él pretendió, si no mandarte a la silla eléctrica, al menos te habría encerrado para siempre con su triquiñuela de la puerta, y el crimen de aquella chica. Tienes razón Enrique, pero... Al menos tú has disparado para defender tu vida. Es más, Alfonso; has salvado la mía. Este sujeto no tenía nada que perder ya, y lo mismo le habría dado matarnos a todos. Debes escuchar a Enrique, Alfonso, creo que tiene razón, no te atormentes por éste... llámalo como quieras, por que... ¿Qué podías esperar de un asesino? Sí, Jesús, ya se que puedes tener... quiero decir, que tenéis razón, pero... ¿Qué pero le ves ahora? (Enrique) ¿No comprendéis que estoy metido de nuevo en otro escándalo, en otro problema con la justicia? ¿Es que mi suerte no va a cambiar? Tiene razón Alfonso. (Ely) ¡Papá! Alfonso se dirigió al grito de papá hacia su hija, que abrazó tiernamente, en donde no se sabía muy bien quién era el que consolaba a quien. ¿Es que no se puede hacer nada hermanito? Seguro que algo se nos ocurrirá, quizá no tenga ninguna repercusión para Alfonso, era un mal bicho. La tenga, o no la tenga Jesús, esto debéis dejarlo que lo solucione a mi manera, y no quiero reproches, ni críticas, ni nada, de nada. ¿O.K.? ¿De qué hablas Enrique? Pues, que tengo más experiencia en estos casos que vosotros, y debéis dejar que yo dé mi versión de los hechos, y eso incluye que usted acepte también, doctor de Marcos. Por mí no debes preocuparte, comprendo que esa persona, por llamarla de algún modo, era una lacra social, un cáncer que tenía Nueva York y que Alfonso a extirpado. Ojalá pudiera yo erradicar las enfermedades así de fácil. ¿Te imaginas que con un simple disparo acabase con el SIDA, con el cáncer, con las drogas y sus secuelas? Sí, sería fabuloso, es una buena comparación, sí. Aún no me has contestado, Enrique. ¿Se puede saber qué te pasa por la cabeza? Todos escucharon atentos después de la tensión del momento. Pues, algo tan sencillo como lo siguiente: la pistola es mía. ¿De acuerdo? Sí, claro. ¿Y qué? Licencia de detective, y permiso de armas, mío. ¿O.K.? Sigo sin entender. ¿No comprendo? Elemental, querido amigo, se me ocurre, que al haber disparado él primero, cosa que se puede demostrar por su bala en la pared, y el castillo de su pistola, ser un fugitivo peligroso... el que yo le haya disparado, no tiene el más mínimo problema para mí. ¿No creéis? ¿Harías eso por mí? No, no puedo consentirlo Enrique. Además; si te fijas, lleva otro tiro en el hombro. ¿Lo ves? Y yo sólo he disparado una vez. No te preocupes, balística verificará la procedencia de esa otra bala. Posiblemente sea de algún arma de la propia policía, recuerda que estaba siendo acosado por el inspector Eliott. Sí, tienes razón Enrique, pero... ¿Estás seguro que no te comprometo en nada en absoluto...? ¡No! ¿Que crees que puede ocurrir si me hacen en balística la prueba de la parafina? Pues, no sé... Pues, que encontraran restos de pólvora en mis manos, y eso demostrará que fui yo el que disparó. ¿Cómo van a encontrar restos de pólvora si tú no has disparado? De mis prácticas de tiro, amigo mío, de las prácticas de tiro. Veo que lo tienes todo clarísimo. En efecto, pero como digo, todo ha ocurrido como yo os cuento. ¿Estáis todos de acuerdo? Unos dijeron sí, y otros simplemente asintieron con la cabeza dando su consentimiento. Alfonso. ¿Qué opinas tú? No me gustaría, que por mi culpa tuvieras algún problema, Enrique. Vuelvo a repetir, que es lo menos que puedo hacer después de salvarme la vida como lo has hecho. Confía en mí, en unos días volveré a estar con vosotros, sólo voy a poner una condición. La que quieras Enrique. Que no se os ocurra casaros sin mi presencia. Todos, después del susto y el disgusto, al fin se sentían más tranquilos y relajados, por lo que estallaron en risas agradeciéndole uno, a uno, su decisión. En aquellos instantes Eliott, pensó darles la buena nueva a María, la hija del encarcelado Alfonso, y a sus acompañantes. Ya, en admisión... Buenas noches... Buenas. ¿En qué puedo ayudarle? ¿Me podría indicar dónde se encuentra la señorita María Quijano? Como no, faltaría más. Los dedos de la auxiliar, comenzaron el clásico baile sobre las teclas del ordenador, que no tardó en reconocer su solicitud. En la planta octava habitación doce. Gracias, señorita. Tras unos segundos de espera, el ascensor por fin acudía a su llamada, cosa rara, pero dada la hora tan avanzada de la noche, el hospital permanecía con más calma que de día. Por fin alcanzó la octava, llamándole poderosamente la atención el movimiento nervioso de todos en aquella planta, los cuchicheos, y la cara de temor y recelo que tenía toda aquella gente. Los disparos, habían sido escuchados en todas las plantas como dos truenos, pero nadie sabía dónde provenía el sonido, de ahí el desconcierto del personal de planta, y enfermeros en general. El inspector Eliott, a pesar de su extrañeza, no podía sospechar nada de lo que allí había, o podía haber ocurrido, por lo que siguió su camino hacia la habitación que le indicara la enfermera. Segunda extrañeza, al ver la manilla de la puerta saltada en pedazos, pero cuál no sería su sorpresa cuando... ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Quién es...? ¡Barrimor! Pero... pero como ha podido llegar... ¡Maldición! Te veo sorprendido, Eliott. ¿Cómo quieres que esté, Enrique, si acabo de dar por muerto a este sujeto, y lo encuentro aquí.? Muerto, sí; pero... fuera de lugar. ¿Qué ha ocurrido Eliott? No pierdes las malas costumbres, Enrique. ¿Qué quieres decir? Siempre olvidas que las preguntas las hago yo. ¿Qué ha ocurrido aquí, Enrique? Se ha presentado aquí como un loco, a tratado de matarme... y me adelanté. ¿A qué ha venido aquí? Supongo, que ha llevarse a María, que era su obsesión, pero ha tenido la mala fortuna de encontrarnos aquí a todos, lo demás, ya lo ves. Maldito cabrón, yo que lo había dado por muerto en el puente. ¿En el puente? Sí, lo acosamos en el puente colgante, y de no haberle disparado yo primero, me hubiese matado el bastardo este. Yo he tenido más acierto, tienes que mejorar la puntería, sólo le alcanzaste a dar en el hombro. Creo que tienes razón, Enrique, tengo que mejorar. Pero que no se te suba a la cabeza. ¿Eh? Con un vistazo de reconocimiento como buen policía, quiso visualizar a los presentes, todos estaban en sus sitios... todos conocidos, todos podían estar allí, menos... ¡Alfonso! ¡Te han soltado! Sí, gracias a Dios. No sabes cómo lo siento, amigo mío. Las pruebas eran tan evidentes, que me empeciné. Lo tenía todo tan claro... No debe preocuparse, ya todo se ha arreglado y doy gracias al cielo por ello. ¡Vaya! ¿Quiere algo inspector? No, no es nada. Sólo que voy de sorpresa, en sorpresa esta noche, La noche más larga de mi vida, pero la doy por bien empleada viendo a este individuo fuera de la circulación. Ojalá, pudiese echarles el guante a los otros tres responsables de las ventas y distribución de estupefacientes en esta ciudad. Algún día caerán, amigo Eliott, algún día caerán. En eso confío, Enrique. ¿Pero cuándo? Y... ¿Cómo? Ya sabes lo difícil que es conseguir pruebas fehacientes que inculpen directamente a estos sujetos. Sí, lo sé. En fin; organizaré las diligencias oportunas. ¿Qué piensan hacer ustedes? ¿Alfonso? Volveremos a nuestra ciudad, (señalando a sus amigos) mi hija se quedara a cuidar de su madre con la ayuda del doctor. Tú, Enrique, sabes que debes quedarte, ya sabes las formalidades. Sí, claro, estoy a tu disposición. Después de las primeras formalidades, los siete se dirigieron a la habitación de Eva. Era hora de despedirse, y debían hacerlo.






Capítulo CX

Aquella noche fue larga sí... muy larga; larga y esperanzadora, tanto así, que el amanecer claro, limpio y sereno, penetraba a través de los cristales de la habitación de Eva, donde se encontraban todos. Aquel horizonte multicolor, presagiaba nuevas esperanzas, una vida nueva, un destino diferente. Aquel sol tímido, que coronaba las crestas de los rascacielos, insuflaba esperanzas, y nuevos sentimientos, en aquellos corazones tan torturados por el destino, aquel destino impuesto por aquella ralea de personas, que por desgracia, se encuentran en nuestras sociedades como bacterias malignas que terminan por minar y enfermar infinidad de vidas inocentes. Por suerte para ellas, siempre hay personas con el suficiente coraje, primero, para no comenzar consumiendo drogas, y lo más duro, pasar el infierno de abandonarlas. Allí mismo en la sala se despidieron de Enrique, los que abandonarían Nueva York. Te agradezco tu ayuda, de todo corazón Enrique. Ya te digo Alfonso, que éste es mi trabajo, y estoy acostumbrado a este tipo de avatares, como puedes imaginar. Sí... pero si no hubiese sido por ti... ¿Quién sabe que hubiese sido de mi vida? La verdad siempre triunfa amigo Alfonso. Aunque a veces tarde en hacerlo. Te esperamos para la boda. ¿O.K.? ¡Por supuesto! Ya ves que al propio inspector le ha ocurrido... era él, o Bárrimor. En unos días estaré con vosotros. Bien, cuídate amigo. El siguiente paso fue dirigirse a la cabecera de Eva, que ajena a la comprensión de todo lo que se hablaba a su alrededor guardaba silencio, y observaba atenta. Eva... siento tener que irme, pero volveremos a verte. Siento todo lo que te ha ocurrido, y espero que seas todo lo feliz que te mereces. Piensa que te queremos todos, y que sólo te deseamos lo mejor. Gracias señor, pero usted sólo debe pensar en su novia, es una buena chica, y ella si se merece lo mejor. Prométame que la hará feliz. Alfonso, miraba a Ely con ternura, después desvió su mirada hacia Eva para decirle: Te lo prometo Eva. Juro que la amaré como se merece. Era sincero, sí; pero aún así, no podía olvidar lo que ella misma había significado en su vida, pero no podía evitarlo, amaba locamente a aquella chiquilla pizpireta y campanera (como él la llamaba), llamada Elisa Maldonado. También Marta y Jesús, lo hicieron, con un fuerte apretón de manos Jesús, y con un estruendoso beso en la cara de su hermano por parte de Marta. Más comedidos fueron en despedirse de Eva, Marta y Jesús. Cuídate mucho Eva. Gracias... Jesús. ¿Te llamas Jesús, no es cierto? Sí, así es, Eva. Cuídate mucho, y espéranos, que volveremos a verte. ¿De acuerdo? Me hará mucha ilusión, les he cogido cariño, y espero que así sea. ¡Será, es una promesa.! ¿Me conoces a mi Eva? Pues... tú debes ser Marta, la que ha cuidado de mí. Espero... que poco, a poco, pero te recuperes del todo, cariño... También conozco a la novia de este señor... de... Alfonso, a Ely. Ha sido tan buena conmigo... Dame un beso Eva, y recuerda que nos tendrás a tu lado siempre. Gracias, señorita Ely. Es tan buena... (Dirigiéndose a Marta) Allí quedó pensativa y triste, mientras veía salir a todos por la puerta. No te preocupes mamá, yo estaré contigo, volveré enseguida, ¿vale? Cerrando la puerta a sus espaldas, todos abandonaron la estancia. ¿Mamá? ¿Me ha llamado mamá? Algo ocurrió en aquellos instantes, a consecuencia de la excitante conversación que había mantenido, sin comprender aparentemente nada. Mientras, María y Daniel de Marcos, se despedían en la puerta del hospital, podía observarse a Eva, a través de los cristales de su habitación con cara de resignación y tristeza. Ese semblante, hacía adivinar que su conciencia era lúcida, y comprendía quizá, todo su entorno.
Unos meses después, ya en su ciudad, las bodas se preparaban a las puertas de la iglesia de San Pedro. El día era primaveral, con un sol espléndido, y todo ocurría tal y como estaba proyectado. Los invitados deambulaban de un lado para otro. Los novios, esperaban impacientes a sus futuras esposas, a los que acompañaban su hija María, y el doctor de Marcos, como padrinos. En esos instantes, fue cuando el redactor Carlos, se acercó a Alfonso. ¡Amigo Carlos! Confiaba en que no me defraudases. Ya ves que no, Alfonso. ¿Es qué pensabas que me perdería vuestras bodas, después del trabajo que me he tomado? ¿Trabajo? ¿A qué te refieres? Ya sabes, yo trabajo, tú cobras. ¿No entiendo? ¿Recuerdas lo que hacía con tus crónicas? Recuerdo que te las daba por teléfono, y luego tú, las redactabas. En efecto, yo les daba formato. Pues, eso mismo he hecho con tu vida. ¿Qué has hecho, qué? ¡Ten, tú propia crónica! ¿No habrás sido capaz de escribir mi propia vida? Sí, sí he sido capaz, por tus apuntes, y alguna llamada que otra. Eres genial, Carlos. ¿Qué te habrá salido aquí? De momento un regalo de bodas, cuando lo leas posiblemente tenga que exiliarme. Los dos rieron, mientras Alfonso hojeaba el libro de su vida, de su supuesta vida. Las novias aparecían hermosas, más hermosas que nunca. Como dos azahares blancos e inmaculados, cogidas del brazo para soltarse al recibirlas los novios, pues tanto Jesús, como Alfonso, se dirigieron a sus respectivas mujeres, que les ofrecían las mejillas, donde depositaron cada uno de ellos un tierno beso con una delicadeza especial. La comitiva nupcial, era emocionante y entrañable cuando se dirigían hacia el altar, con la música solemne del momento, que hacía que el vello se erizase a los que conocían las historias de sus vidas. Entre ellas, una persona muy especial que se encontraba entre el público, permanecía sentada en los bancos. Casi no podía reconocerse quien era, pues su pelo era distinto, y cubría sus ojos con unas grandes gafas negras, pero aún así, se podía adivinar que se trataba de la propia Eva, que creyéndola enferma, María no quiso desplazarla hasta su ciudad. Aquella mujer, contemplaba la ceremonia con atención e interés, y en su rostro se podía apreciar toda la tristeza del mundo, toda la resignación del universo y toda la amargura de la tierra. Estaba claro, que su espíritu sufría toda la furia del sino y la fatalidad de su destino.
FINDE LAOBRA




SINO FATALIDAD Y DESTINO

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